jueves, 20 de abril de 2023

Mi viaje "solitario" por Vietnam y Camboya.

 

Viaje “solitario” por Vietnam y Camboya

Acabo de volver de viaje. De uno de esos recorridos que parece que necesito hacer escapándome de la rutina protectora y lanzándome –maleta interpuesta- a la vorágine real que es la vida de los aeropuertos, a una cultura lejana donde no se bebe vino o no se concibe sin pena a una mujer sola. Un viaje circular que termina exactamente en el mismo punto del que partió: el espejo de mi cuarto de baño mirándome fijamente a los ojos.

He ido y he vuelto. He cambiado mi cómoda rutina por otra de madrugones, alimentos irreconocibles para mi vademécun estomacal, un idioma que creo que hablo pero en el que no les entiendo. Usos y costumbres que vienen marcados a fuego por leyes estatales e intransferibles que si las infringes, tendrás un problema que nunca hubieras ni imaginado. *Como el funcionario de la Aduana del Aeropuerto de Hanoi que exigió en dos ocasiones y de forma expeditiva que hubiera silencio absoluto en la cola de docenas de personas previa al control de pasaportes.

Vietnam es comunista de manual, no de forma “light” como en otros países donde “existe” el partido comunista. Allí todo es “perfecto” gracias al legado del “excelente y queridísimo Tío Ho” (Apelativo cariñoso hacia su bienamado y por siempre venerado ex presidente Ho Chi Minh). Todo está escrito y reglamentado, atado y bien atado. Desde los hijos que se pueden tener (en teoría) hasta los metros cuadrados de la parcela de tierra (propiedad del Partido) en la que el campesino podrá cultivar arroz para dar de comer a su familia. Gracias al Estado/sistema, los ricos son muy ricos y los pobres no pasan hambre. **Ho Chi Minh – Wikipedia, la enciclopedia libre

Ya no hay guerra con bombas ni “agente naranja”, sino tiras y aflojas con las empresas multinacionales que hacen rico a un país que sabe vender(se) a occidente. *Empecé a mirar las etiquetas de mi ropa y casi se me cae el alma a los pies. En la ciudad de Hoi An, un artesano zapatero/encurtidor se ofreció a realizarme unas sandalias a medida, con cuña acolchada, pudiendo elegir el modelo y los colores del cuero utilizado, y llevármelas al hotel a las pocas horas, por el mismo precio que pagaría por una birria de polipiel en cualquier zapatería de por aquí: 35$.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En Vietnam el turista (o el viajero) no puede salirse del tiesto porque no le van a dejar. Como si hubiera una línea amarilla que delimita el siguiente paso y que constantemente te recuerdan que no debes traspasar. Prohibido casi todo, pero con la sonrisa condescendiente de que todo es permisible si el dios al que  veneran extraoficialmente concede sus indulgencias. Un país comunista (de los cinco que quedan sobre el mapa: Corea del Norte, Laos, Cuba y China) Un país que venera a sus ancestros y quema incienso en los altares del capitalismo, su único Dios, el dinero. Como en el resto del mundo mundial. Presidente de Vietnam – Wikipedia, la enciclopedia libre

    • Crucero por la bahía de Ha Long. Silencio ancestral.
    • * De camino hacia el “momento Zen” con poliespan en primer plano.
    • *Madre con dos hijos en moto. Los cascos son de juguete.
    • Los animalitos son bienvenidos en los templos. Hanoi.

  • Influencers en la Ciudad  Sagrada de Hué.
  • War remmants museuem. Saigón. (Ciudad Ho Chi Minh) Helicóptero norteamericano, vestigio de la guerra.
  • *Ofrendas en el rio HoiAn.
  • Lancé mi farolillo con su vela al río pidiendo mi súplica. La barca se balanceó de mala manera y a punto estuve de darme un remojón. La luna llena me ayudó y aunque esté movida la foto, se queda todo en mi corazón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De un país rico –o en vías de conseguir serlo en muy poco tiempo-, con una historia cruenta de invasiones y colonizaciones y guerras intestinas,  he transitado a su “pariente y vecino pobre”: Camboya. Tan similares y, sin embargo, tan distintos. Tan cercanos y a la vez circulando por carreteras secundarias con el fin de pillar el atajo que les lleve lo más rápido posible al templo de “la sabiduría” o del Nirvana o del Dow Jones. Bien adoctrinados, los precios se marcan en dólares USA, más codiciados que el riel local. *Conjunto residencial del Palacio Real. Habitado en parte por su actual soberano Norodom Sihamoní – Wikipedia, la enciclopedia libre.

Contar un viaje es aburridísimo, excepto que te financie una publicación por relatar cuatro obviedades e ilustrarlas con “fotazas”. Si eres “periodista de viajes” o “influencer global”, todo llevará una pátina de glamur tan falsa, tan falsificada, como los accesorios de marcas famosas y europeas que cuestan un riñón y por aquí se venden a precio de “outlet”.

¿Cómo va a aumentar el valor de mi esencia interior, de lo que yo soy como persona, por el hecho de ponerme etiquetas dorsales

(falsas) de miles de dólares?

He viajado sola acompañada de gente desconocida. Como la vida misma, por otra parte. Aunque tengamos una pareja para ir de la mano, la procesión (solitaria) va por dentro. Soy la misma aquí y allá, en habitación (doble uso) individual o  compartiendo una pizza para dos.

La vida está llena de gente desconocida a la que no siempre beneficia conocer. Por eso es tan importante –al menos para mí- encontrar las claves para saber vivir con reglas individuales aunque haya muchos momentos en los que venga bien “viajar en grupo”.  

No me quiero engañar. En Vietnam y en Camboya estoy tan sola o tan acompañada como en Donostia-San Sebastián, porque la gente miente lo mismo en la terraza de un hotel con vistas al Mekong que en la cocina de su casa mandando un whatsapp.

Mi viaje por otras tierras ha sido más solitario que nunca porque cada vez voy añadiendo puntos al placer de ser un “verso libre” y no verme condicionada –más allá de lo que yo misma acepto- y escribir mi propio “poema” en la rima que más me gusta.

*

Mi viaje sigue siendo un viaje hacia adentro aunque le ponga sellos al pasaporte. Cuesta comprenderlo (y admitirlo), pero me siento bien no echando en falta todo aquello que no necesito para vivir en paz. Aunque los demás lo tengan…

Felices los felices, de vuelta al lío conmigo misma.

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Texto y fotografías: Cecilia Casado

Mente vs corazón. La eterna pelea

 

Mente vs corazón. La eterna pelea.

Cecilia Casado *Hijas con madre” Óleo sobre lienzo. (2022)

Si algo me define es el racionalismo y su consecuente pragmatismo. De siempre he sido resolutiva y práctica, lo que se suele llamar “con los pies en el suelo”, aunque en algunas sonadísimas ocasiones he metido la pata hasta el corvejón dejándome llevar por quimeras ilusionantes que alguien –y no digo que con mala intención- me metiera en la cabeza.

Pero fueron otros tiempos que forjaron la urdimbre presente que me tiene amarrada al sillón de la realidad sin posibilidad de ensoñaciones. Es decir: que la única ilusión que me queda es la de despertar cada mañana y que no me duela nada. Y, curiosamente, ahí es donde duele.

Fui una niña cariñosa que recibió muy poco cariño. Luego, una jovenzuela ávida de calor humano que buscó abrazos de los de la época, aquellos que no los iba a separar sino la muerte. Creí –porque había que creer en ello- que el binomio amor/familia podía funcionar. Me equivoqué. O me equivocaron, ya no me acuerdo.

A partir de los cincuenta años constaté en propia carne que la familia es el eje inamovible alrededor del que funciona nuestra sociedad aunque lo haga a trancas y barrancas. El caso es que tuve hijos porque quería formar mi propia familia, para exorcizar la tendencia heredada a darnos puñaladas entre colaterales y que se mantiene con bastante furor a día de hoy.

La familia. Mi familia. Mis hijas. Mis nietos. Una entelequia para mí. Un germen de normalidad que se me escurrió como agua entre los dedos cuando mis hijas formaron su propio nido en países lejanos o muy lejanos. Hicieron su propia vida, buscaron su propio destino, formaron su propio núcleo familiar –como hice yo cincuenta años antes sin que nadie me lo impidiera-.

Ahí es donde mi mente racional acepta sin paliativos la realidad y las circunstancias que me están tocando vivir. Nada que objetar, ninguna queja.

Pero en justicia también debo escuchar a mi “corazoncito”, ese que se resiente por no ver crecer a mis nietos, por no poderles contar cuentos, ni jugar con ellos ni abrazarles ni hacerles regalos poco ortodoxos a espaldas de sus padres.

Ese corazón que se encoge cada vez un poquito más por no poder disfrutar del día a día de mis hijas, por no poder compartir sus sueños, sus trabajos, sus retos vitales alrededor de una taza de té y un trocito de pastel –o de una caña y un pintxo de tortilla-.

La ausencia de todo lo cotidiano en una familia: acompañarse al médico, salir de compras, comer de vez en cuando en grupo hablando de lo divino y de lo humano, discutiendo incluso porque no todos pensamos igual. Que te pida tu hija que le cuides al pequeño porque tienen que ir a terapia con la mayor. Que les prestes tu coche porque el suyo está en el taller. Pasarles unos tuppers con la sopa de pescado que tanto les gusta. Esas cosas. Nada del otro mundo. Lo que tanta gente ha conseguido sin tener que luchar por ello. Como si fuera lo más normal del mundo –que lo es-.

Mi corazón me dice que se avecinan tiempos oscuros conforme la edad vaya destilando sus propias goteras, cuando los recuerdos felices se vayan diluyendo y ya no haya materia prima para cocinar otros nuevos. Me quedo con lo que tengo en la mochila emocional y afectiva, lo guardaré como si fuera el capital que se tiene en el banco para alimentarse en la vejez.

Mi mente racional todavía está firme. Mi corazón cansado quiere tirar la toalla. O como dicen los que no piensan demasiado: “es lo que hay”. Y cuando todo se desmorone, no lo quiero ni dudar, ya me cuidará la Diputación que para eso está.

Felices los felices.

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Renacen los libros por primavera

 

Renacen los libros en primavera

*”Mujer leyendo” Henri Matisse (1903)

Es durante el invierno cuando más a gusto me sumerjo en la lectura aunque la imagen idílica del sillón orejero al lado de la chimenea no es más que eso para mí, un cuadro para la imaginación, mi piso no cuenta con esos lujos. Porque el lujo en sí es poder disfrutar de tantos libros como me apetezca leer; tomándolos prestados de la biblioteca, comprando alguno que otro como autoregalo que me hace feliz, recibiéndolos como regalo o como trueque amistoso a través del “Comando Chardonnay”.

Todo esto para contar que he leído bastante (y bastante bueno para mi poco “intelectual” gusto) y que lo comparto porque mi opinión es sincerísima, no manipulada por intereses espurios ni ganas de vender nada a comisión.

Lecturas livianas: (para pasar un buen rato y quizás hasta para reflexionar otro rato.)

“Adiós, pequeño” de Máximo Huerta (2022) Delicado relato amoroso de la relación que el autor mantiene con la enfermedad y cuidado de su madre anciana. Una prosa llena de poesía. Una autobiografía con poco morbo y mucho amor. Delicioso.                   8/10

“En la sombra” (Spare) Autobiografía del hijo pequeño de Lady Di. De J.R. Moehringer (2022) Otro prejuicio que he tumbado leyendo esta “autobiografía, descarnada y creyéndomelo (casi) todo. Y no deberíamos criticar tanto a los británicos y su obsesión monárquica que aquí también tenemos de todo lo imaginable e inimaginable. No hay morbo (apenas), por eso me ha gustado el relato. Obviamente está muy bien escrito puesto que el “escritor fantasma” es un renombrado periodista y Premio Pulitzer.               7/10

“El ladrón de rostros” de Ibon Martin (2022) Otro noir “termomix”. Más asesinatos en serie, esta vez en Oñati (Gipuzkoa) en el entorno del santuario de Arantzazu. Es lo más parecido a meter los ingredientes precisos en la proporción adecuada y darle al botón y ya sale otro thriller perfecto. Luego se le añade una campaña publicitaria bestial y…¡a vender que son dos días! (De la biblioteca, compré dos de sus novelas anteriores, pero ya he aprendido la lección.            6/10

“Las mil y dos noches” de Carole Geneix (2018) La editorial Siruela la vende como una novela policíaca pero no es tal se pongan como se pongan. Es un relato de amores, intrigas y sueños perdidos en la Belle Epoque francesa. No digo que no sea entretenida, pero hasta la página 100 no aparece el crimen anunciado. No está del todo mal para ser la primera novela de la autora,  6/10

“Nadie lo ha oído” de Mari Jungstedt (2004) Floja la intriga y floja la trama y poca calidad literaria. Es el primer (y me temo que el último) libro que leía de esta “famosa” autora de novela negra sueca. Leído en diagonal y devuelto a la biblioteca muy rápido.        5/10

“Crimen en la colina” de Carlo Flamient (2008) Un lío inmenso de personajes para una trama detectivesca que ni fu ni fa. Se lee cuando hay que despejar la mente y se olvida fácilmente.     5/10

Lecturas enjundiosas: (que ayudan a incrementar el acervo cultural, a la vez que estimulan el intelecto)

“Tres días y una vida” de Pierre Lemaître. (2016) Un niño de doce años asesina a un niño de seis. Un impulso irreprimible y terrible que marcará su vida con el estigma del miedo a ser descubierto. Esa angustia acompaña al lector a lo largo de toda la historia. Brillante, negro negrísimo y humano humanísimo.  El maestro Lemaître no decepciona.      9/10

 “La familia” de  Sara Mesa (2022) La narración perfecta (y perversa). Una familia modélica y tóxica. Podría ser la tuya o la de cualquiera (de la mía me retumban coletazos) porque todos estamos en el mismo barco de costumbres apestando a culpa, a obligación y a silencios.     ENTREVISTA: Sara Mesa: “Madres y abuelas han sacrificado sus vidas por cuidar a otros, pero no las convierte en admirables, sino en víctimas” (eldiario.es)       Regalo de mi hermana que ya circula en el “Comando Chardonnay”             8/10

“Hija”  de Nadia Fabo (aka Nerea Mg) 2023 Poemario de dolor de una vida en prosa, incluso para quienes no son amantes incondicionales de la poesía. Todo lo que Hija siente por Padre y no se ha atrevido a expresar. Esta poeta es “molesta” porque no deja títere (familiar) con cabeza. Ya lo he leído varias veces…privilegio de comprar los libros.    (Disponible)        8/10

“Tina Turner en la cola del hiper”  de Nadia Fabo (aka Nerea Mg) 2022. Poesía cotidiana. Poemas locos, rítmicos, bailables, agudos agrestes, bestiales. Es “tu vida o la mía, todas caben en estas páginas.”                    8/10

“Nunca delante de los criados” de Frank Victor Dawes (2022)  Terribles testimonios de cientos de criados ingleses que respondieron a la demanda del escritor para escribir este libro-ensayo. Una época cruel que tiene su réplica actual en el servicio doméstico venido de otras latitudes para cuidar de nuestros mayores. Ya no hace falta ser inglés ni vivir en “Downton Abbey”.                          8/10

“El canto de las montañas” de Nguyen Phan Que Mai (2020) La historia de un país (Vietnam) tenazmente invadido y colonizado para acabar “liberándose” gracias a la dictadura del comunismo actual imperante en la zona (Laos, Corea del Norte y China). Lo escribe la gran poeta nacional y minimiza el impacto literario con los tintes poéticos que tan bien sabe utilizar. Comprado y disfrutado.        (Disponible)        8/10

“El simpatizante” de Viet Than Nguyen (2015) Otro premio Pulitzer que cuenta la historia de Vietnam en los últimos cien años. La narración –como siempre- corresponde a la visión del ganador de la última guerra intestina. Un repaso de “cultura general” que me faltaba y estoy disfrutando poniendo al día.             8/10

“Todo va a mejorar” de Almudena Grandes. (2022) Novela póstuma de la gran autora en forma de distopía sobre la “nueva normalidad” consiguiente a la pandemia de COVID-19 asoló el mundo (Ya es casi historia) Almudena escribió esta su última obra (ella lo sabía) mientras luchaba contra el cáncer. Comprar esta novela es mi pequeño homenaje. (Disponible)        7/10

“Cicatriz” de Sara Mesa (2015) Autora obsesiva en la creación de sus personajes para dotarlos de todas las miserias del catálogo humano. Se lee bien, aunque escuece bastante. Dispuesta a leer toda la obra de esta escritora.               7/10

“Los diques” de Irene Solá (2018) La primera novela de la autora de “Canto yo y la montaña baila” cuya deliciosa lectura no puedo olvidar. Aquí nos presenta juegos de narrativa con fondo rural, anticipando su próxima obra.       7/10

Lecturas con peso específico: para abandonarse a ellas en cuerpo y alma y aprender.

“Todos naúfragos” de Ramón Lobo. (2015) Autobiografía rabiosa contra la figura del padre. Confesiones familiares con sesgos truculentos. Una gra reflexión sobre el miedo y la muerte. (Ramón lleva un tiempo largo luchando contra el cáncer, escalando su propio “Everest”. Como si el libro hubiera sido premonitorio, como si se hubiera abierto la caja de Pandora. Sus seguidores le mandamos mucho ánimo y cariño en su cuenta de Facebook)              8/10

“La mujer helada”.- de Annie Ernaux (1981) Premio Nobel de Literatura 2022. La autora reconoce ser la protagonista de la historia narrada. Pero… ¡cuántas mujeres podemos identificarnos con esta cruel y cotidiana historia de una mujer “dominada” por la sociedad y el “qué dirán”.  Leí en su día algunos de sus libros y ahora me apetecía esta relectura, poco actual afortunadamente para nosotras y nuestras hijas.         8/10

“Memoria de chica”.- de Annie Ernaux (2016) Remembranza de las primeras y frustrantes experiencias sexuales. La culpa siempre la culpa, la educación represiva y religiosa. En Francia, también.                                          8/10

“El palazzo inacabado” de Judith Mackrell (2019) Venezia siglo XVIII. Palazo Venier dei Leoni. Su historia unida a la de tres mujeres que lo habitaron en distintas épocas. Instructivo y ameno. Lo visité y por eso me resulta más fascinante.    (Regalo feliz de mi hija)  (Disponible)     8/10

“Cáscara de nuez”  de Ian McEwan (2016) Otra genialidad de uno de mis autores preferidos. En esta ocasión, el narrador omnisciente es un feto vivo en el vientre de su madre. Como está vivo, todo lo siente y lo escucha, incluso cómo su madre y su amante (el cuñado, hermano del padre, tío del feto) planean un asesinato vil: el del propio padre biológico. Impresionante.    8/10

Las abandonadoras” de Begoña Gómez Urzaiz (2022) Ameno ensayo sobre mujeres reales o personajes literarios  famosos y “malasmadres” por no atender a su progenie. Un tópico muy de moda estos días… Da para reflexionar, si se quiere.       7/10

“Historia de una resiliencia” de Jaume Junyent Parés (2021) Consejos para enfermos de Párkinson sobre lo que NO hay que hacer y las MUCHAS posibilidades que todavía se pueden disfrutar…malgré tout. Durillo, qué duda cabe.   (Comprado para regalar)            7/10

Lecturas atragantadas: (que pretendían ser interesantes y que no he podido llevar a buen puerto)

“Jack Lemmon nunca cenó aquí” .- de Diego Galán (2002). Me lo pusieron en las manos diciéndome que me iba a gustar, que son cotilleos del “Festi” y esa persona no sabía que a mí los cotilleos locales no sólo me parecen ridículos sino que me molestan mucho. Historiquetas sin fuste alguno para pseudo pijos/progres/nostálgicos. No traspaso la página 50                            ————–

“El hombre que amaba a los perros” de Leonardo Padura (2008) Sobre la vida y milagros de Trostky. Al principio me pareció interesante hasta que me di cuenta de que no me interesaba lo suficiente ni la persona ni el personaje.                                                                                      —————-

“Miss Merkel. El caso del jardinero enterrado” de David Safier. (2022) Tonterías sin fundamento pretendidamente graciosas. Se le ocurrió que la “jubilada” Angela Merkel fuera una intrépida detective para no aburrirse…                                                                             ——————–

La puntuación es fruto de una opinión personal que no tiene más valor que el que uno le quiera dar

Felices los felices (Y los que leemos…mucho más)

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No me quiero poner enferma

 

No me quiero poner enferma

Los psicólogos dicen muchas cosas raras que suenan a chino para el común de los mortales, pero no pocas veces dan en el clavo. Lo que ocurre es que como “sensu stricto” no son médicos sus opiniones pocas veces sientan cátedra.

Una de estas ‘perlas cultivadas’ –en la que creo firmemente-  es que la mente puede originar multitud de enfermedades reales que afecten al cuerpo. Luego tú les crees o no les crees, pero cuando miras alrededor bien vale la pena pararse a reflexionar.

¿Acaso las personas felices no enferman? Pues claro que sí, porque la genética no perdona y el azar tampoco. Pero una persona que soporta tensiones psíquicas o dolores en el alma es caldo de cultivo para todas las flaquezas habidas y por haber.

Así –nos cuentan- que en la mujer el cáncer de mama y el de ovarios tiene relación posiblemente directa y en un alto porcentaje con la infelicidad, las pocas ganas de vivir y la insatisfacción. Y no digamos ya un cuadro depresivo que a veces viene de la mano de patologías bien identificadas (puramente endógenas)y haya que lamentar que poca gente se dé cuenta de que lo que puede ‘deprimir’ es sentirse solo, o abandonado, sin nadie que te abrace o te rasque la espalda.

Me interesa sobremanera que todas mis enfermedades (cuando llegan, que siempre lo hacen) estén encuadradas dentro de las patologías médicas comprensibles y definidas; es decir, que si he fumado durante cuarenta años, vale, pues acepto tener en los pulmones. O si el trabajo me obliga a posturas forzadas aceptaré que mis huesos se desvíen de su camino o se atrofien. También he de ser coherente con las agresiones que nos hacemos a nosotros mismos: adicciones, malos hábitos, alimentación insana, etc.

Pero de ahí a permitir que la angustia me cause un carcinoma, que el desamor me lleve al quirófano, que la traición de un ser amado haga que se me caiga el pelo o, mucho más común, que la vida y las gentes me resulten indiferentes y que para poder levantarme por las mañanas tenga que estar colgada de la medicación, hay un paso enorme.

Las “enfermedades psicosomáticas” no pueden ser diagnosticadas oficialmente. Ningún médico asumirá la responsabilidad de decirle a un paciente angustiado por una desgracia personal que su insomnio, sus cefaleas, la úlcera incipiente o “algo que sale en la ecografía” es consecuencia de, precisamente, esa desgracia mal gestionada. Eso sí: le llenará de fármacos la mesilla de noche y a tirar millas hasta que la enfermedad con mayúsculas fructifique en el terreno desvalido de su alma.

No quiero estar enferma. Así que ya sé lo que tengo que hacer. Y lo que no.

Felices los felices.

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