Decidí saltarme la comida hogareña y seguir disfrutando de la insólita bonanza circundante, compré algo de fruta que alivió otros excesos gastronómicos y ya con el café a mano y un buen libro en el regazo, seguí confirmando que era un día feliz el que me había tocado en el sorteo –compensando algunas pequeñas debacles que a veces se me cuelan por los flancos desprotegidos del alma-.
Ya entrada la tarde me preparé con deleite anticipado para asistir al recital de poesía y música que se ofrecía en un Centro de Cultura de la ciudad. ¿Somos conscientes de cuántas actividades enriquecedoras para el espíritu se llevan a cabo en esta pequeña ciudad nuestra sin mediar pago alguno?
Vivir, otra vez y siempre, la poesía de Miguel Hernández de la mano de actrices y músicos con voces y manos mágicass al piano ha sido el remate de oro del día. ¡Qué regalo la poesía, qué ofrenda el sentir de estos chicos que se brindan con amor para deleite de quienes, sin nada que ofrecer a cambio, conteníamos la respiración mientras se desgranaban los poemas en la voz de los rapsodas como granos maduros, al humo de las velas, al murmullo de cantores, al embeleso del piano…!
Un encuentro poético hermoso y profundo, purificador incluso, palabras como agua de lluvia limpia que arrastra tantas penas, o quizás tan sólo una, la importante, la que oprime a cualquier corazón que siga latiendo por un sentir que se le escapa…
Un encuentro inesperado después, sonrisas que bailan y palabras que enlazan países lejanos, otra semilla plantada para la nueva primavera…
! Con qué poco podemos ser felices… y no nos damos ni cuenta! Al alcance de la mano, fuera de las rutinas, en esta ciudad hermosa acechan pequeños placeres que rebosan el alma…
Mi agradecimiento a quien lo ha hecho posible.
LaAlquimista
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