miércoles, 9 de marzo de 2016

Cuarto Acuerdo. "Haz siempre lo máximo que puedas"




Magnífico Cuarto Acuerdo de la filosofía tolteca que desarrolla Miguel Angel Ruiz en su libro “Los cuatro acuerdos”.

Parece una verdad de Perogrullo esto de hacer siempre lo máximo que se pueda porque…¿quién no actúa así desde siempre? Sin embargo, a poco que nos pongamos a observar –sobre todo mirando en nuestro interior- descubrimos que la forma de actuar del común de los mortales está basada en la ley del mínimo esfuerzo propio o en la teoría del máximo esfuerzo de los demás. Es decir, asentarse en una postura cómoda (y acomodaticia) que evite en lo posible el desgaste tanto físico como mental del individuo.

Sin embargo, están “los otros”, esas personas que sí que son capaces de hacer mucho más que los demás, simplemente porque son ambiciosos. Son los que trepan y llegan a la cima de la montaña porque han deseado el poder, el dinero, el relumbre social. Son los que han escalado hasta la cumbre apoyando sus pies no solamente en los salientes naturales sino también sobre las cabezas de muchos seres humanos.

Entre unos y otros, entre los que se dejan domesticar en silencio consentido y los que domestican con látigo sibilino se sitúan quienes tienen conciencia de su propio poder, conciencia de sus posibilidades individuales y actúan en consecuencia desarrollando la capacidad con la que han venido a este mundo.

No hace falta ser un genio para sentirse orgulloso de uno mismo; ni llevarse el premio fin de curso para reconocer la propia satisfacción por las cosas bien hechas. El premio, la medalla, la escarapela, no son más que aditamentos sociales para alimentar la vanidad. El orgullo por el trabajo bien hecho casi siempre se queda en nuestro interior; no necesita realmente ser cacareado a bombo y platillo.

Ahí es donde está el auténtico trabajo, ese “hacer siempre lo máximo que se pueda”, en todos los ámbitos de nuestra vida, en cada ocasión, -importante o cotidiana- sin parar mientes en lo que piensen los demás o en lo que los demás esperan de nosotros que hagamos.

Unas veces haremos mucho, otros días haremos menos en función de nuestro estado de ánimo, de la fuerza que nos sostenga en cada ocasión, pero es tan sencillo como poner “el alma” en todas las acciones que emprendamos por pequeñas que nos puedan parecer. Desde dedicarnos a cocinar echándole mucho cariño al asunto –que es el truco infalible para que los guisos sepan a gloria bendita-, hasta escuchar con una sonrisa en los ojos al amigo que está desahogándose (aunque sea por cuarta vez) con nosotros. Ayudar a los demás cuando nos piden ayuda y hacerlo desde el corazón si así lo sentimos; pero si tenemos que decir “NO”, hacerlo tranquilamente porque eso significa que nuestra esencia habla con palabras sencillas. Y quedarse tranquilo ante nuestra propia negativa porque eso quiere decir que, en ese momento, ese máximo que podemos hacer es el que es, lo real, lo auténtico y mala cosa es forzar el sentimiento y los dictados de la mente para complacer al prójimo.

Hacer siempre lo máximo que se pueda parece muy sencillo, pero no lo es tanto porque estamos acostumbrados a hacer “lo que nos da la gana” sin pararnos a reflexionar si ese dictado de nuestra voluntad no es también el discurso profundo de nuestra esencia y hacemos las cosas desde la mente sin sentirlas cuando bien podríamos hacer  coincidir ambas acciones y lograr un resultado mucho más “perfecto”.

“Di que no cuando quieras decir que no y di que sí cuando quieras decir que si: tienes derecho a ser tú mismo”.

Habrá veces en que no seremos impecables con las palabras y sabremos que tenemos que seguir trabajando en ello; en otras ocasiones sufriremos por tomarnos como personal algo que deberíamos dejar correr y ese dolor nos hará aprender para la siguiente vez. Y cuando caigamos en la tentación de hacer suposiciones por cobardía o mala intención también podremos reconocer nuestra marca personal y decidir qué queremos hacer con todo ello.

Quizás intentar “hacer siempre lo máximo posible” para sentir que llevamos las riendas de la propia vida en vez de dejar que sea ella, la vida, la que nos pase por encima sin que podamos hacer nada por evitarlo. Hoy puede ser el día perfecto para tomar CONSCIENCIA de todo lo que somos capaces de hacer, quitándonos –por fin- todo el MIEDO con el que hemos cargado durante demasiado tiempo. Hoy puede ser el día perfecto para acometer “eso” que nos ha frenado, “eso” que tenemos pendiente, “eso” que nos va a permitir ser un poco más felices.

En fin.

LaAlquimista

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