Gracias, Señor Ministro
A principios del mes de Febrero recibí una carta de un Ministro del Gobierno. Con mi nombre y dos apellidos, escrita sobre papel y dentro de un sobre con franqueo pagado por el Ministerio correspondiente. En ella me comunicaba el Señor Ministro que se sentía honrado por poder aumentar mi Pensión de Jubilación en un 0,9%, en cumplimiento de no sé qué promesas que su partido había hecho y que se sentían felices de cumplir. (De las otras, las que no se han cumplido, no decía nada)
Lo que el Señor Ministro seguramente ya sabe es que, en muchísimos casos, esa cagarruta de porcentaje ayuda a que el monto total bruto de la pensión cambie de grupo retributivo en la Declaración del I.R.P.F, por lo que –frotándose las manos estarán- han conseguido por arte de birlibirloque realizar una transferencia de dinero entre Ministerios quedando como señores mientras que por detrás se ríen con la risa del perro pulgoso aquel de los dibujos animados.
Teniendo en cuenta que somos casi nueve millones de pensionistas, el costo de la misiva regocijante es fácil de calcular; también es sencillo imaginarse los juramentos, blasfemias y energía negativa que le habremos mandado –al Señor Ministro y a todo su gabinete- los pensionistas que sentimos que esto (lo del 0,9% y lo de la carta/circular) es una burla que se podría llegar a percibir como algo personal.
Cuando se ha cotizado religiosamente durante la friolera de 41 años a las arcas del Estado no creo que haya que defender nada más. Ni discutir si hay dinero suficiente o no lo habrá para pagar las pensiones. Búsquense la vida como la hemos hecho los trabajadores “en blanco” –esos que no hemos cobrado ni horas extras ni pluses bajo manga, (en un sobre) como fue costumbre durante décadas en nuestro picaresco mercado laboral-.
Hace poco tuve un amargo choque con una persona que protestaba porque su padre, octogenario, recibía únicamente una pensión de unos 700€ después de haber estado trabajando “como una mula” desde los quince años. Así dicho, impacta un poco. Expresé mi sorpresa puesto que sabía que el progenitor en cuestión había sido encargado o similar de una gran fábrica de nuestra tierra, a lo que me contestó que “en aquella época se declaraba sólo el salario mínimo y el resto iba en mano”. Se me escapó una sonrisa torcida. Desdeñosa o despreciativa o las dos cosas juntas porque, vamos a ver, ¿te quejas después de haberte pasado la vida laboral defraudando a Hacienda –y lo que es peor- llamando estúpidos a los trabajadores honrados que pagábamos los impuestos?
No me cabe en la cabeza que alguien haya cotizado voluntariamente poco o poquísimo (embolsándose el resto) y luego levante el puño o el grito exigiendo una “pensión digna”. La dignidad empieza por uno mismo, no se puede exigir a los demás después de haber pisoteado la propia.
Igual es precisamente por eso que el Señor Ministro nos ha escrito a todos “personalmente en persona” (parafraseando al inefable Catarella de las novelas de Camilleri), como queriendo decir que “donde las dan, las toman” o algo por el estilo.
He calculado que con el 0,9% de aumento mensual puedo tomarme en el bar de abajo una caña y dos pintxos. Y que rule el dinero y se mueva la economía.
Felices los felices.
LaAlquimista
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