miércoles, 11 de noviembre de 2020

Un día tonto

 

Un día tonto

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Ayer limpié el coche, que es algo que me fastidia tanto como que me lo caguen las palomas; bueno, pues a la noche, con toda la alevosía del toque de queda, se puso a jarrear y por la mañana mi peculiar F.Y. (Forever Young) amaneció lleno de churretes como cuando lloras con el rímel puesto: un asco, vamos.

De vuelta de sudar la camiseta a golpe de zapatilla y bastón, mientras me duchaba, cortaron el agua media hora ANTES de lo anunciado en un papelajo pegado al espejo del ascensor para no sé qué faenas de mantenimiento que las tienen que hacer justo a la hora en que las amas de casa cocinan y las que no cocinamos hacemos la toilette diaria. Al mediodía, hay que tener mala sombra y ganas de fastidiar al personal, pero cualquiera abre la boca para protestar, menudos son los del gremio de las tuberías como para decirles a qué hora tienen que hacer sus cosas.

El cartero aporreó la puerta justo cuando salía del “bañus interruptus”, me traía un certificado el bueno de Tomás, que ya se conoce mis horarios (madrugo, salgo a patalear por el monte y vuelvo a la hora del ángelus –las doce para quien no haya ido a colegio religioso en los años sesenta). Salí con el albornoz en plan burka –ninguna mujer abre la puerta medio desnuda, qué imaginación tienen algunos para mentir- y le canté el DNI para que me entregara una mierda de certificado con acuse de recibo de… ¡la Generalitat de Catalunya!

Durante unos segundos pensé que el apocalipsis zombi estaba ya rondándonos hasta que rasgué –medio histérica- el sobre y me encontré con una foto en blanco y negro de mi F.Y. (ver traducción más arriba) con la matrícula bien visible. Cien euros por circular a 75 kms. donde la limitación era de 60 Km/hora. Me dio por carcajearme ya que soy muy consciente de que hace un mes, por la autopista del Mediterrani, se me puso el pedal del acelerador medio loco y marqué los 170 (sin querer, lo juro).

Cuando el día viene torcido lo enderezo a bofetadas, así que me puse un vermú de Reus –el mejor del mundo mundial-, abrí una lata de berberechos y me di un homenaje mientras se calentaban las lentejas recién descongeladas. Les puse unas guindillas y un trozo de morcilla –la sobriedad me mata- y rematé la faena con un trozo de queso y sus correspondientes sacramentos (para quien no lo sepa: nueces y dulce de membrillo).

El descanso por prescripción facultativa de después de comer (léase siesta) fue interrumpido a los quince minutos por el telefonillo de la cocina en plan alarma antiaérea. No suelo hacer ni caso porque casi siempre son los de “propaganda, me abre” que abusan de llamar al timbre de arriba a la derecha con una gran falta de imaginación habiendo como  hay otros cuarenta timbres en el teclado. Pero como la murga seguía descolgué en plan “WTF” (esto no lo traduzco, quien no sepa qué significa que lo busque en Google) y, mira tú por donde, el repartidor de Amazon que me traía el último libro pedido (la librería del barrio no puede proveerme de lo que quiero porque no se lo sirven del almacén -dicen).

Como un libro nuevo me emociona casi tanto como un piropo de los de antes, me acomodé para hojearlo primero (el olorcillo del papel, que me alborota las papilas gustativas como un queso camembert) y ojearlo después leyendo la carátula, la sinopsis de atrás, la contraportada, fijar en mi memoria los datos de la autora o el autor –me sorprende lo jóvenes que son ahora quienes publican libros y los venden; en fin, ponerme otra vez en paz conmigo misma en particular y con el mundo en general.

Cuando abrí el PC para ver mis páginas de socialización (léase Facebook y etcétera) me encuentro un email de Atención al Cliente de RENFE en el que me indican –para pasmo mío- que atienden la reclamación que realicé con fecha 15 de ABRIL y que próximamente abonarán en la tarjeta xxxxx el importe demandado. Me da un subidón porque sé que soy una privilegiada. Por cierto que estaría bien que me reembolsaran antes de que la pandemia acabe con todos nosotros.

Soy una persona moderadamente feliz –me gusta expresarlo así-, que cuando me preguntan que como estoy contesto “quitando lo malo, bien”, así que hoy también, aunque haya sido un día tonto… la vie est belle!

Felices los felices.

LaAlquimista

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Fotos para mis nietos del “Año de la Pandemia!

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