¿¡Pero qué nos ha dado ahora por
recrearnos en la negación de todo lo que se mueve!? ¿A qué viene esta
sinrazón de anular la esencia de las cosas? Que si la no Semana Grande,
que si las no fiestas de aquí o de allá, que si la no nueva
normalidad… ¡Basta ya de ahondar en el vacío! Que las cosas tienen un
nombre y su contrario, también. Si no va a haber Semana Grande, pues no hay y
punto, a ver si voy a tener que decirles a mis hijas que soy su “no madre”
porque no podemos estar juntas celebrando y compartiendo la vida, a ver si
resulta que soy la “no amante” porque con esto del coronavirus no hay
hijo de vecino que se arrime a nadie por miedo a convertirse en un “no sano”.
Rebobino y bajo el tono que estoy a punto de escribir con mayúsculas…
Ahora en serio, pero que muy en
serio. Primero nos obligaron a “desescalar” los picos montañosos que
nunca habíamos escalado, en un giro de birlibirloque que se inventó uno que
había suspendido las clases de lengua en la ESO. Luego nos dijeron que se
implantaría la “nueva normalidad” y no les dio reparo en utilizar una
mera contradicción entre los dos términos: nueva
y normalidad. Después –y esto no tiene visos de terminar- nos hablan del “Nuevo
Orden Mundial” como si hubieran inventado la pólvora, sin explicar al que
no sabe –supongo que porque “ellos” tampoco saben-, que ese término (Nuevo
Orden Mundial = New World Order) es más viejo que la pana y se lo han apropiado
para hablarnos de conspiraciones paranoicas que la gente comienza a creer con
la misma fe con la que desde hace dos mil años vienen creyendo las teorías
fantásticas e indemostrables del Antiguo y Nuevo Testamento.
Ahora estamos en el “no” esto y
“no” lo otro. Pronto terminarán las no vacaciones, llegará el nuevo no
curso, ya se ha celebrado la no Liga de futbol (a saber si los partidos se
jugaron primero y se editaron después para transmitirlos), en mi barrio hay un
local que ya es una no discoteca aunque siga abierto y un colega que,
por cierto cada día está más trastocado con todas estas no informaciones, me ha
dicho que a partir de ahora va a ser mi no amigo ya que no podemos
vernos ni rozarnos comme il faut, o
como mandan los cánones de toda la vida.
Siguiendo esa línea ahora podría
llegar a ser la no Alquimista porque ya sólo puedo dar no abrazos
y tengo que limitar el no intercambio de energías porque todo esto está
prohibido por el no gobierno que no gobierna sino que se limita a decir
lo uno y su contrario con la única variación del cambio diario de mascarilla.
Se ve que se las dan cada día gratis y
no como al común de los mortales, que me consta que la de 0,96€ que compraron muchas
personas a finales de junio todavía la siguen usando sin darse cuenta de que
llevan colgando (de la papada, del codo, de la muñeca o de la oreja de Van Gogh)
una no mascarilla que sirve para no proteger ni a quien la lleva ni al
que está enfrente.
Miedo me da despertar cada mañana
y conocer qué nueva boutade han pergeñado los que cobran el sueldo por
contarnos como es en estos momentos la no vida que estamos viviendo y
que ellos se dedican a no arreglar.
En esta última frase SÍ que está bien escrito el adverbio de negación,
mecachis.
Por cierto, la “no vida” es la
muerte, sin más florituras lingüísticas y ya estamos en ese camino sin retorno del
que habló el padre del existencialismo (Sören Kierkegaard), ese “morir en vida”
que se enraiza con la actual no libertad. Por no liarme más: tengo la
certeza de que nos están liando malamente.
Felices los felices.
LaAlquimista
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