Como vivo sola y no tengo que dar cuenta de mis manías a nadie, puse el ordenador a cargar mientras deshacía mi exiguo equipaje, cargaba una lavadora y ponía a calentar unos trozos de lecha frita regalados por mano generosa –soy caprichosa en el comer, qué le vamos a hacer-. Una ducha rápida para quitarme el olor a volante y el resto estaba cantado: el blog.
¿Qué me empuja a sentarme delante del ordenador a la hora en que las personas decentes duermen y las más decentes hacen otras cosas más interesantes? Ha sido un tema recurrente en las conversaciones de estos días; ¿buscamos una realidad alternativa que nos descargue del peso –tan pesado a veces- de vivir? ¿Qué pueden aportar a nuestras vidas “ectoplasmas pensantes” a los que ni siquiera somos capaces de poner cara?
Los profesionales del tema ya tienen todo el pescado vendido; ellos saben –y nos han contado- que los recursos del ser humano para paliar soledades, angustias y penas diversas buscan todos los vericuetos posibles para alcanzar el alivio. En otros tiempos por medio de drogas de todo tipo para acabar en un lugar común: la locura. Hogaño, nuestro ritmo de vida no deja espacio para demasiada reflexión aunque sigamos –algunos- formulándonos preguntas básicas con respuestas escondidas y nada básicas.
Antes de perderme en circunloquios diré que me puse a cantar después de reir; que adorné la mesa con mi copa especial de los gintonics especiales y que estuve leyendo hasta la madrugada con la sana intención de tomarme el fin de semana sabático –nunca mejor dicho-, antes de volver a engancharme a este bendito blog. Pero no ha sido posible. Lo leído, lo intuido y ciertas certezas, me han hecho despertarme al cabo de pocas horas y ponerme a escribir. Con el deseo y la intención de decir cuatro cosas bien claras.
La primera de ellas es que estoy feliz como una lombriz de haber podido conseguir, casi sin pretenderlo, que se creara un grupo de personas humanas capaz de compartir vivencias y pensamientos de tal forma que supone un espacio de confraternación en el que todo el que quiera puede encontrar un sitio con su nombre. La segunda, pero no menos importante, es que yo no creo en casualidades sino en causalidades, y que todos los que participáis en el blog ofreciendo el regalo de vuestro cariño, ánimos y fuerzas para quien lo necesita estáis creando una energía que no puede más que originar un efecto positivo y feliz en vuestras vidas.
Y que, creyendo como creo en el poder de la mente y en la fuerza del corazón, estoy convencida de que nos estamos ayudando unos a otros de la manera más sencilla que existe a realizar la terapia individual que todos –en algún momento- necesitamos, como si fuera una psicoterapia colectiva que nos ayuda a reubicarnos en el papel que nosotros –y no los demás- hemos elegido para representar esta única función de la obra más importante en cartel: nuestra vida.
Así que gracias de todo corazón y seguimos cabalgando.
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LaAlquimista
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