Día 20.-(10 de Julio)
A las siete de la mañana ha caído
un chaparrón rabioso; aunque ha durado poco ha bautizado todos los coches con un agua
sucia, como la que queda después de fregar el suelo de la cocina un domingo con
toda la familia en casa. No quiero ni pensar de qué “estaría hecha” esa lluvia:
dudo entre los sudores de la industria petrolífera o la central nuclear que hay
en esta costa. Mejor nos vamos a la playa con la fresca y disfrutamos de una
mar salada y limpia (no como la de ayer que no nos atrevimos ni a meter los
pies). Gente, ya hay demasiada en la playa a partir de las diez. Con
mascarillas muchos de ellos: bañador, móvil y mascarilla, ese es el kit playero
de este verano. No sé yo… Hoy he visto por primera vez (era ya tarde para mi
horario habitual) a los vendedores ambulantes que caminan por la arena: pareos,
gorras, gafas y trencitas senegalesas. No he visto a las orientales que
ofrecían otros años “masage, masage” porque imagino que nadie quiere que le
toquen el cuerpo a la brava estando las cosas como están. Veo el panorama y me
dan ganas de volverme a mi tierra, encerrarme en casa y mirar la vida por el
periscopio, pero ahuyento el pensamiento porque no quiero volverme paranoica.
Unos vienen en oleadas autobuseras o avioneras y otros no queremos mezclarnos
con el gentío, mi distancia de seguridad idónea sería en este momento unos cien
metros –lo digo con retranca, que conste. La rubia se ofrece en su exquisita
juventud a los rayos solares mientras le miro y me callo la boca ya que me ha caducado la autoridad moral de llamarle
la atención por hacer lo mismo que yo hice a su edad aunque las consecuencias
tuve que pagarlas bien caras. Ella sabe el peligro que corre pero piensa que no
le va a tocar a ella (el cáncer de piel) al igual que yo pienso que tampoco me
va a tocar “el bicho”. Nos fabricamos realidades alternativas donde nadie mande
más que nosotros. Qué ilusos (o imbéciles) somos. El piso está a la venta después
del fallecimiento de la matriarca de la familia y esta tarde me ha tocado abrir
la puerta a una inmobiliaria y unos potenciales compradores. Les ha gustado
mucho pero no han preguntado nada lo que para mí es una contradicción absoluta;
así es el tema, cuando lo vendamos tendré que buscar otro cobijo en “mi otro
mar” del que no estoy dispuesta a desperdirme por un quítame allá esa herencia.
Nos hemos dado el gusto de cenar bien, rico y con una atención extraordinaria,
los mejores profesionales de hostelería son los “de toda la vida” que miman a
sus comensales en vez de esquilmarles el bolsillo. Un paseo nocturno para bajar
las delicatesen y cruzar los dedos para una buena digestión. ¡Qué rico huele el
mar por la noche! Otro día felices, doy gracias. Fotografía: la rubia et moi
brindando por la vida.
Se te ha olvidado????: "Felices los felices"!!!
ResponderEliminarAyyy qué fallo tan tonto...es que cuando estoy con la rubia se me va el sentío...¡Gracias!
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