lunes, 2 de noviembre de 2015

Volverse a enamorar



Ni siquiera cuando era joven pensé que el amor era exclusivo de los jóvenes; yo no fui de esas que apostrofaban de “patéticos” a dos personas mayores cogidas de la mano ni me reí nunca ante el beso en la boca de unos septuagenarios. El amor y sus manifestaciones me han parecido siempre un milagro y como tal lo respeto y venero. Aunque ahora hay mucho “estrecho” que dice que es de poca vergüenza que los ancianos se enamoren o, sin ir tan al extremo, que si dos personas talluditas –pongamos de más de cincuenta años- sienten algo la una por la otra pues bueno, de acuerdo, pero que no hagan el ridículo en público como si tuvieran veinte años.

¿Qué son los besos, yogures que caducan? ¿Qué los abrazos, qué el mirarse a los ojos, patrimonio de la humanidad menor de treinta años?

Cuando uno se enamora de escapa del mundo y se eleva, se eleva –hasta esa estratosfera donde no hay sentido del ridículo, ni convencionalismos sociales, ni escándalo público, ni juicios ni prejuicios- y es allí donde se mezclan la pasión y la ternura, el deseo y la dulzura, es en ese espacio inviolable, único e intransferible, donde se gestan los sueños eternos que van a durar lo que duran las cosas del amor, pero que en esos momentos van hasta el infinito y más allá.

Si hablamos de endorfinas está claro que su segregación remite con la edad física; si vamos a contar prestaciones amatorias, la próstata juega malas pasadas y la menopausia unas cuantas también. Si nos quedamos en lo puramente físico no se puede comparar, -afortunadamente-, porque el corazón no resiste siete orgasmos a partir de cierta edad-, ni se puede comparar ni hace falta hacerlo.

Pero se me ha ocurrido hablar de volverse a enamorar, esa magnífica posibilidad que nos sigue acechando, incluso a quienes estamos ya en el otro lado de la montaña, “over the hill”, empezando a bajar la pendiente que se vislumbra desde la cumbre.

Un enamoramiento a los ocho años es dulce y no patético. El mismo sentimiento a los sesenta o setenta también puede albergar toda la dulzura de las mariposas en el estómago porque es un círculo que se cierra –el de nuestra existencia- y el amor sigue estando presente aunque no se manifieste con estridencias, seguramente porque no se lo permitimos.

Volverse a enamorar…habría dos bandos opuestos si se lanzara la pregunta al aire. Uno, el de los gatos escaldados que ya han sufrido y padecido las mieles y hieles del amor y que prefieren no volver a intentarlo para ahorrarse el sufrimiento que lleva implícito el gozo. Otro bando, el de aquellos soñadores, corredores de fondo, que no cejan aunque se cansen, aunque se caigan, porque sienten en su interior que, a pesar del precio a pagar, vale la pena volverse a enamorar.

Por supuesto que no es todo tan fácil como decir: “hala, pues me apetece volverme a enamorar y voy a hacerlo”, porque cuando se busca se encuentra o no se encuentra y en la espera también se desespera, aunque influye mucho la actitud. Si ésta es abierta y positiva, esperanzada y alegre…llegará mucho antes de lo imaginado. Si, por el contrario, las puertas están cerradas es imposible –o lo dejamos en improbable- que ocurra. Quien tiene muy claro en su interior que nunca volverá a amar, está echando sobre su mente esa certeza convertida en sentencia, está proyectando esa fuerza –negativa, pero fuerza- hacia afuera y rebotará en los demás y le volverá a su corazón entera y reforzada. No volverá a amar.

Luego están (estamos) “los otros”, los que siguen cuidando a su “niño interior” y despiertan cada mañana sintiendo que ése puede ser un día feliz –hoy mismo- y que a la vuelta de la esquina, quizás, se detengan en una persona-humana que haga saltar por los aires las manías, las costumbres adquiridas de tanto tiempo sin enamorarse y resurjan con fuerza los deseos de volver a tropezar con la misma bendita piedra del amor.

Por y para ellos mi post de hoy. Porque el enamoramiento es bueno para la piel a nuestra edad, quita arrugas en vez de sacar espinillas, nos permite abrazarnos en camas de 2 x 2 en vez de en bancos de los parques y no hay que pedir permiso a los padres para ir a dormir a casa de un amigo. Sinceramente, no le veo más que ventajas…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

1 comentario:

  1. “El amor”:

    Carta de Albert Einstein a su hija años 80, Lieserl, la hija del célebre genio, donó 1.400 cartas escritas por Einstein a la Universidad Hebrea, con la orden de no hacer público su contenido hasta dos décadas después de su muerte. Esta es una:

    “Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la incomprensión y los perjuicios del mundo. Te pido aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación.

    Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el AMOR.

    Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.
    El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe.
    El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras.
    El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo.
    El amor revela y desvela.
    Por amor se vive y se muere.
    El Amor es Dios, y Dios es Amor.
    Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo.

    Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E= mc2 aceptamos que la energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.

    Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser siente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta.

    Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada. Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.

    Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo, necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última respuesta!”.

    “Ama a quien te ama, valora a esa persona que esta junto a ti, incluso en los momentos en los que ni tu mismo(a) te soportas,quienes te aman están junto a ti en los momentos difíciles, fácil es estar en los buenos momentos, difícil es que estén junto a ti cuando más necesitas apoyo y atención. No permitas que la costumbre de tenerlo o tenerla, te arrebate ese alguien especial que la vida te ha dado.

    Recuerda que en los seres humanos el exterior no siempre demuestra lo que en el interior se siente, cuida, escucha, atiende, y sobre todo AMA. Hasta que tus fuerzas se agoten, y si te agotas, descansa y vuelve a amar. Renueva los sentimientos y no desmayes. Se feliz y haz feliz”.


    “Tu padre: Albert Einstein”

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