Engañabobos
Hay en mi barrio un par de supermercados que amortizan el presupuesto de marketing hasta el último céntimo y lo hacen con “Ofertas” que me he tomado la molestia en analizar, calculadora en mano para no sentir que hablo por hablar.
El caso es que, de repente, ponen muchos de sus productos en una especie de 2×1 camuflado que indica que la “2ª unidad está al 70%”. Qué chollo, pensé la primera vez, total voy a comprar dos desodorantes (o lo que sea) porque viene bien tener en casa de lo que se usa a diario. Mi sorpresa llegó al comprobar que el “precio unitario” era objeto de una subida considerable, de forma que al comprar dos unidades y aplicar el descuento en la segunda…¡acababas pagando el mismo precio que tenía el producto la víspera! Con el agravante de que habías consumido el doble, claro.
Luego pasas por caja y te piden el teléfono porque controlan tu consumo y te sueltan un vale de 4€ a descontar de una próxima compra de 40€; es decir, un escurrido 10% sobre el monto total. Como siempre compro lo mismo –soy fiel hasta en eso- compruebo que el aceite, los garbanzos, las cervezas y los huevos han subido de precio…¡hasta un 10%!
¿Soy tonta y no me había dado cuenta? Ya ni te cuento cuando me ofrecen una bolsa de rafia o un mantel de plástico a secas como “regalo” si mi cuenta supera los 60€, regalo que en “los chinos de la esquina” se compra por la irrisoria cantidad de 3€. O sea, que me hacen un 5% de descuento y me lo dan en especies, como cuando los bancos te regalaban sartenes y copas de vidrio cristalizado por dejar los ahorros sin intereses durante seis meses.
También aplico la misma aritmética a esas personas que cada vez dan menos aunque sigan pidiendo lo de siempre.
¿De verdad creen los responsables del marketing de estos supermercados que los compradores no sabemos ni las cuatro reglas para multiplicar y dividir los precios que nos ofrecen? Bien es verdad que algunos productos tienen el precio rebajado eventualmente; cuando están a punto de caducar o cuando no han tenido la salida esperada. Otros, para desconcierto del comprador, suben continuamente de precio de 20 en 20 céntimos de euro, como disimulando, como a escondidas.
Y luego…los bares: el truco que utilizan –la mayoría- para no subir los precios descaradamente consiste en reducir el tamaño de sus productos. La copa de crianza tiene cada vez menos vino, las cañas ya no llegan hasta el borde, los cafés son más ligeros, de una tortilla sacan diez pintxos en vez de ocho, las raciones de calamares ya no rebosan el plato y las cocacolas las sirven de unos botellines que parecen de juguete. ¿De verdad creen que no nos damos cuenta?
Y con la coartada del coronavirus, lo del servicio en hostelería ya es que es de juzgado de guardia. Que vayas a la barra, hagas la cola y te sirvas tú mismo; luego observas que donde antes había cuatro personas atendiendo ahora no hay más que una y la de la cocina. Que si pides que te limpien la mesa de la terraza te miran con el gesto de “¿No ves que estoy solo y que no puedo?”. Y te callas, claro, porque la culpa no es suya sino del dueño que aprieta las tuercas todo lo que le sale del trigémino.
Yo comprendo que suban los precios y disminuyan los contenidos porque para eso me han subido el 0,90% la pensión de jubilación y todos tenemos que comer. Pero de ahí a que me tomen por boba va un abismo, de verdad, así que he decidido seleccionar con cuidado dónde dejo mi dinerito. En mi derecho estoy.
Y también decido seleccionar con mucho más cuidado todavía dónde dejo mis afectos, no vaya a ser que me cuelen alguna “oferta”.
Felices los felices.
LaAlquimista
También puedes seguir la página de Facebook:
https://www.facebook.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com