sábado, 23 de agosto de 2014

Analfabetismo emocional



Esto no es de ayer ni de antes de ayer, sino que forma parte de la educación generalizada que hemos recibido los de mi “quinta”, aunque parece ser que ahora se lo toman un poco más en serio en las escuelas y no en todas.

El caso es que vamos pisando fuerte por la vida toda una generación a la que se nos enseñó a no tener en cuenta las emociones y muy poco los sentimientos porque lo que primaba era hacer las cosas “con cabeza”. Con cabeza o con cabezonería, no sé muy bien, porque sigo viendo alrededor adultos que no saben gestionar sus emociones y todavía se asombran de los golpetazos que se dan contra las vallas que la vida les pone por delante.

Nos enseñaron a tener esquemas y proyectos vitales. Según el sexo y el entorno social fueron los hombres “diseñados” para mantener a una familia y procurarle el máximo de comodidades; y las mujeres para ser madres y criadas del anterior y de la prole venidera.

En otros entornos –como el que me tocó vivir en mi familia, más mujeres que hombres- se nos educó para ser autosuficientes y no tener que depender de nadie para buscarnos los garbanzos, cosa que hemos llevado a cabo cumplidamente.

Nos enseñaron a pescar en vez de darnos peces, pero no tuvimos quién nos dijera cómo reaccionar cuando perdiéramos el anzuelo o se enganchara el sedal. Y mucho menos cómo gestionar el hecho de que nos robaran la caña en un descuido. O que la pesca fuera tan fructífera que no nos cupiera en la cesta. Cosas de esas que tienen que ver con las emociones inherentes a la condición humana.

¿Cómo gestiona un hombre hecho y derecho la pena y el dolor por la pérdida de un ser amado? ¿Llorando y dejando salir de su alma la amargura o haciendo de tripas corazón con cara compungida? Ese fatídico “los hombres no lloran” que sigue vigente en tantas familias le atenazará la hombría y acabará guardando el sufrimiento en su interior para vivirlo –quizás- en la intimidad que le dejen tener, ignorando que la tristeza hay que vivirla.

¿Y ese mismo hombre, enamorado, traspasado por la ilusión de haber encontrado a su pareja romántica perfecta? ¿Cantará corriendo descalzo por la hierba para expresar la inmensa alegría de su corazón o se limitará a regalar un ramo de flores comprado en una tienda? Quizás copie una poesía de algún poeta romántico –y puede que homosexual-, pero será parco en palabras, gestos y efusiones porque así se lo han enseñado, que es ridículo dar saltos embargado por una emoción, que no hace falta pregonar la felicidad a los cuatro vientos, que no es necesario en absoluto. Y se quedará sin saber que la alegría hay que vivirla también.

Hay siete emociones básicas según Daniel Goleman: Ira, Miedo, Felicidad, Amor, Sorpresa, Disgusto, Tristeza. Pero son conceptos academicistas que han sido desarrollados, superados, mejorados.

Porque el concepto de “felicidad” se transforma en la común y corriente “alegría” y lo que se llama “amor” ha traspasado la barrera emocional para anidar directamente en el plano de los sentimientos.

Hay una gran diferencia entre lo que llamamos “sentimientos” y “emociones”. Y cada uno debe saber en su interior cómo llamar a lo que le mueve desde las entrañas, a esas sensaciones, la mayoría de las veces inefables, que nos impulsan a actuar de una manera o de otra.

La alegría y la tristeza son emociones primarias. La alegría del hombre de las cavernas cuando ha conseguido matar una presa que les dará sustento durante un tiempo. La tristeza de ver cómo esa presa adquirida desaparece durante la noche robada por alimañas. Todo muy básico, muy “homus erectus”, pero acendradamente instalado en nuestro cerebro reptiliano.

Y el hombre, el ser humano, que no da importancia a la gestión de las emociones y las va echando al saco de “lo que no se entiende” se está privando de muchas cosas buenas. La primera de todas ellas a disfrutar de las emociones positivas y la segunda y no menos importante, a no dejarse dominar por ninguna de las emociones negativas.

Tan sólo pretendía –de manera muy esquemática- contar que conozco a unos cuantos“analfabetos emocionales” que son incapaces de salirse de sus esquemas mentales adquiridos durante casi cincuenta años y abandonarse a la dulzura, la tranquilidad y la paz de vivir como REALMENTE a uno le gustaría vivir: con emoción.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:








jueves, 21 de agosto de 2014

Mi familia regala más que la tuya



Como los cincuenta ya no los cumplo he dejado atrás cumplidamente las primeras comuniones colaterales; es decir, ninguna amiga mía tiene un hijo en edad de comulgar, así que me libro de verme obligada a dar la cara con coherencia y rechazar una invitación que es una “alhaja con dientes”.De hecho, a primeras comuniones como Dios manda he asistido a muy pocas: la mía, la de mis hermanas y un par de sobrinas.

Pero eso no quiere decir que no conozca el tema, de hecho me ha tocado “poner el hombro” –para que lloraran en él- a no pocas personas que, en su momento y bajo amenaza de divorcio o excomunión familiar, tuvieron que“tragar con carros y carretas” con el dichoso tema.

Lo más divertido –o patético, según se mire- fue lo que le ocurrió hace diez años a un ex novio mío. (Como tiene la cualidad de “ex” y han pasado más de cinco años, me ha dicho mi abogado que ya puedo contar lo que quiera siempre que no dé nombres ni pistas fiables).

El hombre estaba separado –de otra manera no hubiéramos sido“novios”- y tenía una hija en edad de comulgar. Y como bastantes broncas había ya tenido con su ex y la familia de su ex, aceptó bovinamente la invitación/obligación a asistir al evento, aunque se pudo escaquear de asistir al convite gastronómico posterior. Lo que no pudo eludir fue tener que pagar la mitad de la factura, pero eso es otra historia que no viene a cuento.

El caso es que me pidió que le acompañara ya que yo era su pareja más que oficial ante los hombres y ante su propia hija con la que nunca hubo el más mínimo roce que no fuera para hacernos una caricia o darnos un beso. Y haciendo de tripas corazón, allá que fuimos ambos dos, vestidos de domingo y con la sonrisa de las grandes redenciones (o rendiciones).

Las peripecias pre y post del evento no vienen a cuento por formar parte de cierta intimidad familiar de la que no encuentro motivo alguno para mofarme, pero a donde quiero llegar es al tema de los regalos.

Como una familia no se hablaba con la otra a raíz de la separación poco amistosa de los padres de la criatura, había “dos bandos”. Unos en el lado derecho de la iglesia y otros en el izquierdo. (Fue una comunión privada e individual porque la niña había estado enferma y no pudo asistir a la Comunión comunitaria de su colegio) Y allí estaban, por un lado los López y por el otro los Gutiérrez (apellidos sacados al tuntún de la guía telefónica), mirándose ominosamente y pasándose revista visual a los ropajes, atavíos, posturas y ademanes unos a otros. Servidora, como convidada de piedra que era, me mantuve en mi sitio –es decir que no me desmayé a pesar del calor reinante-,no dije ni mú ni siquiera cuando me preguntaron y sonreí todo el rato hasta que se me acalambraron los risorios y tuve que irme al baño de señoras a recomponerme el espíritu.

Por allí aparecieron los regalos que “ambos bandos” hicieron a la infanta. El muestrario completo de un “Juguetes somos nosotros”para una niña de diez años. DOS bicicletas, DOS pares de patines en línea, DOS muñecas vestidas de comunión –las dos morenas, como la niña… En el capítulo tecnología también se duplicaron las GameBoy –en aquella época es lo que se estilaba. (¿Se inventó alguna vez la GameGirl?)-, y unos juegos que se acoplaban a la tele y con los que se podía jugar al tenis o al pimpón.

Luego estaba el capítulo “joyas”. Que si LAS MEDALLAS de la Virgen del pueblo, las pulseras de oro con el nombre grabado, las cadenas de oro también para colgar las medallas citadas, pendientes con perla y sin perla y un reloj. Sólo UNO. ¡Qué terrible fallo técnico! ¡A la familia López “se le había olvidado” regalar un reloj…!

Lo que motivó, como era de esperar, la frase lapidaria, con los mofletes llenos de satisfacción, de una de las abuelas a la otra:

“Mi familia regala más que la tuya”.

Y allí se quedaron, tan felices, comiendo las perdices que mi novio de entonces y yo también dejamos de comer al poco tiempo…

Me he acordado de esto porque ayer me topé con un niño vestido de comulgado con un séquito dividido en dos grupos y que no se miraban ni hablaban los unos con los otros. Y porque me fijé en la cara de satisfacción del niño que, quise imaginar, habría recibido todos los regalos duplicados gracias a la separación de sus padres. Un triste consuelo, pero en fin…

Porque es fácil, cómodo –aunque contraproducente- intentar“compensar” a un hijo del golpe que supone la separación de sus padres a base de regalos, ofrendas y caprichos que rozan peligrosamente la línea que separa el regalo del soborno. Aunque me consta que los niños no son tontos, lo saben, se aprovechan de ello y se apuntan quiénes les dan cariño de verdad y quienes lo suplen con lo que se puede comprar con dinero.

Vaya esto también para las abuelas y abuelos. También hay una responsabilidad…!no vale hacer trampa y olvidarla!.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:



miércoles, 20 de agosto de 2014

Elige cuidadosamente a tus amigos



Este es un tema peliagudo donde los haya y eso que parece que es una verdad de Perogrullo, pero mucho me temo que no lo es tanto.

Casi con toda probabilidad que el primer círculo de amigos al que accedimos fue al del grupito del colegio; casi siempre del mismo sexo, fuimos acercándonos a la compañera de pupitre, al compañero de juegos, buscando la afinidad siempre: los de gafas con los de gafas, los empollones juntos y aislados de los demás, las niñas tontas haciendo camarilla y las peleonas en la esquina del patio. Igual no había mucho donde elegir, igual es que ya empezábamos a ser selectivos pero siempre había el “rarito” que prefería estar solo a juntarse con los demás.

El grupo te arrastraba, qué duda cabe, y no pocos fueron los esfuerzos para integrarse cómodamente o, caso no poco frecuente, para poder desligarse de él y seguir el camino elegido. Y así fuimos pasando del colegio al instituto o a la universidad y luego al trabajo y fueron apareciendo amigos de aquí y de allá, ya más escogidos, ya más unidos por afinidad manifiesta: ideas e ideologías, valores e intereses, afanes y utopías.

Treinta años después no han sido pocas las amistades que se han quedado en el camino; rotas o perdidas, despreciadas o simplemente despistadas, seguramente sean más los amigos del pasado que los amigos del presente, esos que AHORA son muy importantes para nosotros y que conforman el soporte afectivo y emocional necesario para seguir caminando.

Personalmente ya he aprendido –y lo mío me ha costado, muchas lágrimas también- a saber quiénes son amigos de verdad y quiénes no hicieron otra cosa que engrosar el “monto social” que todos arrastramos queriendo o sin querer. Amigos por compromiso, de esos a los que tienes que invitar por tu cumpleaños porque ellos siempre te invitaban al suyo y ninguna de las partes acudía al festejo con alegría. Amigos colaterales, porque son el marido o la mujer de alguien que nos es más cercano y que “viene en el lote”,pero que no aporta nada en absoluto a la relación. Amigos circunstanciales, de esos que conoces en un avión o en un tren y con los que hay una conexión fugaz y con los que descubrimos después que no nos apetece seguir manteniendo el contacto. Amigos interesados, que tan sólo asoman la nariz cuando necesitan algo o se encuentran en una situación comprometida. Amigos que no merecen llamarse amigos.

Parecería terriblemente injusto hacer una lista de todos nuestros “amigos” e ir tachando nombres; ir juzgándoles y condenándoles al destierro del olvido afectivo. Y sin embargo, quizás no quede otro remedio que hacer esa “limpia” si vamos arrastrando alguna relación que ya hemos comprobado que no es “sana”. Tomar distancia no es nada difícil; basta con dejar de contactar y cuando nos llamen decir que “no nos viene bien”. A la segunda vez, o nos plantarán cara o, lo más usual, dejarán de llamarnos. En cualquier caso, más vale dejar las cosas claras y no engañarnos a nosotros mismos.

Obviamente este camino tiene dos direcciones: aquella en la que nos “libramos” de los amigos innecesarios y aquella otra en la que otras personas se “libran” de nosotros. Que sea compensado y equilibrado es importante…

Aunque también hay personas que no tienen amigos. Pero no los tienen porque no quieren tenerlos, porque no los necesitan, porque así sienten que se ahorran disgustos, molestias e inconvenientes, aunque alguna vez, cuando la vida les golpea, puedan echar en falta una mano amiga que les ayude a caminar. Dicen estas personas, porque conozco a alguna, que están desencantados del género humano, que confiar no trae más que quebraderos de cabeza y que mejor estar solo que mal acompañado.

Me ha dado en pensar que estas personas que no tienen amigos tampoco tienen mucho que hacer conmigo…porque ¿en calidad de qué estarían a mi lado?

En realidad el mejor truco para tener buenos amigos es comportarse con ellos de la manera en que queremos que se comporten con nosotros. Ofrecer lo que se tiene y aceptar lo que te dan, un quid pro quo equilibrado –sin llevar las cuentas- y siempre con la alegría de DAR y COMPARTIR.

AHORA puedo elegir cuidadosamente a las personas que quiero estén a mi lado y que coinciden felizmente con las personas que a mi lado quieren estar.

En fin.
LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:



martes, 19 de agosto de 2014

Feliz como una lombriz




Tengo muchos motivos para ser feliz y, como no siempre me acuerdo, hago una lista que colocaré en lugares estratégicos para los momentos bajos.


Soy feliz porque he aprendido a quererme a mí misma tal y como me merezco, no como opinan los demás.


Soy feliz porque el amor que nació conmigo sigue vivo y compartido.


Soy feliz porque tengo un corazón que late a pesar de los esfuerzos que alguna vez hice por pararlo.


Soy feliz porque mis ojos ven a los demás como son por dentro y no como se visten por fuera.


Soy feliz porque mis oídos saben escuchar críticas y alabanzas, la música y el silencio.


Soy feliz porque mis manos han aprendido a acariciar y no a golpegar.


Soy feliz porque me gusta más un beso que un pastel.


Soy feliz porque puedo distinguir el olor del cariño del de la envidia.


Soy feliz por todo lo que tengo que no sabía que tenía: fuerza para combatir y fe para seguir mi camino.


Y también soy feliz por todo lo que me falta porque sé que algún día llegará a mi vida. Y aunque no llegue, sé que seguiré siendo feliz.


Porque por fin he podido darme cuenta de que mi felicidad no depende de nadie más que de mí misma. Y porque el amor que siento en mi interior se mezcla con lo que recibo desde fuera: amor de mis hijas, de mis amigas y amigos, cariño y reconocimiento, generosidad, comprensión, apoyo y empatía. Este hermoso conjunto se nutre del amor que está dentro de mí, del cariño que reparto, del reconocimiento que otorgo, de cuando soy generosa y comprensiva y capaz de ponerme en el lugar de los demás para…simplemente, que sean un poco más felices.

Y así, soy feliz yo también.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:







lunes, 18 de agosto de 2014

El blog de la esperanza



¡Cuánta gente sola hay! Rodeados de multitudes, envueltos en el bullicio que generan los demás, entre el ruido de conversaciones ajenas y el ir y venir de los otros se encuentran muchísimas personas que se sienten solas por dentro. Y lo elegante no es decirlo sino callárselo porque a nadie le gusta escuchar penas ajenas.

De vez en cuando tropiezo con alguna persona que tiene la valentía de asumir lo que es y la ubicación que le ha tocado en el sorteo este en el que todo el mundo quiere estar en primera fila; personas que “confiesan” su soledad interior aunque por fuera la disfracen de tantas maneras como la sociedad permite (que son muchas). Léase familia, entorno laboral o cuadrillas superficiales de “conocidos”.

Y esto de los blogs parece que es una válvula de escape, un paliativo de andar por casa, que ayuda a no pocos –masculino genérico- en la pelea para llenar ese hueco grande y frío que todos hemos sentido alguna vez en mitad del pecho. Pues nada más sencillo que verter en un espacio compartido los sentimientos intransferibles, nada más cómodo y barato que liberarse de íntimas angustias en una especie de terapia de grupo “amateur”. Y sin llegar al extremo de estar agazapado detrás de la pantalla del ordenador contando cuitas y esperando empatía cibernética, bien es verdad que en no pocas ocasiones se puede hallar solidaridad y alivio. (Desde luego, mejor que hablar con la presentadora del telediario, ya es)

Si existe el “teléfono de la esperanza”, bien podría existir también “el blog de la esperanza”, un sitio donde hallar un poco de consuelo a la soledad interior, a la necesidad de tener amigos –aunque sean virtuales-, donde compartir un poco de tiempo libre con otras personas en vez de sentir que el círculo está ya cerrado definitivamente.

Hay mucha gente sola, demasiada. Y esta sociedad no favorece la comunicación “real”. Si no tienes familia, si no tienes muchos amigos, si ya no trabajas, puede suceder que en todo el día no se crucen dos palabras con otro ser humano más que cuando se va a comprar el pan o que –esto está constatado- tan sólo se “hable” con el perro o el gato (¿sustituto de otro ser humano?).

A mí no me hace mucha gracia este tema, pero está ahí, lo veo cada día, así que si alguien lo necesita le invito a ponerse un nick delante de los ojos –como esos antifaces elegantes que se usan en el carnaval de Venecia- y sumarse al grupo sin miedo ni vergüenza. O a contactar vía correo electrónico. Que estamos todos en el mismo barco.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

domingo, 17 de agosto de 2014

El tren que iba demasiado rápido



Ayer miércoles era víspera de fiesta. Me acosté muy tarde después de haber disfrutado de una velada con amigas del alma, música, jazz, risas y alguna que otra copa. Tan contenta estaba que incluso le di un paseito a Elur de regalo y de madrugada.

Hoy, al despertar con la segunda luz del día –la primera la pasé por alto puesto que se me quedó prendida- mi estado de ánimo era de notable alto. Una buena jornada –en lo meteorológico- se presentaba; las ganas de un poco de monte o parque o bosque (árboles, plantas, flores), una deliciosa comida hecha con mucho amor y la perspectiva de acudir al concierto de Elvis Costello sin desembolsar un solo maravedí.

Con una pequeña intuición que me asaltó por sorpresa, prescindí de encender el ordenador hasta después de salir a la calle, cumplir mis obligaciones para con mi perro y aprovechar para desayunar a la fresca; como cuando te quieres hacer un pequeño regalo para empezar bien el día.

Justo en el momento en que estaba hincándole el diente a la tostada de pan integral con semillas regada con buen aceite, en la mesa de al lado, un tipo ha estado a punto de volcar su café con leche mientras blandía en la mano el periódico que acababa de desplegar. El juramento desagradable vino a turbar la paz del momento y del lugar.

En primera página del noticiero en papel nos saludaba “la alegría del día”: un terrible accidente ferroviario en Galicia.

De repente, el pan tostado se volvió goma en mi boca, el aceite grasa pura y el café, agua sucia. Me fui para casa con el cuerpo poco católico y al llegar no pude menos que conectarme al mundo vía satélite y…

Se me quitaron las ganas de todo. Los planes previstos se tropezaron con el decaimiento total y absoluto del ánimo. Empecé a dar vueltas por la casa como alma en pena pensando, imaginando, sintiendo cosas extrañas, lejanas y a la vez próximas, un dolor en sordina que se quería abrir paso entre las miasmas de la mente que, maldita sea mi estampa, se había quedado descompuesta después de haber visto unas cuantas imágenes de la tragedia.

Me negué en redondo a ahondar en la carnaza morbosa y cruel. Un vídeo del accidente ya andaba por la red al poco tiempo. ¿Quién puede desear–o necesitar- ver cómo descarrila un tren a casi 200kms. por hora sabiendo que dentro van cientos de seres humanos que van a morir o sufrir terriblemente? ¿Qué mecanismo mental hace que la gente –supongo, imagino- viera los telediarios del día festivo truncado en trágico, llenándose de escenas dantescas, cuerpos sin vida, retorcidos, quemados, expuestos vulnerablemente al ojo ajeno?

Cuando ocurre una tragedia “con luz y taquígrafos” me pongo de los nervios porque imagino la angustia, el grito terrible de esas madres y padres viendo –una y otra vez, con repetición malsana- el momento en que un hijo, un ser querido, un amor está perdiendo la vida. En vivo y en directo, como si fuera un deleznable “snuff movie” permitido por la Ley de prensa y el sacrosanto derecho a la información.

Hoy me he sentido sola, impotente, triste.

No hay consuelo, no hay plegaria. Es el vacío que se llena de dolor.

En fin.

LaAlquimista


Por si alguien desea contactar:







Un mundo de valientes



Este es un mundo de valientes aunque no nos hayamos dado cuenta todavía. No tenemos más que mirar a nuestro alrededor y comprobar el esfuerzo, aliento y vigor de los que el ciudadano medio hace gala para no enfrentarse a sí mismo, obviando las situaciones injustas y seguir aguantando cuanta porquería quieran echarle encima los que manejan los hilos. A ver si no es un hecho o hazaña heroica ejecutada con valor levantarse cada día a pecho descubierto para encajar cuanta ofensa o desatino tengan a bien inferir a nuestra dignidad quienes se arrogan el derecho de juzgar y condenar nuestras acciones por el mero hecho de que estas no coinciden con su peculiar manera de ver la vida. Porque aunque los demás pretendan ignorarlo, somos muy capaces de hacer uso de una expresión arrogante o jactancia de las acciones de valor y esfuerzo reafirmándonos en nuestra creencia de que nadie tiene derecho a decidir por nosotros cómo tenemos que ser ni qué reglas peregrinas tenemos que acatar.

Y me siento orgullosa de tener gallardía o arrojo feliz en la manera de concebir o ejecutar una obra literaria o artística o un pequeño blog de andar por casa sin importarme una higa la opinión de todos aquellos a los que no se les ha pedido la opinión. Porque decir cada mañana lo que se siente, desnudar el alma desde los recovecos oscuros, atreverse a realizar esa acción material o inmaterial esforzada y vigorosa que –a veces- parece exceder a las fuerzas naturales, teniendo en cuenta que lo “natural” es ocultar, callar, obviar, ningunear o criticar, malmeter, envidiar y zancadillear al otro, a los otros, a todo el que no considere verdad absoluta la preconizada por los que“saben más” que una, todo eso, es prueba de una valentía que ni siquiera el diccionario de la RAE de la Lengua consigue definir en pocas palabras puesto que se excede en acepciones varias para darle énfasis y valor al concepto de lo definido.

Como no pienso vivir otra vida que esta que estoy viviendo y no tengo más que el momento presente y lo que abarco con mis manos, no me ando con ambages porque no voy a tener otra oportunidad de ser yo misma; así que no me queda más remedio que ser valiente aunque a veces sea a mi pesar.

Feliz día para todas las personas de buen corazón y para las otras, también.

En fin.

1 de Enero de 2011.

(No hay error en la fecha. Este texto lo escribí haces AÑOS y no había tenido la “valentía” de publicarlo.)

DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA - Vigésima segunda edición

valentía.

(De valiente).

1.f. Esfuerzo, aliento, vigor.

2.f. Hecho o hazaña heroica ejecutada con valor.

3.f. Expresión arrogante o jactancia de las acciones de valor y esfuerzo.

4.f. Gallardía, arrojo feliz en la manera de concebir o ejecutar una obra literaria o artística, o alguna de sus partes.

5.f. Acción material o inmaterial esforzada y vigorosa que parece exceder a las fuerzas naturales

LaAlquimista

Por si alguien quiere contactar:


 

sábado, 16 de agosto de 2014

En mi casa no se tira la comida


Y luego, pasa lo que pasa y a ver a quién le echo yo la culpa de mis propios errores.

Pues resulta que el día de la Virgen hubo pasteles. ¡Vaya novedad! –se podrá pensar- pero es que no somos golosonas en casa, más bien nos perdemos por encurtidos, salazones, frutos secos tostaditos y patatas de las que se fríen de una en una. Pero cuando se quiere tener un detalle con quien te invita a comer, suele ser lo típico. Y allí estaban: perfectos en su armonía multicolor, tutti fruti crema y chantilly, éclair y goxua, borracho, ruso y pastel vasco (vaya cuadrilla); la gama completa de una renombrada pastelería donostiarra. Y sobraron, por supuesto. Porque todo el mundo dice oh y ah, pero luego se quedan sin terminar en la mesa…

¿Qué hacemos las madres o las cocineras o las prejubiladas apañaditas con las sobras? Pues qué va a ser: comerlas al día siguiente. ¡A la basura vas tú a tirar comida y menos repostería VIP a precio de oro! Pero al día siguiente, al abrir el frigorífico con motivo del desayuno, allí estaban todavía. Dos magníficas tartaletas de nata con trozos de fruta por encima y, como no podía ser de otra manera, me dije: “pues me los voy a tener que desayunar…”

Así que más o menos al cabo de veinte minutos ha empezado mi calvario; primero ha sido un dolor agudo, como si me hubiera pillado un pellizco en el vientre con la faja (caso de llevar faja); después un sudor frío me ha recorrido verticalmente (como la cicatriz de Harry Potter pero integral) y después he batido algún record (seguro) corriendo como alma en pena por el ala norte de mi castillo. (Sin detalles, por caridad).

¿Dos días en el frigorífico y se ponen malos los pasteles? ¿O es que soy tan fina que rechazo cualquier alimento que no sea recién elaborado? Eso debe de ser, porque me he pasado toda la mañana en la chaise longue exhalando lamentos y lo que yo creía que sería mi último suspiro y que se ha quedado en dernier cri, pero de dolor.

¿Por qué no le hice caso a mi buen juicio que me aconsejó tirar los pasteles sobrantes a la basura? ¿Esperaba acaso que apareciese un pobre para regalárselos? ¿Son estas cosas residuos de una educación judeo-cristiana? O acaso hago lo mismo con los amores viejos…que cuesta tanto tirarlos a la basura… No lo sé, pero lo estuve pensando todo el día de ayer.

En fin.

Laalquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

viernes, 15 de agosto de 2014

Amanecer sobre Donosti



Duermo poco. Así que en vez de desesperarme cuando mi mente decide que mi cuerpo ya ha terminado de dormir a las seis de la mañana –aunque me haya acostado a la una de la madrugada- me lo tomo con filosofía y me pongo a hacer algo que me estrese menos que empezar a dar vueltas en la cama intentando volver a atrapar el sueño.

Lo que mejor se me da es, a esa hora oscura que precede al amanecer, es ponerme a escribir. Abro el ventanal del dormitorio y dejo que entre el fresco de los árboles hasta mi cama. Arropada tan sólo por la luz de la pantalla del ordenador voy dejando que se funda con las sombras que comienzan a diluirse en el exterior. Poco a poco se va perfilando el paisaje cotidiano; el monte que colea adentrándose en la ciudad, las casas últimas que dominan el alto de Errondo y los árboles, muchos árboles de telón de fondo que marcan la pauta del movimiento del día, con brisa o viento como música de fondo para ir despertándose.

La luz del sol incide en mi campo visual desde la izquierda, descoordinada de las farolas que continúan encendidas, duplicando el esfuerzo de iluminar la ciudad dormida. Es hermoso lo que veo, todavía silencioso.

Ya no pienso en las cosas que tengo que hacer, como hacía antes. No me preocupan las citas, los compromisos o qué pondré para comer. Desde hace un buen tiempo llevo una agenda donde apunto las cosas y la abro después de desayunar; entonces veo qué me toca hoy, pero hasta ese momento sigo meciéndome en la tranquilidad de la ausencia de preocupaciones.

Porque esa es otra; ¿cómo lo hago para poder vivir sin apenas preocupaciones cuando éstas han manejado mi vida durante más de treinta años? Tendría que pararme a pensar concienzudamente qué ha ocurrido en mi existencia para haber conseguido no pre-ocuparme de las cosas, sino tan sólo ocuparme de ellas. Obviamente es una actitud más que otra cosa, una costumbre recién adquirida también, la de transitar por las horas sin estresarme, sin agobios importantes, haciendo lo que tengo que hacer en cada momento, pero teniendo bien presente la precariedad de las cosas, la ausencia de importancia verdadera.

Ahora mismo, las siete de la mañana de un sábado de una semana festiva, debería estar escribiendo para el post de hoy algo sesudo o interesante o siquiera con un mínimo de atractivo y, sin embargo, aquí estoy mirando por la ventana, con un té al alcance de la mano, sintiendo que este nuevo amanecer va a dar paso al día en que también podré ser moderadamente feliz gracias a pequeñas cosas. La visita de un amigo, un paseo por el monte, la conversación distendida, Elur brincando por la hierba.

Está bien esta ciudad para vivir. La presencia del mar alivia otros posibles inconvenientes; hay parques suficientes, montes al alcance de la mano y agradables paseos para enfrascarse en los propios pensamientos sin fijarse en el caminar ajeno. No es demasiado sucia y tan sólo algo bullanguera unos cuantos días al año. Bastante segura si la comparamos con otras urbes y con su porcentaje justo de incordios y molestias. Lo que no me gusta de ella está ahí para compensar todo lo que me ofrece. Como en las personas, más o menos.

Me gusta amanecer en mi ciudad y sentir que sigo teniendo ganas de vivirla.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:



 

jueves, 14 de agosto de 2014

Aquella Semana Grande de 1970



San Sebastián fue la capital del chic y la elegancia durante muchas temporadas del siglo pasado; desde los tiempos “reales”, pasando por la dictadura y desembocando en esto de hoy. La diferencia estriba en que antes la fiesta no era extendidamente popular como ahora y giraba en torno a las corridas de toros y las carreras de caballos, fiestas con dinero contante y sonante, el donostiarra de a pie no podía hacer otra cosa que salir a pasear y mirar y marcarse un baile. Y a tomarse un helado, obviamente. Perduran pocas cosas, otras se han desvirtuado y luego está lo que murió y lo que nació con el ritmo nuevo de los tiempos.

La Salve… contaba yo dieciséis años y, como era tradición en mi familia, acudí a escuchar al Orfeón pero acompañada de un novio que tenía por aquel entonces que se empeñó en ir en moto hasta el puerto y conseguir ver al caudillo (Franco para los que no supieron) que se hacía llevar bajo palio hasta la basílica igual que el obispo de turno… y desde los balcones de la calle Mayor se miraba y se callaba mientras que por la calle Igentea se aplaudía al paso del dictador, supongo que, entre otros motivos, por estar la sede del Gobierno Militar en pleno recorrido.

En la moto de paquete –sin casco por supuesto- una MW del año 69, aquel jovenzuelo imprudente quiso situarse a la zaga del séquito y lo consiguió para mi aterrorizada estupefacción; al doblar hacia el Boulevard un guardia urbano nos dio el alto y siendo fuerte el frenazo caímos al suelo para deshonra del motorista y tragedia de mi vestido nuevo; él contó la anécdota durante meses…”!Que nos caímos de la moto delante de Franco…! Suerte tuvimos que el guardia urbano que nos ayudó a levantar máquina y cuerpos era…!su padre!; podíamos haber acabado la fiesta en un destino no deseado…

Años después no dejé de preguntarme si toda la gente que vitoreaba al paso de tamaño personaje cambió de chaqueta radicalmente a partir de Noviembre del 75… porque la muchedumbre se arremolinaba con tanta expectación como lo hizo el año pasado a la llegada de Brad Pitt o lo hará éste cuando venga Julia Roberts. En eso no hemos cambiado, seguimos yendo en rebaño a dondequiera que nos den espectáculo…gratis.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

miércoles, 13 de agosto de 2014

Mis recuerdos de Semana Grande



“La mañana comenzó igual que todos los días, a las ocho y media galletas con colacao. El sueño no dormido se arrastraba a lo largo del pasillo prendido del bajo del camisón, retumbando en la cabeza como el anuncio que se escuchaba en la radio –conectada desde primera hora de la mañana-; el negrito del anuncio amasaba cacao en la marejadilla de mi estómago.

La pequeña conciencia del pecado cometido comenzaba a desenroscarse alrededor de mis tripas, llegaba el escalofrío que amparaba el delito, el cielo, en fin, iba a derrumbarse sobre mi cabeza. Pronto se darían cuenta, en unas pocas horas, quizás al cabo de minutos nada más, caería sobre mi cabeza el grito, uno y grande y después, la confesión: cómo lo hice, cómo me atreví, de dónde saqué el dinero, de dónde la falta de vergüenza.

Y además, lloviendo. O casi. Porque nos habíamos acostumbrado a que el sirimiri no era llover, cuatro gotas apenas, por tan poco no valía la pena sacar el paraguas, no sería lluvia pero a tampoco podías ir a la playa, la mañana se extendía gris y amenazante delante de mis catorce años.

A falta de nada mejor que hacer que esperar lo inevitable –los gritos, las bofetadas, el castigo- me encerré en mi cuarto todavía nocturno, sin ventilar, acogedor. Tenía ganas de escribirlo en mi diario, como desahogo confidencial, pero recordaba a mi amiga del alma llorando histéricamente porque había descubierto que su madre se lo leía a sus espaldas y me entró pánico de que a mí me pudiera ocurrir lo mismo. Aunque bien pensado…

"Querido diario: ayer era el segundo día de la Semana Grande y como la víspera, tampoco salí a la calle porque estoy castigada por haber dejado dos para septiembre, pero me llamó Mari Pili y me contó que salieron todas –Maite, Loly, Pepi y ella- y se encontraron con los chicos de la cuadrilla (dice que me echaron de menos pero yo no le creo), que se fueron al circo todos juntos y lo pasaron de miedo, y luego se compraron una docena de churros cada una y se fueron a las ferias, a los autos de choque que el que los cuida les pone ojitos y les regaló varios viajes gratis; y luego subieron en la noria dos veces hasta que Maite se mareó y casi lo vomita todo desde arriba, pero luego se le pasó. Y también compraron boletos de la tómbola que habían puesto en el Paseo de los Fueros, que se pegaron un susto de muerte porque la tía de Loly estaba vendiendo boletos y repartiendo premios y si les llega a ver gastando dinero… que a ver de dónde lo habían sacado y eso, porque claro, la paga que les dan es muy pequeña y tienen que sisar del monedero de sus madres para poder divertirse un poco, que para eso es Semana Grande.

Y después de cenar pronto les dejaron salir a todas juntas a ver el Concurso de Fuegos Artificiales que es una maravilla según me han dicho, pero yo estoy castigada y no puedo salir en todo el verano, hasta que me examine en Septiembre que me han quedado Formación del Espíritu Nacional y Labores del Hogar, qué le voy a hacer si no me gusta coser y lo de estudiar “política” me parece un rollo enorme.

Querido diario, yo ayer me quedé en mi cuarto encerrada estudiando y pensando en lo bien que se lo estarían pasando mis amigas y ahora voy a ponerme a estudiar otra vez porque quiero aprobarlo todo para poder ir de vacaciones con mis padres y mis hermanos, que se va toda la familia a Benidorm a partir del día 15 y si no puedo ir con ellos me muero seguro.” Escrito en San Sebastián, a dieciséis de Agosto de 1969."

En fin.

LaAlquimista

martes, 12 de agosto de 2014

La Semana Grande y el helado




Yo tendría más o menos ocho años y del mundo sabía lo justo y necesario para esa edad, que la vida podía ser terriblemente injusta y deliciosamente agradable a la vez. Y en ese tema los helados forman parte importante de mi recuerdo. Comer pollo los domingos ya suponía un privilegio y si de postre había helado, entonces no se podía pedir más a la vida.

El helado, aquel lujo con el que soñaba toda la semana. Como no existían frigoríficos con congelador para degustar tal exquisitez no quedaba más remedio que recurrir a la inmediatez de la compra. En San Sebastián, en el barrio de Gros, existía un establecimiento que me fascinaba; una horchatería/heladería que abría únicamente de primavera a otoño y cuyos productos me gustaban más que nada en el mundo. “Heladería Española” era su nombre. Sucumbió al cansancio y al asalto de los helados industriales hace ya algunos años.

El domingo, si los vientos soplaban favorables, de postre había helado. Un helado que llegaba a domicilio, en un termo del abuelo del poliespán de color verde, de la mano de un repartidor en bicicleta.
Aunque también estaban “Los Italianos” y la heladería “Vesubio”. Estos dos establecimientos ubicados ambos en el Centro y en la Parte Vieja habiendo resistido uno de ellos –casi en su formato original- hasta el día de hoy.

Pero a lo que iba. Que tus abuelos te invitaran a un helado cuando salías a pasear con ellos ya consistía motivo suficiente para justificar toda una tarde dando vueltas y saludando a gente (ellos, no yo). Tomar un helado era un lujo; un lujo al alcance de casi todos pero un lujo en una época en la que no se acostumbraba a tomar fuera de casa prácticamente nada. A ninguna madre se le hubiera ocurrido dar a su hijo una merienda que no fuera el consabido bocadillo preparado en casa.

Así que el hecho de tomar un helado estaba relacionado con algo especial; como la Semana Grande o que te hubieran llevado al dentista. Y se salía de casa después de cenar y de postre te invitaban a un helado eso era un lujo. Como el pollo de los domingos.

Ahora, que todos somos igual de pobres y ya no estamos para lujos, se ha transmitido de abuelos a nietos el recuerdo de un placer que hoy en día ya no lo es más que en un recóndito lugar de la memoria nostálgica. Aunque todavía haya quien se engañe creyendo que es una tradición. Como el pollo de los domingos.

En fin. Esta noche, helado.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

La Semana Grande nos acecha



El calendario de Paris que tengo en la cocina me avisa irremediablemente: el sábado próximo luna llena y comienzo de las fiestas de Semana Grande. Tal conjunción está desde ya descolocándome y empezando a producirme una angustia que no sé yo si se podrá paliar de alguna manera. Que coincida el “cañonazo” en plenilunio ya es mala suerte también, hombre, con lo sensible que soy yo para estas cosas…

Una luna llena, que seguro será magnífica, disfrutable en la soledad de cualquier monte en compañía silenciosa –pero activa-, dejando que la piel y los sentidos se impregnen de esa luz única y mortal, un hito cada veintiocho días, que no es tanto para el amor… mezclarla con fuegos antinaturales (sinónimo de artificial), ruidos atorrantes, gentío y marabunta jugando al empujón antes y después de engullir grasa 100% de sabores diversos en cucurucho o tarrina, es algo de locos.

Y es que tengo la malísima suerte de no tener a dónde escaparme esos días, atada al “marco incomparable” en fiestas que me ponen de los pelos, quisiera huir como una cobarde y que me borren si quieren del padrón municipal por traidora, pero no puedo con ello, tengo más de cincuenta años, un poco de compasión…

La ciudad invadida –de día y de noche-, los trenes, topos y autobuses trasegando gente a paletadas de todos los puntos de la provincia, muchedumbre paseante, empujante, sofocante, atorrante, sin hacer nada más que dibujar círculos concéntricos entre la barandilla y el kiosko, puente arriba, puente abajo, consumiendo helados y bocadillos de tortilla (traídos de casa, a ver, con los precios que se gasta la hostelería), empujando cochecitos de niños de dos en dos, paraguas colgando por si llueve…

Quisiera que alguien me ayudase, por favor, mira que lo digo con tiempo, un alma caritativa que venga a rescatarme y, si hace falta, me agarre de la melena y me saque por la ventana y me lleve lejos, lejos…donde no llegue el ruido de la verbena, pero sí la luz de la luna…

En fin.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com



lunes, 11 de agosto de 2014

Diseñando el "principe azul"



El post de hoy es una reconstrucción de algunos de mis mejores sueños imaginarios mezclados con retazos de realidad y cuarto y mitad de deseos inconfesables. Es decir, que no tengo ni idea de qué va a salir…

Está por ahí revoloteando el amigo “de toda la vida”que te cuida y te mima cada vez que sugieres que lo necesitas, ése que siempre está dispuesto a hacer un favor –o dos-, prestarte el coche, echar un vistazo al grifo de la cocina, acompañarte al médico…o darte un buen masaje en los pies. Pero que por la calle no te roza un pelo de la ropa y si se encuentra con un amigo no te presenta. Tampoco hace sus planes de vacaciones contigo excepto que tú le invites y le animes a compartirlos. Le pondría la etiqueta de “plato fuerte”, como el que soporta el peso de toda una comida siendo suficiente para calmar el hambre y aportar las vitaminas suficientes. Son personas –en este caso hombres- que hacen que su autoestima se sustente sobre la buena disposición y el servicio 24 horas a los demás. Se sienten estupendamente bien haciendo un favor –o dos-, pero no comprometerán su devenir vital contigo ni pergeñarán un proyecto en común. Son individualistas, no les saques de ahí, no sirven como compañeros para recorrer juntos el camino…

También conozco al modelo “compañero intelectual” con quien es una auténtica gozada ir al cine –por el “cine-forum” cervecero de después- o acercarse al Guggenheim a ver la última exposición y olvidarse de la hora de la comida comentando la jugada. Esa persona con la que quedas para hablar del último libro leído o de la obra de teatro que ambos desearíais presenciar. Se sueña con viajes o se viaja en sueños, se espolea y excita el intelecto; la mente disfruta con un buen partenaire…y luego cada uno a su casita tan ricamente a estirarse solitariamente en una cama fría y vacía. A este le llamaría –con mucho cariño- “entrante o entremés”- algo rico para picotear que te abre el apetito y las ganas de más. Suelen ser poco románticos y emocionalmente algo analfabetos y basan su autoestima en sí mismos, es decir, más bien tirando a un narcisismo un poco endeble, pero narcisismo al fin y al cabo. Tienen su punto y su “aquél”, qué duda cabe, pero para una vez cada quince días como mucho…

Luego está el “alma gemela”; esa persona –sigo hablando de hombres porque soy mujer- que siente muy fuerte el empuje de su propia esencia como ser humano y que busca y rebusca en su interior el camino hacia la luz universal que se le muestra pedregoso y lleno de dolor, pero que está dispuesto a recorrer de la mano de alguien tan sensible como él o, por lo menos, que asienta en silencio a los raptos espirituales que él dice sentir y que son inefables para los demás; es decir, de muy difícil comprensión. Es un “primer plato” estupendo, ligero y saludable, digestivo y apetecible, pero esta persona nos considera cercanas a sí mismo, con una especie de hermanamiento espiritual que jamás traspasará la frontera de lo etéreo para adentrarse en los prados verdes del romanticismo o del retozo. Llenan una faceta muy importante en el puzzle afectivo de la mujer, pero no siempre están dispuestos a bajar a la tierra y posar los pies en el suelo…

Y como última pieza importante de este pastiche lúdico/afectivo está “el postre”, pero yo no tomo, paso de postre, es una costumbre o manía, llámalo como quieras, así que me libro del tipo fuerte, seguro de sí mismo, controlador y macho alfa que en algún momento de la vida de una mujer, hemos podido desear durante diez minutos seguidos. Es esa persona que sabe siempre lo que hay que hacer, que no duda, que basa su autoestima en el control de los demás, que maneja estupendamente bien las situaciones conflictivas y que…no permite que nadie se interponga entre su pensamiento y el deseo de su acción. Es decir, inviable para una convivencia con alguien que no sea un sumiso total y absoluto al que, por otra parte, tendrá en poca consideración cuando se aburra de darse golpes en el pecho…

Con una pizca de aquí y otro poco de allá haría yo el hombre ideal, pero no tengo ese poder y no me (nos) queda más remedio que elegir entre el amplio abanico de posibilidades o, simplemente, sonreir, aceptar lo que la vida nos ofrece y disfrutarlo, dejando para otro momento la decisión. Que bien puede ser quedarse como una está y dejar de romperse la cabeza.

Hoy me ha dado por encadenar tonterías…basadas en cosas muy serias. Lo que no he sido capaz es de hacer el “pachtwork” equivalente a “la mujer de tus sueños”. Lo dejo a la imaginación de los lectores esperando que sonrían por la boutade.

Tenemos todo el fin de semana –que se presenta gloriosamente nublado, frío y ventoso a pesar de que se inaugura oficialmente la temporada playera- para “inventar” a nuestro propio príncipe azul.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:



domingo, 10 de agosto de 2014

Un perro llama a mi puerta


No sé lo que significa tener perro -en mi casa hablar del tema era como proponer que incorporásemos a la familia a un extraterrestre- vamos que no recuerdo yo en mi infancia o adolescencia que se planteara la cuestión. Por eso me quedé más que sorprendida cuando, hace un par de años, mi madre expresó el deseo de tener un chucho. Y llegó Elur, un precioso y dulcísimo bichón maltés que más parecía un perro de peluche que un animal con vida y afanes. Curiosamente, el perro siempre me ha demostrado cariño y me ha prodigado mimos y lametones, aunque supongo que es porque relaciona el olor de mi piel con los paseos por el barrio.

El caso es que, por una serie de desafortunadas y predecibles circunstancias, el perro no puede permanecer por más tiempo en el domicilio de mi madre y, en un rapto de inconsciencia temeraria del que no sé si me voy a arrepentir, me he ofrecido a quedármelo. Dije que a partir del martes 26 -¡es hoy mismo!- me lo llevaría a casa “a prueba” durante un mes y luego… pues ya se vería.

Y resulta que estoy temblando de miedo e incertidumbre porque me asusta la responsabilidad de tener un ser vivo indefenso y dependiente del que ocuparme, al que cuidar, mimar y hacer la vida agradable, además de reducir mi ración de libertad -¿qué haré cuando quiera irme de viaje? Dicen que los perros dan mucho cariño, que acaba uno sintiéndolos como algo muy cercano, que se sufre cuando enferman y se les añora cuando se van.

Mis dudas tienen que ver con el racionalismo, supongo que en mi fuero interno me niego a que Elur –tan blanco, tan dulce, tan mimoso- sea sustitutivo del cariño de cualquier ser humano que pueda yo desear, porque son tantas las personas que me han dicho que el cariño de un perro es incondicional, generoso y duradero y como son esas las cualidades que valoro en el ser humano me cuesta aceptar que puedan ser transferidas a un animal no racional.

Eso sin contar con que el pobre perro debe ser reeducado de principio a fin –hay que enseñarle a hacer sus cosas en la calle únicamente, debe acostumbrarse a comer su comida y no del plato de los humanos, aprender a dormir en su cama y no en el sofá del salón, reconocer la autoridad del amo y no campar por sus respetos como pequeño (y dulce) salvaje que se le ha dejado ser. Sé que me meto en un lío, sé que no tengo ni idea de tratar con perros, pero conozco a Elur y me resisto a que se lo lleven manos extrañas.

Creo que es la primera vez en mi vida que siento compasión por un animal… de cuatro patas. Me quedan pocas horas para acercarme a recogerlo, llevarlo a mi casa y contarle que se va a inflar de dar largos paseos hocicando hierbas y pateando adoquines de mi mano (de la correa preceptiva más bien), cómo explicarle que tendré que ser dura con él y castigarle e incluso darle (nunca con la mano) en el lomo para que aprenda a aliviarse únicamente en la calle y no en la alfombra del pasillo, que todo será por su bien porque es la oportunidad que me ofrece la vida de ayudarle… y estoy temblando del miedo que me da no saber hacerlo bien, no poder hacerlo bien, el lío en el que me voy a meter…

Necesito ánimos, lo juro. (Todavía estoy a tiempo de echarme para atrás y que se lo lleve otra persona realmente amante de los perros)

Siento que el Universo me pone a prueba –o se ríe de mí- por aquello que siempre dije de: “¿me echo novio o me compro un perro?”

En fin.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista

Foto: "Elur" - C.Casado

*Post escrito y publicado en Julio 2011. Elur sigue conmigo...feliz.

viernes, 8 de agosto de 2014

¿Gorda yo...? ¡Eso no me lo dices en la calle!



Este invierno pasado he aumentado de peso un par de kilos, que sumados a los que agarré durante el verano más los que me traje de Mexico la última primavera dan un resultado –salvo error u omisión- de tres veces veinte más diez, (que dirían en algunos idiomas). Bueno, como soy más bien tirando a alta –según los parámetros de la postguerra- no anda mal la cosa; es decir, tengo de aquí y de allá y de todo un poco contando el buen humor y la pizca malvada.

El caso es que el otro día coincidí con una conocida tirando a amiga, de esas que no te ves más que de pascuas a ramos, pero que te paras en la calle para “dar el parte” en tres o cuatro minutos de obligado cumplimiento. Y va y me dice: “uy, chica, cómo has adelgazado desde la última vez que nos vimos…” y yo me puse la moviola y pensé que, no sé, igual me la encontré cuando iba a dar a luz a mi hija pequeña y se quedó con la copla de mi barrigota, así que puse cara de poker y enseguida me dí cuenta de porqué me decía aquello… ¡Porque ella había engordado una enormidad! Y claro, ante su comentario amable hacia mi persona, no me quedaba más remedio que decirle que “yo a ella la veía pero que muy bien”, aunque la verdad, estaba más que “de buen ver” de “mucho ver”, pero yo a una mujer que no sea mi enemiga no la llamo gorda ni loca.

Me contó de corrido que se había separado (novedad esperada durante casi diez años de verla cariacontecida) y que, al quedarse sola en casa–ya que los hijos mayores viven por su cuenta- le había dado por llenarse la barriga a la hora de la cena pues no tenía otra cosa que hacer como no fuera pelearse con el silencio. Al medio día no tenía problema porque come en el trabajo, se lleva el túper con algo de pasta o ensalada, pero a la noche…!ay las noches solitarias en el sofá demasiado grande frente a la tele!

Que si empezó con los yogures griegos con frutos secos, para luego pasarse a los pepinillos y aceitunas, para terminar de manera ominosa con todo tipo de galletas dulces y saladas, con o sin chocolate añadido. Un ejército invasor que destruye todo aquello que encuentra a su paso… Le conté mi truco para no cenar demasiado que es, simplemente, no cenar, pero como también me lo salto muchas veces no se me ocurría qué decirle para darle ánimos. ¿Un novio, un follamigo, clases de salsa y merengue?

¡Menudo problema, a los cincuenta y sin nada mejor que llevarse a la boca (nocturna) que carbohidratos chocolateados o fritos con sal marina! La tele creo que produce una sensación de vacío inmensa en el cerebro que va bajando de manera sibilina hasta la boca del estómago donde comienza a aporrear pidiendo con qué llenarlo, carnaza, por favor.

Un libro es lo mío cuando no tengo con quién compartir charla, pelea dialéctica o un tiempo sosegado, pero doy fe de que los libros también dan hambre. Si te los apoyas en el estómago van ejerciendo una presión incómoda que los fumadores llenan con el humo del tabaco y los que no fumamos no sabemos con qué llenar. Eso sin contar con la imaginación que suele hacer de las suyas cuando estás leyendo que los protagonistas van a cenar y el autor te describe el menú y te pone enferma de reacciones incontroladas, como el perro de Pávlov. Aunque si el libro es de amor y relata los pormenores de “los juegos de sábanas” también la hemos liado, porque todos sabemos que el chocolate es sustitutivo del sexo o aplacador de la libido, que me he fijado que en la caja del colmado de la esquina, muchos HOMBRES compran tabletas de chocolate negro 80% de cacao, jejeje, que les tengo pilladísimos…

El visionado nocturno de películas tiene un peligro mayor todavía: las palomitas de maíz engordan una enormidad, las bebidas con gas también y después de cenarte una pizza no suele ser bueno añadir nada más. Otro desastre doméstico/gastronómico.

Conclusión: que ahora me explico porqué están llenas las cafeterías donde dan todo tipo de bollitos dulces, salados, rellenos, crujientes, hojaldrados y cremosos. Que parece que somos un pueblo que pasamos hambre, aunque alguna carencia estaremos supliendo compensando con la ingesta excesiva de comida.

Ya me está apeteciendo picar algo… si es que no se puede ser tan sugestionable…

Por cierto, compañera antigua de colegio; si me lees no te ofendas ni te des por aludida. Yo te vi genial, de verdad, que más vale ser“gorda feliz” que “modelo desgraciada”.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:


*Post escrito y publicado en Julio 2013


Cómo burlar la Justicia y reirse de un ex-marido



Yo creía que estas cosas ya no pasaban en mi tierra, que habíamos contraído una conciencia mínima de la decencia y que personas adultas de cincuenta años ya no se permitían hacer ciertas cosas, más que nada por el sentido de la propia vergüenza. Pero parece ser que sigo siendo una ingenua. Y me explico.

Esto va de divorcios y sentencias judiciales. Esto va de que cuando una pareja con hijos se separa se firma un Convenio Regulador –que luego puede convertirse en Sentencia de Divorcio- en el que queda bien claro que el uso de la vivienda familiar seguirá siendo del disfrute de la esposa en tanto en cuanto ella tenga la custodia de los hijos y estos no se emancipen o cumplan la edad de veintitrés años. Hasta ahí todos más o menos de acuerdo sin entrar a valorar el hecho de que el padre/marido se tiene que largar a la calle, pagarse un alquiler y seguir pagando la parte de la hipoteca del piso que se ve obligado a abandonar –que para eso es suyo al 50%.

Pero resulta que cuando los hijos mayores ya abandonan el hogar, la esposa/madre –que se ha vuelto a casar y vive de alquiler con su marido en otro lugar- se vuelve a empadronar en el piso del anterior matrimonio que hay que sacar a la venta- y no hay abogado en San Sebastián que quiera darle al hombre expoliado la más mínima esperanza de ganar un pleito porque le dicen –previo pago de sustanciosa cantidad en la consulta del letrado correspondiente- que “ningún Juez va a ejecutar la Sentencia de Divorcio permitiendo que la vivienda se ponga a la venta mientras la ex esposa esté empadronada allí”. Aunque ella viva en otra parte.

Pero vamos a ver. ¿Y qué gana esta señora impidiendo que el piso común se venda? Ah…pues muy sencillo y elemental: fastidiar. Es decir, yo me dejo sacar un ojo con tal de que a ti te saquen los dos.

El piso, mientras tanto, criando telarañas, vacío y sin alquilar ni vender; el ex marido y copropietario del piso buscándose la vida por su cuenta sin poder acceder al piso del que es copropietario y la buena señora viviendo con su marido en otro lado, pero EMPADRONADA en la vivienda anterior para que ningún Juez le quite el derecho a vivir ahí…si le apetece algún día volver. Los hijos flipando de la actitud de la madre y el buen hombre a punto de tirarse al estanque de la Plaza de Guipúzcoa.

Bromas aparte –es que si no me enciendo-, parece ser que no se estila mucho en este país EJECUTAR sentencias firmadas hace años, sino REVISARLAS y con eso hacemos que “donde dije digo, digo Diego”. Y el ciudadano que ha pagado religiosamente pensiones de alimentos, el 50% de la hipoteca y todos los impuestos del piso que ha utilizado su ex durante años mientras que él pagaba otro alquiler, se queda con cara de “pasmao” cuando el abogado de pago le dice que no hay nada que hacer, excepto que contrate a un detective privado que demuestre que esa señora no vive en el piso en cuestión y se le ponga una denuncia y el Juez –cuando llegue a su mesa el caso- presuma y acepte la mala fe y diga que sí, que ya se puede poner ese piso a la venta.

Son venganzas miserables que los humanos –en este caso una mujer contra un hombre- tienen el gusto de llevar a cabo por aquello de …”ésta me la pagas así que pasen cien años”.

Tengo el permiso y el beneplácito del hombre “abusado” para sacar el tema a la palestra –no lo haría de otra manera- y la lástima suya es la de no poder poner los nombres y apellidos de la ciudadana abusadora, dueña de un comercio en la capital, que se ríe a carcajadas de la Ley, del sistema judicial, del padre de sus hijos, de sus hijos mismos y de un buen amigo mío.

¿Qué mueve a ciertas personas al rencor, la venganza, el odio a ultranza? ¿Es tanta la satisfacción que se obtiene machacando al otro aunque sea a costa del propio beneficio? Entiendo que en un divorcio se genere dolor y sufrimiento y que hay que tener mucha “categoría humana” para decir honestamente: “borrón y cuenta nueva”. Pero si ya se ha conseguido rehacer la propia vida, casándose de nuevo y creando un nuevo núcleo familiar…¿Por qué seguir haciendo daño, después de tantos años a alguien a quien una vez se amó?

¿Acaso no sería una forma de conseguir paz interior pasar página y perdonar al otro y perdonarse a sí mismo todos los errores cometidos? ¿Qué nuevo camino de peleas, odio y dolor abre esa mujer ante sí misma? ¿Valdrá la pena la satisfacción de fastidiar al otro? ¿Desde cuando la felicidad consiste en hacer daño?

Ni lo entiendo ni lo entenderé, excepto que alguien me lo sepa explicar muy bien.

Ahí lo dejamos.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:



*Post escrito y publicado en Julio 2013