miércoles, 11 de noviembre de 2020

La vida no es durar sino vivir

 

La vida no es durar sino vivir

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Ningún ser humano en ninguna circunstancia quiere renunciar a la cuota de vida que cree que le queda por vivir deseando que sea ésta extensa tirando a extensísima. Me detengo para reflexionar acerca del inmenso número de suicidios que se contabilizan diariamente pero de los que no se nos da debida cuenta puesto que a los que quieren seguir vivos estos datos no les interesan. Así que hablaré de los vivos, incluso de los “vivos” con comillas ganadas a pulso.

Mi difunta madre, con los 92 cumplidos, se quejaba continuamente de que ya no le interesaba la vida en las condiciones a las que se había visto abocada por su deterioro físico y psíquico. Sin embargo, cada vez que se le avecinaba un síncope tenía la suficiente lucidez –y rapidez- como para hacer que se llamara al 112 o “a un buen médico”. Se aferraba por instinto a la vida aunque su raciocinio le llevara a no estar conforme con ella.

Como si el fin de nuestra existencia fuera la durabilidad, llegar cuanto más lejos mejor –o aunque sea peor- y poder decirse a uno mismo: “ya cumplí los 90, a ver si llego a los 100”… al precio que sea, que casi siempre es tan alto que no sé cómo no hay más personas que renuncien a pagarlo.

En este comienzo de otoño del año 2020, con una pandemia asolando el globo terráqueo, el fin principal de las personas es precisamente ése: durar. O sobrevivir al precio que sea. Meterse en una burbuja protectora que haga que el calendario pase desapercibido mientras corremos desesperados hacia la siguiente estación donde, confiamos, todavía seremos capaces de subirnos al tren de la vida del que nos hemos bajado por miedo, precaución o psicosis personal o colectiva hace ya varios meses.

“La vida no es para durar, la vida es para vivir.” De alguna de mis últimas lecturas he repescado esa frase que me impactó sin remedio. Una frase llena de sentido, de un valor difícilmente soslayable, una de esas “perlas cultivadas” que deberíamos escribir en un post it y pegárnoslo en la frente (o en cualquier lugar donde la podamos tener presente en todo momento).

Yo no quiero “durar” a cualquier precio y es por eso que hace ya muchos años redacté y registré mi Testamento Vital no vaya a ser que me dejen vegetando mirando al techo sin más objeto que salvar un alma inmortal en la que no creo en absoluto. Pero esto no va de creencias religiosas, sino de aferrarse a la vida aunque ésta esté devaluada, desangelada, sin gracia alguna.

Me cuentan de personas “mayores” que llevan meses sin salir a la calle por miedo a contagiarse del virus que nos acosa; ancianos que se consumen en su soledad y pena para poder “durar” a cambio de “vivir”. Se veía venir, alguien lo predijo, que esta pandemia sacaría lo peor de nosotros mismos y que toda la sociedad se vería impelida a modificar sus valores morales (los que los tuvieran, claro está).

De principios y finales no quiero hablar porque allá cada cual con sus convicciones, pero sí que me apetece manifestar que, en lo personal, -que es lo inamovible, lo respetable y lo que define la libertad del individuo- mi intención no es durar…sino vivir.

Al precio que sea, claro está.

Felices los felices.

LaAlquimista

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