miércoles, 11 de noviembre de 2020

Orgullo

 

Orgullo

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RAE: “Exceso de estimación hacia uno mismo y hacia los propios méritos por los cuales la persona se cree superior a los demás.” Vaya por delante la definición académica para que no haya duda alguna del tema de este post. Conceptos similares son: soberbia, altanería, engreimiento, vanidad, arrogancia y altivez. Y no sigo para que cada cual añada en voz baja algún otro sinónimo que se le haya ocurrido.

Con estos mimbres quería hacer una reflexión sobre la tan arraigada costumbre educacional que existe en nuestra sociedad de considerar el “orgullo” como algo positivo sacándolo del saco de miserias del que no sé yo si debería salir. ¿Por qué valoramos a las personas orgullosas como si fueran ejemplos éticos, morales y sociales a seguir? ¿Por qué se sigue aplaudiendo al que pone su silla un escalón más alto que la de los demás? Las respuestas están ahí, al alcance de todos, no están flotando en el viento como en la canción de Dylan.

Reflexiono sobre el tema cuando un conocido me vendió la excelencia de un vehículo que se acababa de comprar, de segunda mano, con más de 100.000 kms. –de gasoil- por un precio interesante, ensalzando su compra por encima de los vehículos nuevos, abundando en tecnología, que se ofrecen ahora mismo en el mercado. Como no entendía de qué podía sentirse orgulloso le hice saber mi desconcierto a lo que él contestó: “es la mejor compra que he hecho en muchos años”. Y me dejó a dos velas y sin entender nada.

Otro chascarrillo me viene a la mente cuando fui a comprar un paraguas y dio la casualidad que estaba en compañía de un amigo el cual se empeñó en revisar las varillas de los que me ofrecían –para ver si eran metálicas, de aluminio o de algún compuesto prohibido por la ley- a lo que le pedí amablemente que no se preocupara, que un paraguas no va a ningún sitio que modifique el orden mundial; pero él se empeñó en revisarlos, haciendo acto de soberbia sobre la empleada del comercio a la que dejó como si fuera la tonta del bote. Le dije que era un “metomentodo” y él contestó que se sentía muy “orgulloso” de que nunca le dieran gato por liebre.

Entonces me pongo a pensar en las veces que me muerdo la lengua para no hacer callar al bocachanclas que sabe más que todos los cuñaos juntos y se pone de puntillas para que su opinión prevalezca por encima de la de los demás en un acto de amor hacia sí mismo sin parangón. También me obligo a pensar en las veces que he hablado demasiado porque creía que sabía algo que los demás ignoraban y me empeñé en hacérselo saber cometiendo el mismo pecado que tan manifiesto me resulta en los demás.

Ser orgulloso no es lo mismo que estar orgulloso de algo o de alguien. Curiosamente, la misma palabra es un arma de doble filo que puede volverse contra quien la utiliza dejándole a la altura del barro y a la vez sirve para ensalzar a quien es merecedor de reconocimiento y admiración.

Es lo que tiene nuestro idioma, que hay que saberlo manejar con mucho cuidado para que no se entienda lo contrario de lo que queremos decir ni se digan las cosas al revés de lo que debería entenderse.

Para ayudarnos con los trabalenguas, tenemos los refranes, maravillosos compendios de la sabiduría popular que toman por fuente la ignorancia individual. “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Ahí nos han dado a todos los “orgullosos” en la línea de flotación.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Ilustración de María Acha-Kutscher (SOFONISBA ANGUISSOLA)

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