miércoles, 11 de noviembre de 2020

Aquí y ahora

 

Aquí y ahora

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Recuerdo el tiempo en el que me disgustaba la realidad que me tocaba vivir y para paliar el impacto, me enseñaron la feliz técnica de la abstracción, también llamada “control mental”, que permitía a los discípulos esforzados desplegar las alas libertarias y volar cerrando los ojos lejos del lugar oscuro de la mente. Algo parecido a lo que se dedicó el Conde de Montecristo para no caer en la negrura de la locura. O Mandela y Mujica en la cárcel real y no literaria.

Ahora pintan bastos y estos tiempos son poco proclives a la reflexión, que no es invitada de gusto en las casas donde reina la incertidumbre, el dolor y, cómo no, el sempiterno miedo. El ahora hace su entrada sin trompetas ni alfombra roja; por la esquina más oscura entra y por la otra –también oscura- sale a todo correr. A empellones se le obliga a hacer el famoso mutis por el foro teatral. ¿Por qué ocurre esto?

Cuando llueve esperamos a cubierto a que escampe aunque también exista la posibilidad de salir a bailotear alegremente en los charcos. Si el sol aprieta nos resguardamos bajo una sombra despreciando a la gran estrella que permite que sigamos vivos. Por la noche esperamos con ansia el nuevo amanecer y olvidamos soñar bajo las estrellas. El amor cansado suspira con romper las cadenas a las que se aferró un día y sueña con la nostálgica libertad. Nunca estamos conformes con lo que la vida a cada instante nos ofrece, que no es otra cosa que la capacidad de vivir.

A veces pienso que estamos atados a una vieja butaca en un viejo cine de barrio obligados a ver completa una película que no hemos elegido y, en un intento de escapar, cerramos los ojos soñando con el momento en que acabe y podamos salir a la luz sin darnos cuenta de que, como no puede ser de otra manera, la vida no ha avanzado apenas nada mientras estábamos adormecidos en la oscuridad.

Ahora mismo la mirada está puesta en las próximas Navidades. Haciendo cábalas y sufriendo de antemano por lo que imaginamos que se podrá hacer…o no. Sufriendo gratuitamente y a priori la pelea de si cuántos y dónde, por qué y cuándo. Agoreros todos del futuro común, cruzando los dedos para que no nos vaya peor que al vecino. Los niños sueñan con su fiesta y los mayores en qué regalar, qué poner en la mesa y se rompen la cabeza argumentando –todavía en silencio- a quiénes excluirán de la celebración para preservar su salud física aunque la emocional quede devastada.

Viendo lo que se muestra sin vergüenza y escuchando lo que farfullan sin pudor, decido no adelantarme en el calendario de mi vida ni un solo día: hoy es lunes de otoño y la lluvia limpia las calles, alimenta los vegetales y purifica al que no se resiste a lo que ES. Hoy es un día que tengo que vivir en profundidad y con plena consciencia aunque no haga nada más “importante” que cocinar unas lentejas, acercarme a ver el mar y respirar la vida del momento presente, la que hay ahora, la que se me regala en estos instantes.

La bola de cristal se me rompió hace ya muchos años mientras la lavaba; se me escurrió y comprendí que no sólo no la necesitaba para nada sino que estaba ya muy harta de que me fallara. Siempre seguirá habiendo visionarios, pero no los quiero a mi lado, sobre todo porque se han convertido en agoreros y me huelen muy mal.

Me planto hoy aquí y ahora; mañana, será otro día.

Felices los felices.

LaAlquimista

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