viernes, 28 de febrero de 2014

A favor de los jubilados que miran las obras en la ciudad



Ahora que no tengo ya que ir a trabajar, el tiempo, las horas del día, una detrás de la otra, adquieren un valor intrínseco, específico y personal que hasta ahora (y mira que he vivido años) no habían tenido. Cuando mi única alternativa era deslomarme por un salario mensual no tenía demasiada conciencia del paso del tiempo como no fuera para vigilar que dieran pronto las seis de la tarde de los días laborables. A partir de ese hito vespertino la vida comenzaba realmente para mí (y para tantos otros).

Sin embargo, ahora que no tengo ya que ir a trabajar, gracias a la crisis que se ha llevado por delante mi puesto de trabajo (y tantos otros), la primera hora del día es sagrada y hermosa en cada uno de sus sesenta minutos. Abrir la conciencia y los ojos pausadamente, sin ser despertada por la alarma antiaérea del despertador, desperezarme lánguidamente comprobando si los cuatro puntos cardinales de la cama siguen estando en su sitio, posar un pie y luego el otro en la tierra, en la vida, en la alfombra suave de mi libertad. Hacer el café con todo el mimo posible, meditar sobre la profundidad de la cosa mientras un par de tostadas se broncean lentamente, bendecirlas con aceite oscuro y de olor intenso…

Pero también la segunda y la tercera horas son sagradas y hermosas. Todas ellas. Porque nadie me aprieta, porque nadie me agobia, porque no suena el teléfono, ni recibo treinta correos electrónicos al día, porque no tengo reuniones, ni nadie que repita mi nombre cincuenta veces en una misma mañana. Las horas, mi tiempo, es sagrado porque es exclusivamente mío. La cosecha que no esperaba recoger hasta dentro de casi diez años ha fructificado antes; algo verde y bastante menguada, pero suficiente –con qué poco podemos ser felices- para hacerme crecer las alas.

Ahora puedo dedicarme a reflexionar sobre lo que más ha importado a la humanidad que no tenía que ir a cazar mamuts. Las preguntas del millón, del tipo : “Quienes somos, de dónde venimos y a dónde vamos? ¿Qué es el ser? ¿Qué es la esencia? ¿Qué es la nada?”* Ahora comprendo que es preciso pararse a mirar al vacío circundante para poder entender la inmensidad del caos.

Embutirse en la espiral ruidosa que nace con nosotros para, en medio de ella, hallar el verdadero silencio. Como hacen sabiamente los jubilados que se pasan horas delante de las obras públicas en cualquier rincón de la ciudad. Ahora puedo comprenderles y, sin lugar a dudas, romper una lanza a su favor.

Los que aún trabajan atados a la férula impositiva de las ocho –o más- horas al día, no podrán comprenderlo. Pero algún día se darán cuenta de que es la prejubilación (o la jubilación completa) el comienzo de un largo curso de filosofía. No seré yo quien lo desaproveche.

En fin.

* Siniestro Total. Letra de una canción.

LaAlquimista

¿Soy acaso una mujer pública?




En el siglo pasado teníamos a nuestros amigos apuntados en el corazón o en una libretita; algunos teléfonos nos los sabíamos de memoria y enviábamos postales al salir de vacaciones. Manteníamos las relaciones afectivas dentro de un orden y cuando estas se acababan pues le perdías la pista a la persona en cuestión y aquí paz y después gloria.

Pero ahora no te libras de los viejos conocimientos ni con agua caliente. Gente con la que dejaste de tener contacto en los tiempos de estudiante o en aquellas vacaciones en Benidorm, un ligue del viaje de fin de estudios o una conocida de cuando fuiste de au pair, el novio de los diecisiete o la profesora de labores del hogar. Resulta que un día se aburren o se acuerdan de ti porque sí y teclean tu nombre en Google y…oh miseria entre las miserias…ahí estás tú, al desnudo, con la espalda al descubierto, escribiendo tus cosas en un blog…

Y de repente aparecen después de haber estado diez o quince o incluso veinte años sin haber dado señales de vida; te recuerdan –en público y para solaz de desconocidos y allegados- que saben ‘cosas’ de ti (¿no te acuerdas?), y una no sabe qué decir por miedo a ser grosera y perder la tranquilidad de su vida cotidiana. Aunque de vez en cuando aparezca alguna pequeña joya olvidada que te da una alegría inmensa volver a encontrar.

El discurso es el siguiente: “oye, pues encantada de saludarte, pero en fin, esto es un blog de reflexiones y filosofía de vida para personas de más de 50, no mi diario íntimo al descubierto” y la respuesta: “pues por eso, si es un blog público yo tengo derecho a decir lo que me dé la gana…”.
¿? O sea, ¿me convierte eso en una mujer pública…? Porque yo escribo con nombre y apellidos y estas personas lo hacen desde el anonimato… ¿es eso justo?

Tengo que reflexionar al respecto. Menos mal que a la tarde da la sombra en el jardín.

En fin.

LaAlquimista


Por si alguien desea contactar:
 

jueves, 27 de febrero de 2014

Llévame a Paris (Antes de que sea tarde...)




Llévame a Paris, sin aspavientos,
como el camino conocido de vuelta al hogar.


Llévame a Paris, en silencio,
que el paso cotidiano nos lleve
por los muelles del río viendo rielar,
su superficie estremecida
de risas y lamentos antiguos y eternos.


De la mano contigo,
en el Paris de todos los sueños
soñados alguna vez, quiero estar.


Una vez más, y como si fuera la primera
compartir volviendo a inventar.


En fin.

Laalquimista

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

Congelador + microondas = mujer liberada



O sea que te jubilas –o te mandan a casa con la mitad del sueldo y un reloj de plástico de colores- y ya sientes que puedes hacer lo que quieras una vez superadas las primeras semanas de estupefacción, susto, depresión encubierta y demás zarandajas psicológicas. Cuando te recompones un poco empiezas –siempre sibilinamente- a soñar sueños soñados en algún momento de los últimos veinte o treinta años y que se quedaron en la trastienda del deseo.

Las amigas baten palmas y pegan saltitos a la vez que despliegan ante tu mirada ojoplática folletos de lejanos rincones paradisíacos en 2x1 fuera de temporada, los hijos te sonríen y te abrazan y te dan la enhorabuena diciéndote “bien, ama, qué suerte tienes, ya puedes hacer lo que quieras, disfruta, ama, disfruta”. Te vas a la pelu a hacerte las mechas, la manicura, la pedicura, un peeling y lo que quieran cobrarte, que para eso eres una mujer nueva, libre, con todos los sueños por delante y toda la vida por detrás.

Y un día cualquiera, a la hora de la cena -que has preparado con el mismo cariño que los últimos treinta años-, Él te mira, se atraganta, coge fuerzas y lo suelta: “No pensarás marcharte de viaje y dejarme solo ¿verdad?, porque a ver cómo me apaño yo…”- y remata la frase con un pucherito de los suyos, el gesto preciso para que todo el sentimiento de culpabilidad por los pensamientos impuros caiga sobre tu cabeza. –“Pero, hombre, si sólo sería una semanita de nada…”.

Al día siguiente tu mejor amiga te recuerda que, teniendo congelador y microondas, los chantajes maritales ya no tienen razón de ser. De verdad. El resto son ganas de ser infeliz, que no hay opresores sino oprimidos.

Tenía que decirlo. Que conste en acta.

En fin.

LaAlquimista

*Relato inventado

miércoles, 26 de febrero de 2014

¿De dónde saca la gente el dinero?




Que estamos en crisis y nos aprietan por todos lados es un hecho sobre el que ya no se me ocurre nada que decir puesto que ya se han encargado los políticos y los que viven de la política de contarnos su película. Y cada quien se ha tragado el sapo como ha podido. Así pues, unos han visto mermados sus ingresos, otros aumentados sus impuestos y los más –entre los que me encuentro- hemos tenido que replantearnos hasta la cesta de la compra.

Pero hay un hueco en el calendario, dos días tontos que suman cuatro y medio y nadie quiere perderse el puente. Y de nuevo aumentan las reservas hoteleras, los restaurantes forman colas y las barras de pintxos lucen en todo su esplendor: vuelven los turistas.

Y eso que las previsiones meteorológicas lo decían bien claro: lluvia, lluvia y aire en movimiento y ayer domingo en el Peine del Viento no cabía un alfiler bajo el agua y el viento y la gente se pedía la vez para sacarse la foto. Aunque luego, evidentemente, hubiera riadas de personas desorientadas dando vueltas por la ciudad en busca de cobijo al inclemente tiempo y con cara de enfado. Vamos, como si no lo hubieran sabido de antemano.

Supongo que los que mueven los hilos, los que deciden subidas o bajadas todo esto lo ven y piensan que el pueblo se queja por quejarse, por costumbre adquirida, que se refunfuña por el aumento del recibo de la luz con la boca llena de foie o se hacen sobremesas fumando tabaco a precio de oro y sosteniendo el copazo de güisqui con gesto displicente.

Y yo, en mi ingenuidad pasada por agua, me pregunto:”¿De dónde saca la gente de a pie el dinero?”

En fin.

LaAlquimista


Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

¿Por qué beben nuestros hijos?




Cuando se llega a cierta edad uno de los errores más comunes es creer que uno “está de vuelta de todo”; que ya ha recorrido lo más abrupto del camino y que ya se las sabe todas. Que conoce lo que hay que conocer y que tiene el derecho a juzgar lo que hay que juzgar. Y no. Craso error. Los usos sociales cambian a un ritmo vertiginoso y somos incapaces –nadie es capaz, ni siquiera los sociólogos ni los más enterados- de “comprender”.

Este prolegómeno viene al caso de cuando hablo con gente de mi edad –madres y padres de hijos entre quince y treinta años- del uso del alcohol por parte de la juventud. Suelo pecar de sincera y casi siempre resulta que mis hijas son las únicas bebedoras sociales de fin de semana. Escucho con demasiada frecuencia la frase: “pues mi hijo no bebe; ni fuma.” Ah, pienso yo, y sin embargo vuelve a casa viernes y sábados con el repartidor del pan…

¿Por qué beben nuestros hijos? La respuesta más simple es porque nos ven beber a los padres. Poco o mucho, la ingesta de alcohol está presente en todas las celebraciones: familiares, amistosas y de compromiso. El alcohol es barato, baratísimo (en comparación con otros países de Europa -¿con qué vamos a comparar si no?-) y está al alcance de cualquiera con un DNI suficiente. Nos han visto con la copa en la mano desde que tienen memoria; excepciones las hay, por supuesto, pero no cuentan ahora desgraciadamente.

Yo les pregunto, a esos jóvenes a los que tengo acceso, cuál es el motivo de su exagerada e imprudente ingesta de alcohol. Esas botellas de vodka, ginebra, whisky y ron que cuestan lo mismo que un bocata… ¿qué veneno contienen? ¿les importa acaso meterse entre pecho y espalda química pura y dura de a tres euros el litro?
Las respuestas son variadas e insuficientes: porque lo hace todo el mundo, porque ¿qué otra cosa van a hacer para divertirse?, ¿preferirías que nos metiéramos algo más fuerte? ¿qué hacías tú a nuestra edad…?

A su edad yo…nosotros…estábamos igual de desorientados, confusos, dolidos e insatisfechos de la vida que atisbábamos se nos presentaba por delante. Creíamos que nuestros mayores nos habían dejado un mundo tocado del ala, dañado en sus cimientos, sin inquietudes y que íbamos a tener que dejarnos la piel en levantarlo. Y es cierto que nos hemos dejado la piel. En los últimos treinta años hemos convertido un proyecto vital único en un fracaso vital colectivo. Y nuestros hijos nos miran con el rabillo del ojo conscientes de que no podemos echarles ya nada más en cara; que la responsabilidad también es nuestra.

Y se van a tomarse sus copas tan tranquilos. O no.

En fin.

LaAlquimista


Por si alguien desea contactar:

martes, 25 de febrero de 2014

Me acuerdo sólo de lo que me interesa



Con los años se va perdiendo la memoria al igual que se van perdiendo ilusiones y amores y da mucha rabia cuando te encuentras con la típica amiga que tiene ‘memoria de elefante’ y te dice aquello de: “Sí, mujer, acuérdate, que estábamos en un guateque en el 69 con Tito y Toti, era verano y tú llevabas aquel vestido horrible de florecitas que te había hecho tu abuela…” y le miras con tu mejor mirada ‘modelo katana’ y acabas diciéndole: “tú, no es que tengas buena memoria, es que te inventas las cosas…”

El caso es que he llegado a un acuerdo con mi memoria, hemos decidido –ella y yo- hacer limpieza general, sacar de los cajones viejos los recuerdos viejos, quitarles polvo y telarañas y aprovechar que el ayuntamiento recoge la basura todas las madrugadas. O sea: ¿las cartas de aquel novio que me dejó sumida en la confusión y el desamparo…? a la basura. ¿las fotos de aquel verano en que todas iban con bikini y yo con bañador de faldita…?, a la basura. Sábanas, vestidos, zapatos, bisutería de mondondanga, flores secas, recuerdos secos, flores viejas, recuerdos viejos… todo al contenedor.

Para lo otro, para lo difícil y duro de olvidar, los desafueros, las traiciones, las mentiras, las zancadillas, las bofetadas, los desprecios y el desagradecimiento tenemos cita el próximo martes a las 9 de la mañana. Ella –mi memoria- sé que pondrá encima de la mesa mi lado oscuro, el gran saco donde están guardados los desafueros y traiciones que yo he cometido, las mentiras que dije, las zancadillas que puse, las bofetadas que di y los desprecios que inferí. Desagradecida nunca he sido, menos mal que me salvo de algo.

Una vez terminada la tarea –nada baladí, por cierto-, una vez realizada la criba, la limpieza anímica y espiritual, podré decir orgullosamente que yo me acuerdo sólo de lo que me interesa. Y con todo el derecho del mundo que a estas edades no conviene tener los armarios llenos de cosas que no sirven para nada.

En fin.


LaAlquimista
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

La soledad en medio de la multitud




El ser humano es gregario por naturaleza, es decir, que tiende a unirse a sus congéneres por aquello de que en grupo se pueden hacer más cosas que en solitario. Como ir a cazar mamuts y todo eso. La sociedad funciona a base de grupos y el que se queda fuera pues es un desclasado. Y si la familia se disgrega o tus amigos se mueren ya no cuentas en ninguna estadística.

Me llama muchísimo la atención comprobar cómo por las mañanas puedo cruzarme en la ciudad con una cantidad considerable de personas que van sin compañía; mujeres y hombres proporcionándose su ración diaria de ejercicio, paseantes solitarios con o sin perro y toallas individuales en los días de playa. Y me llama la atención en contraposición con lo que observo a media tarde, al comienzo de la noche en medio de las fiestas veraniegas.

Pareciera entonces que una ley tácita prohíbe la circulación de personas solas, que hombres y mujeres recurren al derecho del libro de familia, al carné de amigas de toda la vida o al novio colgando del brazo. O sea, que si no tienes con quien salir, mejor no salgas. Porque yo no veo a nadie que vaya solo. Y si es mujer pues mucho menos.

Las terrazas repletas, los restaurantes y bares también, una multitud emparejada, en familia o en grupo abundante. La ciudad sucumbe a una marea humana dividida en miles de grupúsculos, de parejitas, de amigos, amantes, vecinos, compañeros de trabajo y familias al completo.

¿Dónde se meten los solitarios? ¿Con quién va a ver los fuegos artificiales quien no tiene familia cercana, aquellos a los que se les han ido los amigos de vacaciones, los que están más solos que la una?
Porque los hay y en cantidad y he llegado a una conclusión: se quedan en casa, encerrados, soportando la soledad en un sofá con un televisor o un libro, mirando al calendario y porfiando porque acaben lo antes posible las fiestas, los fuegos, los toros, los helados, los bailes y los conciertos. Todo aquello que les hace sentir como algo terrible su soledad en medio de la multitud.

Que no nos pase.

En fin.

LaAlquimista

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

lunes, 24 de febrero de 2014

Compromisofobia




Los que ya no vamos a cumplir los cincuenta y hemos salido escaldados de la maravillosa aventura del matrimonio, formamos una sub-especie (zoológicamente hablando) a la que hay que echar de comer aparte. Si algo hemos aprendido es a no poner la mano en el fuego por nadie y a sentarnos de espaldas a la pared por si las puñaladas traperas.

Algunos supervivientes de tan cruenta batalla caen de pie y otros resurgen de sus cenizas; unos se enroscan en su caparazón y los de más allá cierran la puerta y tiran la llave, cada cual en su estilo y con el denominador común a partir de ahora para cualquier relación hombre/mujer de: “cada uno en su casa y Dios en la de todos”.

Que es una exageración, de verdad, que está la gente con la neura puesta todo el día, que sales con un hombre (modelo A) dos fines de semana seguidos y ya te está diciendo aquello de que ‘necesita espacio’. ¿Espacio..? El sideral te voy a dar yo a ti.

Luego están (Modelo B) los que prefieren ‘no hacer planes’ con la cantinela de que ‘los mejores planes son los que no se planifican’ y no es más que la excusa para dejar abiertas otras posibilidades y claro si luego te apetece ir al teatro y ya no hay entradas…¿de qué hablas toda la noche?.

-¿Quedar el martes para salir el sábado? Uff, no sé, ya veremos, ‘sobre la marcha’-. (Modelo C) Y ‘sobre la marcha’ significa que si el sábado por la mañana está el ciudadano de humor propicio pues igual te llama y te dice eso de: “¿te apetece que vayamos a cenar esta noche a algún sitio bonito?” y tú piensas, mira majo, llevo desde el martes haciendo planes con las amigas para este sábado y… ¿ahora sí? Pues lo siento, ya he quedado.

Luego está el fin de semana que dedican a sus hijos (Modelos A,B y C) -¿hay algún separado, divorciado, viudo o soltero que no tenga hijos?- y te lo cuentan como si fuera Eurodisney y al día siguiente que si no le hicieron caso, que si sólo querían ‘pelas’ y tú dices, “bueno, pues a ver cuándo me los presentas, no por nada, eh?, por curiosidad más bien, que llevas hablándome de ellos dos años y…” , (Modelo D) “ ah, pues no sé, ya veremos, es que ellos se tomaron muy mal lo de la separación con su madre y…. -a todo esto la madre lleva cuatro años viviendo con un tipo guapísimo sin trauma aparente alguno- ya se verá, no me gusta que me agobien…”

Y cuando le dices –por decir, que a ti ya te da exactamente lo mismo- que igual lo que pasa es que tiene miedo al compromiso y ponen cara de ofendidos y te sueltan eso tan original de ‘es que sufrí mucho en mi matrimonio…’ pues a una le da la risa floja y se va al baño a empolvarse la nariz y vuelve absolutamente decidida a dormir con los ositos y buscarse a alguien que haya crecido: por ejemplo, un tipo quince años más joven.

En fin.

“Puede uno amar sin ser feliz; puede uno ser feliz sin amar; pero amar y ser feliz es algo prodigioso (Honoré de Balzac)”

Nota Bene.- Cualquier parecido con la realidad o coincidencia con personas o situaciones es pura imaginación mía. No señalo a nadie en particular y señalo a todo el mundo en general. Incluyéndome, claro, porque el que esté libre de pecado, etc…

LaAlquimista
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

Guerra al sedentarismo




Pues resulta que después de pasarme treinta y seis años trabajando en una oficina, es decir, sentada ocho horas al día excepto los momentos inolvidables de visita a la cafetera o la fotocopiadora, me entero, gracias a un profesional del asunto, que la vida sedentaria “es muy mala” para la constitución y evolución física de las mujeres. (Supongo que también lo es para los hombres, pero no lo decía)-

–Ah, mira tú por donde, ahora resulta que las que han trabajado la misma cantidad de años de pie o moviéndose de un lado a otro sin parar está en mejores condiciones físicas que yo... Pues mira qué bien, han descubierto que la vida sedentaria envejece cosa mala… Y no te digo ya nada la intelectual, que vas a comparar pasarte un domingo por la tarde tranquilamente leyendo un libro con ir a pegar saltos en cualquier discoteca, nada que ver, oye, lo insano de lo primero y lo positivo de lo segundo.

¿Y ahora qué hago con mis cincuenta y pico? Mi pobre cuerpo, dolorido de tantos lustros de silla ergonómica, con lo poco que le sirvieron los años jóvenes de baile, los paseos en bici, las marchas de montaña, las temporadas de esquí, los largos en las piscinas y las locuras de otros tiempos, mi pobre cuerpo, digo, según los que saben de esto, tiene que seguir al filo de lo imposible día sí y día también.

Guerra declarada al sedentarismo que adelanta la vejez, me dicen. Y bueno, digo yo, si no era mi sueño dorado seguir con la misma flexibilidad a los cincuenta que a los veinte, que una no es tonta y sabe del desgaste general de la osamenta… ¿a qué viene esta obsesión, mantenida por personas de más o menos mi quinta, que a según que edad lo de “mens sana in corpore sano” se traduzca en “mens sana in corpore in sepulto”? ¿A estas alturas…?

A nadar diariamente sin remisión, Pilates que no falte cada semana, y el gimnasio añadido a los inacabables y madrugadores paseos matutinos; cuando empiece el curso, a la academia de baile o al yoga o al tai chi. Cualquier idea es buena para hacer ejercicio y evitar el anquilosamiento. Guerra total al sedentarismo.

No quiero saber de nadie encerrado en casa, delante de la tele, comiendo porquerías durante horas y horas. En eso que se llama aburrimiento y que no es sino el primo hermano de la depresión. Nada de soledades impuestas ni elegidas. A la calle a patear la ciudad, al monte a contar ovejas, a la playa a pescar medusas. ¿Que estás solo y no tienes con quién…? Ah, ya… pues…

Bueno, pues me convertiré en nómada.

En fin.

LaAlquimista

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

domingo, 23 de febrero de 2014

Las mieles de la solteria



Dicen que las reglas están hechas para saltárselas –aunque con las de Tráfico no haría yo tonterías- pero tengo una que es de oro y como tal la trato y es esta, “en vez de quejarme de lo que me falta me alegro por lo que tengo”. Es un juego que puede ser divertido practicar en una sobremesa entre casados y solteros (como esos torneos de fútbol. Por cierto ¿quiénes suelen ganar, los solteros que duermen poco porque están la mitad de la noche haciendo el amor o los casados que duermen poco porque se pasan la otra mitad entre ronquidos o biberones?).

Me ha tocado jugar en ambos equipos alternativamente –en el de las casadas y en el de las solteras- aunque sin jugar a nada, que las mujeres llevamos la ausencia de competitividad con total indiferencia, si acaso nos gusta sabernos ‘más mejor vestidas’ que alguna otra, pero nuestra pelea por ser la gallina más altiva del corral nunca nos ha interesado demasiado. Decía que he pasado por todos los estados civiles que, de momento, figuran en el Código, así que sé de lo que hablo.

Lo mejor de estar soltera es que no tienes que negociar ni discutir con nadie el destino vacacional. Simplemente vas a donde quieres ir y punto. Es interesante señalar que el presupuesto adjudicado a vacaciones te lo vas a gastar tú en ti misma; es decir, no lo va a ‘dilapidar’ ninguna otra persona en lo que se podrían considerar ‘gastos estúpidos’. (Léase desayunar en el bar en vez de en casa, comprarse todos los días tres periódicos para leer las mismas noticias, llenarse la panza de cañas de cerveza a todas horas, tomar el café de después de comer en el bar en vez de en casa, insistir en ‘sentarse a tomar algo’ cada vez que se sale a dar un paseo mirando escaparates, y un largo e incomprendido etcétera.) Tú te ahorrarás los prolegómenos y directamente te gastarás una pasta en algo bonito que has visto en una tienda divina. Y punto.

Cocinarás si quieres y si no quieres te harás servir en un restaurante sin tener que darle cuentas a nadie de lo que te gastas. Te llevarás una camiseta con la leyenda que diga: ‘Porque me da la gana…’ y nadie te dirá que eso es una horterada. Dormirás hasta tarde. Madrugarás. Echarás la siesta. No la echarás. Leerás un libro durante cuatro horas seguidas. Pasearás por la playa con los pies descalzos por la orilla antes de cenar. Y después. Te quedarás mirando la puesta de sol con un vermouth YIzaguirre en la mano deliciosamente embobada. No llamarás a la familia. De hecho, desconectarás el móvil. Ni enviarás postales.

Es lo más cercano a la felicidad que se puede obtener por estas fechas en que servidora tiene la mala costumbre de irse de vacaciones.

En fin. Que nadie me odie que salen granos.

LaAlquimista

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

Trucos para pasar la I.T.V. a partir de los 50




Todos los que tenemos coche (y sabemos un poquito de coches) somos conscientes del porqué de la necesidad de pasar la ITV a partir de cierta edad –del vehículo-. Y lo llevamos a rajatabla no únicamente por el multazo que te puede caer. Sabemos que un mal mantenimiento va en detrimento del aparato en sí (digamos “aparato” por motor) y que hay partes del ingenio (digamos “ingenio” por automóvil) que no admiten bromas en cuanto a sus exigencias.

En mi vida laboral he estado relativamente cerca de esas inspecciones obligatorias y siempre he escuchado chistes y bromas acerca de la similitud que hay entre el ingenio y nuestro cuerpo serrano. Ahora más que nunca, –acabada la huelga del sector- está vigente la normativa en cuestión; ¿por qué escurrir el bulto (sin alusiones) en lo que concierne al vehículo de carne y hueso de cada uno?

Los hombres lo tienen más crudo que las mujeres puesto que su “ingenio” está compuesto por partes añadidas que nosotras no tenemos –ni falta que nos hace-; me refiero a la próstata obviamente. De cintura para abajo somos bien diferentes y de cintura para arriba hay algunas diferencias anecdóticas; donde se complica ya la cosa es de cuello para arriba, mejor ni lo tocamos.

Lo que hay que mantener como sea en buen uso es el aparato (véase primer párrafo); ahí no hay historias que valgan. Si el motor se gripa hay que tirarlo; no es como antaño que se rectificaban cilindros y camisas, ahora eso no es posible. También se daba importancia a “los bajos” que te los miraban desde el foso a ver si se iban cayendo a cachos o estaban sujetos con alambre. Hoy la medicina ya ha inventado con qué mantenerlos activos. Recuerdo una masilla que se usaba para sanear roñas y rozaduras y hacer que la chapa pasara por lo que no era, un maquillaje compacto y nada desdeñable. Las mujeres sabemos bien cómo hacer un repaso de carrocería y pintura, ahí somos expertas y la colamos casi siempre.

Lo que es más difícil en estos últimos tiempos es salir airoso de esa máquina que te engancha el chasis desde el foso y te pega unos meneos alucinantes; dicen que es para ver cómo está la suspensión… y en ese tema los hombres no tienen escapatoria ni forma de disimular. El tema de las luces, pues eso…el que tiene pocas, condenado.

A nosotras nos queda, como opción nada desdeñable por lo efectiva todavía, ir a pasar la inspección en top y minifalda y aprovecharnos de si queda algún mecánico “de los de antes”.

Que las iteuves ya no son lo que eran.

En fin.

LaAlquimista
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

sábado, 22 de febrero de 2014

El cansancio de los nuevos amores


Cuando vuelvo de mis paseos matutinos me demoro en el jardín y juego un rato en la piscina a la Esther Williams de andar por casa. Lo verdaderamente agradable no es que sea pequeña –la piscina- sino que –quizás por eso- esté solitaria y triste. Como esperando a que llegue yo y me zambulla en su soledad azul turquesa cosa que hago con deleite a pesar de su frialdad.

A veces sale alguien camino de la calle a pasear al perro; a veces entra alguien a dejar una carta, pero no son fechas vacacionales, ahí está el truco. Hoy había una señora –más o menos como yo- sentada en el suelo a la sombra de un olivo. Es un jardín de los de antes, con hierba, flores, arbustos y árboles por lo que su bucolismo invita a la contemplación y a la conversación lánguida. La señora –extranjera, nunca leerá este blog-, había alquilado un apartamento con su nueva pareja.

Después del intercambio obligado de datos personales: lugar de procedencia, estado civil y motivos de la ocupación, me ha preguntado por un restaurante romántico para ir por la noche con su –he sabido- recién estrenada pareja. –“Oh, -le digo- l’amour toujours…!” Su gesto extrañado me ha hecho pensar que me había tomado una confianza inconveniente y justo cuando ya pensaba arrodillarme pidiendo perdón me ha hecho un guiño y ha dicho la frase del día: “Oh, un nouvel amour, c’est si fatigant…!”

Tiene razón; vuelta a repetir la biografía, tener que desempolvar las viejas historias, reabrir puertas que chirrían, hurgar en las olvidadas cicatrices… qué cansancio… y la pasión, de nuevo, como si se inventara el amor, haciendo escorzos imposibles en la horizontal –sólo en la horizontal-, robándole horas al sueño (tan necesario), estrenando ojeras y resacas…qué cansancio, qué fatiga…con lo cómodos que son los amores viejos, los de toda la vida...

En fin.

LaAlquimista

El poder del perdón




Los que hemos sido educados a golpe de crucifijo sabemos muy bien de los beneficios colaterales del saber perdonar. Lo de poner la otra mejilla ya no está tan claro, ahí la cosa empieza ya a chirriar, pero perdonar al que nos ha ofendido, con esa generosidad superior de los ungidos, ese día fuimos todos a clase.

Y no; no nos adoctrinaron bien. Omitieron–y no por olvido- lo más importante, el paso básico para llegar –quizás- al perdón universal pasando por la penitencia individual. Nos negaron la enseñanza de perdonarnos a nosotros mismos; antes bien, fomentaron el sentimiento de la culpa ecuménica para tenernos bien amarrados. Pero como esto no es un púlpito ni yo maestra de nada, ahí van varios ejemplos de los de andar por casa sin más ánimo que llenar el folio hasta el final.

-Perdónate a ti mismo por haberte equivocado al elegir al compañero o a la compañera para compartir la vida. Piensa que eras demasiado joven, demasiado inexperto, demasiado ingenuo. Piensa que tenías demasiadas ilusiones, demasiadas fuerzas, demasiadas ganas. Perdónate y prepárate para el nuevo amor.

-Perdónate a ti mismo por no haber triunfado en la vida como tus padres querían que triunfaras. Porque sus sueños no eran tus sueños y sus afanes no eran los tuyos. Recuerda que “tú eres tú y ellos son ellos”, y que quisieron manejar tu vida y tú te dejaste porque no te quedaba más remedio. Perdónate y prepárate para la próxima oportunidad.

- Perdónate a ti mismo por todas las tonterías que has hecho y todo el tiempo que has perdido. La vida da muchas vueltas y seguro que la próxima vez lo harás mejor.

- Sé magnánimo con este perdón porque lo necesitas para sacar fuerzas para seguir viviendo.

Y ahora que ya me he quedado a gusto con mi cuarto de hora de psicología del todo a cien, me voy a perdonar a mí misma el llevar toda la vida nadando contra corriente y para celebrarlo voy a la cita de los domingos por la tarde con mi confesor espiritual. Con mucho hielo y cáscara de limón.

En fin.

LaAlquimista

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

viernes, 21 de febrero de 2014

Una garza en mi camino


Soy una ferviente entusiasta de las largas caminatas, pero no para llegar a algún sitio y sacar una foto diciendo que he estado allí sino por el placer de caminar, observar, escudriñar o detenerme en el detalle que pasa desapercibido. Nada mejor para tal fin que esos espacios naturales que algunos municipios declaran ‘protegidos’. Los protegen del hombre y su equipaje, obviamente. Un lago y sus orillas, un estanque y sus humedales, las marismas y su fauna.

Imaginemos un día cualquiera, es decir, no festivo, de un invierno que no lo es más que en el calendario. La mañana fría y húmeda da la bienvenida a un sol de ‘quiero y no puedo’ pero suficiente para tener que acompañarlo con gafas y gorra. Las botas, el forro polar, los bastones, la mochila y el silencio. Nadie por aquí, nadie por allá, los pasos quedan amortiguados, ora por la arena ora por el barro medio seco. Pero ellas nos miran, sorprendidas; son las cercetas y las avefrías. Se adivinan cientos, miles de coipús (rata-nutria o falsa nutria) que han dejado su huella en medio del sendero y las trazas de su camino hasta las aguas quietas, oscuras de tanto invierno y tan poca primavera.

La marisma respira, está viva. De repente, se percibe un aleteo junto a una rama enganchada entre algas y plantas que sobresalen del agua y una garza se posa bajo el beso del sol. El aire se detiene. Con infinito cuidado alzo la cámara y le hago un guiño sabiendo que estoy invadiendo –con permiso, pero invadiendo- su rutina matinal.

Durante más de dos horas no hemos cruzado ningún ser humano. Luego hay que volver al ruido civilizado y el encanto desaparece. No, no del todo, persiste en mis ojos y lo guardo para cuando todo vuelva a ser como siempre.

En fin.

LaAlquimista

 http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

Miedo a jubilarse




Cuando dio comienzo mi vida laboral, en la década de los setenta, coincidiendo con el pistoletazo de salida de algunas de las libertades en este país, di por sentado que esta se extendería durante ‘otros’ cuarenta años como mínimo, hasta cumplir los 65 que era donde se fijaba la edad ‘hito’. Sin embargo, alguno de los cuatro jinetes del Apocalipsis anda rondándonos a los de aquella quinta y parece que vamos a ser ‘jubilados precoces’. (Me consolaría poder seguir siendo precoz en algo todavía).

A quien más y a quien menos le llegan cantos de sirena o proposiciones deshonestas y quien más y quien menos se lo toma de diferente manera; unos con regocijo mal disimulado, otros con angustia desaforada. Porque no es sólo que una contase con hallar al final del camino un poco de sabiduría y paz, sino también una digna pensión de jubilación. Bien es verdad que aunque hayamos trabajado por dinero la cosa pueda pasar a ser inversamente proporcional, pero son paradojas de la vida y hay que saber torearlas.

Anda el personal (el que yo conozco y trato) revuelto y ansioso; -“pero si sólo tengo 58 años-, me decía el otro día un colega, “no tengo edad para jubilarme, no estoy preparado”!. Ciertamente.
Como si tuviéramos que asumir como fracaso personal el que por culpa de los bancos y los gobiernos a gente absolutamente válida se le cuelgue de repente la etiqueta de ‘obsoleto’ o ‘prescindible’. En tiempos de bonanza –recuerdo- en mi empresa se ‘rogaba’ a la gente que no se jubilara anticipadamente, que no se fueran llevándose su ‘know how’, que ahora se ha convertido en ‘how’ a secas.

El miedo a jubilarse anda campando por sus respetos en nuestras vidas; se reduce la vida laboral en cinco, ocho y hasta diez años por gracia de la magia financiera y el birlibirloque social. Voy a ser –me temo- la única de entre mis amigas que no tendrá prisa por regresar a casa después de las cenas de los jueves; me odiarán (amablemente) por no tener que usar ya nunca más por obligación ni traje chaqueta ni despertador. Y yo me desconcertaré al no tener que contar con cuentagotas los días de vacaciones que gasto y los que me quedan…porque todos serán igual de…maravillosos!

¿Qué hacemos los de cincuenta y pico con el miedo a la jubilación…?
Mi idea es que lo metamos en el mismo cajón donde guardamos un día el miedo a la libertad, el miedo al compromiso, el miedo al amor, el miedo a la vida. Todos los miedos juntos para que no se escape ninguno. Sin naftalina. Para que los encuentren algún día y los tiren (otros) directamente al contenedor.

En fin.

LaAlquimista
  http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

jueves, 20 de febrero de 2014

El perro del hortelano


¿Quién no conoce esta comedia de Lope de Vega o por lo menos quién no sabe qué quiere decir ‘eres como el perro del hortelano’?

Tenemos a una mujer (o a un hombre) que no se decide, que no da el paso comprometido, que juega al amor –ahora sí, ahora no-; que aprieta cuando el otro se aleja y afloja cuando se acerca; en definitiva, que vuelve loco al otro. Porque hay relaciones que parecen una tortura china y son esas en las que alguien se comporta como el perro del hortelano, ‘que ni come ni deja comer’.

Véase a quien no le gusta salir de noche y se empeña en retener en casa al otro; o a quien ‘ ya no tiene ganas de hacerlo’ y pretende que haya resignación sin patalear. También está la persona que se apoltrona en el sofá de la relación y sólo levanta una ceja cuando escucha la palabra separación. Entonces, cuando le ven las orejas al lobo, todo es rasgarse las vestiduras y mesarse los cabellos.

Pero suele ser ya demasiado tarde. Lo que el perro del hortelano no sabe –aunque sí lo sabía Lope de Vega- es que en el amor vence siempre el más aguerrido, el que más expone, el que no se queda parado sin hacer nada, defendiendo su plato de comida –porque es suyo- , sin darse cuenta de que, al no comérsela él, hace ya mucho tiempo que se ha estropeado. Eso que defiende, ya no tiene valor alguno.

Y a buen entendedor pocas palabras bastan. Nunca es demasiado tarde para leer a Lope de Vega.

En fin.

LaAlquimista

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

miércoles, 19 de febrero de 2014

Cosas que una olvida del matrimonio


Mi estado civil es el de divorciada lo que implica que he conocido las mieles y las hieles del estado civil del matrimonio; el divorcio, cuando es deseado, aporta básicamente la sensación de paz. Ya ha terminado todo, ya puede uno levantarse a la mañana siguiente y decir: “la vida recomienza ahora”. Y por puro instinto de supervivencia olvidamos grosso modo las vivencias que iban en el paquete completo del matrimonio, una especie de barrido general de situaciones pasadas. Empezar de cero que se dice.

Pero no siempre es posible, de hecho, no siempre es aconsejable, hay vigas maestras que es mejor no mover de su sitio, costumbres y rutinas que soportan la estabilidad y la autoestima, no todo tiene que ser nuevo y diferente.

Las cosas buenas que uno olvida del matrimonio son aquellas que no pueden comprarse con dinero. Por ejemplo: lo calentita que está la cama en invierno. Sí, ya sé que para que te calienten la cama no hace falta casarse pero para que venga alguien en plan “manta humana”, hoy sí y mañana ya veremos pues no vale la pena comprarse un camisón nuevo.

Es lo que tienen los calores de Agosto, que me hacen sentir la añoranza del calor cotidiano, sencillo y confortable del invierno.

Afortunadamente, en cuanto llega el otoño se me olvidan estas debilidades mentales y ya vuelvo a ser yo misma.

En fin.

LaAlquimista

 http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

La crisis de puertas para adentro


Una cosa son las estadísticas y porcentajes y otra muy distinta lo que ocurre dentro de casa al abrigo de todas las miradas. En el bar se sigue tomando café, pintxos de tortilla y cervezas aunque a la mujer le hayan echado del trabajo y ya no haya manera de pagar la hipoteca y mucho menos llegar con decencia a fin de mes. Uno no puede decir que no puede permitirse el ‘lujo’ de gastar cinco euros en el bar todos los días cuando en casa se cena huevos todas las noches, hay que ‘mantener el tipo’, hacer como si esto de la crisis fuera algo terrible sí, pero que les está pasando a los otros. Nos da vergüenza.

De repente todo son excusas –el niño enfermo, la suegra ingresada, un dolor de estómago- para no acudir a las cenas de los viernes (50€ con las copas), una amiga te llama para que le ayudes a teñirse el pelo en casa (otros 50€ de peluquería para el bote) y tú acabas abriendo el armario y decidiendo que, efectivamente, aunque no tengas ‘nada que ponerte’ está hasta las cartolas de ropa (el armario), hasta el día que necesites un sudario.

Es que da vergüenza, mecachis, después de treinta años trabajando contar a los amigos que ya no puedes pagar una interina que te haga los baños, que con la ropa de la primavera pasada te vas a apañar perfectamente (con las blusas de florecitas de Laura Ashley del año de Maricastaña que se han vuelto a poner de moda), que este año ‘ apetece mucho’ ir al pueblo que hace tiempos que no vamos, por no decir que es imposible rascar los mil euros por persona que cuesta una semana en Estambul que es lo que apetece de verdad.

Y como mantenemos la ficción de ‘no pasa nada’ o lo que es peor, de que podemos superarlo o encajar los golpes económicos con holgura, el sueño se altera y nos tiemblan las manos de sujetar tanta mentira.
Por eso los bares están llenos solamente los días de partido.

En fin.
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/
LaAlquimista

martes, 18 de febrero de 2014

Separar lo importante de lo superfluo




Vaya, parece un título de libro de autoayuda, pero viene a ser algo tan importante que hacer en la vida como aprender a respirar bien. (Que no todo el mundo sabe, por cierto).

Mi vida ha cambiado mucho en los últimos doce meses; por diversas circunstancias he accedido a una serie de posibilidades que antes no tenía. La puerta estaba abierta y unas han entrado y otras las he cogido alargando la mano simplemente. Ahora vivo de manera diferente a la trayectoria que estaba fijada para mí (¿quién la había fijado? ¿la familia? ¿la sociedad? ¿los dioses?) y mi gente se asombra, me pregunta, quiere saber.

Después de muchísimos años practicando creo que he llegado a conocer los rudimentos del difícil y sutil arte de identificar lo importante y separarlo de lo superfluo, bien entendido que siempre de acuerdo con criterios individuales y sin ánimo de convencer de nada a nadie.

En lo material tengo mucho menos que antes porque he aprendido a necesitar menos. Menos ropa, menos joyas, menos viajes, menos lujos, menos cosas. Cuando te das cuenta de que tienes ropa en el armario hasta para hacer tu propio sudario ves lo innecesario, lo superfluo de la situación. Con todo lo material puede suceder lo mismo y un buen día ‘haces mercadillo’ y lo regalas casi todo.

Cuanto menos amor propio tengo mejor duermo, a menor cantidad de orgullo mayor brillo en la piel. Metí en la misma bolsa la competitividad, la ambición y los proyectos materiales; en el sitio que ocupaban se están instalando ahora la satisfacción de lo poco y lo bueno, el silencio de la ausencia de caos.

Creo que me he liado, pero yo me entiendo. Y es suficiente para ser moderadamente feliz.

En fin.

LaAlquimista

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

Una de cal y una de arena




La vida es esa gran traidora en quien nunca se puede confiar. Nos engaña con sus cantos de sirena arrojando nuestra pequeña barca de ilusiones y afanes contra la rompiente asesina. La vida no hace promesas porque sabe que no las va a cumplir. Nos incita, eso sí, a hacer la apuesta arriesgada sabiendo que hará trampas. Quiere, necesita, que el requiebro sea constante, esconde las piezas que faltan, aviva las corrientes de aire, que nadie se confíe.

Pero es también la amiga inmensa que tiende sus brazos acogedores para mitigar nuestra zozobra y secar nuestras lágrimas. De ella se puede esperar la entrega de un amante, el gozo de unos besos, la paz del descanso compartido. Y a veces nos lo da.

A ella le pedimos el regalo de los hijos, la visita de la luz, la ausencia del dolor. Y a veces nos lo da. Canta su canción dulce y melodiosa y ese instante efímero se hace eterno, sosiega el espíritu, adormece el corazón. Pero sólo a veces.

A la vida hay que darle una de cal y otra de arena para que esté contenta y no se aburra y nos deje seguir jugando con ella hasta que se nos acaben las fichas. Y el que no sepa hacer bien el truco no se va a divertir. Seguro que no.

Aunque a veces haya sorpresas. Pero sólo a veces.

En fin.

LaAlquimista

        http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

lunes, 17 de febrero de 2014

Capricho primaveral


Cualquier excusa es buena para celebrar la vida y es más que sana la costumbre de hacerlo, y un fin de semana primaveral –con las ganas que le tenemos a ese rico solecito que alegra el alma- puede ser la ocasión perfecta. Así que he decidido concederme un capricho en el día de hoy.

Una vez tomada tan sabia decisión doy rienda suelta a la imaginación para que me sugiera algo agradable, para que me ofrezca una tentación a la que no pueda resistirme. Después de cinco largos minutos mirando por la ventana con la sonrisa puesta y la taza de café con leche en la mano debo confesar que no se me ocurre nada especial. ¿Será posible?

Y es que hay días en que una se siente tan tranquila y tan quasi feliz que lo único que quiere es ‘que no haya olas’, que todo siga como está. No desear nada más de lo que ya se tiene es lo más parecido –al menos en mi caso- a la felicidad. Así que, simplemente, voy a salir a la calle, a incorporarme a la vida con el mejor ánimo posible y darme el capricho de disfrutarlo plenamente.

Sin más (y sin menos.)

En fin.


Foto: Amanda Arruti
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

Ratas voladoras




Qué bonito cuadro forman las palomas con un niño pequeño corriendo tras ellas –como si fuera detrás de la vida, inocente, incauto él-, qué bucólico panorama el del parque florecido con las palomas correteando al lado del paseante despistado y feliz.

Pues no; estoy esperando que alguien me diga para qué sirven las palomas en una ciudad, qué aportación al equilibrio del medio hacen, qué beneficio al entorno proporcionan, aparte de quedar bonito cuando sacas una foto.

Porque las palomas siempre me han parecido una especie de bichos sucios que molestan y cubren de porquería todo lo que tocan. Viven donde pueden, es decir, en cualquier sitio que les acomode, son ‘okupas’ indeseadas de aleros de edificios, cornisas y balcones. Pasean su vista despreocupada por la ciudad desde lo alto de las estatuas y dejan su huella en la piedra y en el cemento, en la madera y en el hierro. Huella sucia que ni el tiempo ni la lluvia puede borrar.

Si bajo sus alas están las personas, maldito maná caído del cielo para amargarte el día; si son los coches, decoración de mal gusto que corroe la pintura. Cuando vuelan en formación baja tropiezan y golpean, allá donde haya suciedad y porquería están ellas hurgando, con un arrullo incesante y molesto, las ratas voladoras.

Las protegemos porque somos civilizados y amamos a los animales. A algunos, porque lo que es a otros los masacramos sin piedad para jolgorio festivo del personal.


En fin


Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com