lunes, 1 de junio de 2015

De egoismos y otras hierbas


Eso de ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio es una de las características más habituales en el ser humano; nadie se libra de ello. Criticar al prójimo y atemperar convenientemente la propia actuación es una de las estratagemas más recurrentes y que mejor sabemos poner en práctica para justificarnos. Criticamos a quien nos critica, juzgamos a quien nos juzga, insultamos a quien nos insulta aunque no siempre amemos a quien nos ama.

Esto viene a cuento de muchas cosas –demasiadas- pero concretamente a una interesante conversación mantenida estos días pasados en la que se intentaba dilucidar donde comienza el egoísmo cuando se exige al otro lo que uno no está dispuesto a dar. Es decir, un suponer, yo viajé el año pasado a pasar las fiestas navideñas contigo luego a ti te toca venir este año; y al que “le toca” enarbola una excusa de lo más correcta y se libra de la parte que le corresponde y entonces el otro le dice que es un egoísta y el que se ha escaqueado le tacha de intransigente porque no comprende su situación personal “especial” y así ad infinitum.
 


Partiendo de ahí están las mil y una variantes de la cosa: el que “siempre” llama y el otro no lo hace apenas; el que “siempre” prepara los planes y los otros que se dejan llevar; quien intenta arreglar las cosas frente a quien se encierra en sí mismo. El generoso frente al desprendido, el cariñoso frente al “erizo”, el simpático frente al despreciativo… y nosotros en este lado y los otros en el de enfrente, arrojando proyectiles al otro lado del río en vez de meternos al agua para bañarnos juntos.

Cuando le llamo egoísta a alguien porque no me da lo que yo espero tengo que preguntarme si tengo derecho a exigir a otro ser humano algo que no puede o no quiere darme únicamente porque yo se lo he dado antes. Reclamar amor porque se ha amado, exigir atención en justa correspondencia, pedir besos, abrazos, cariño, palabras o simplemente un pensamiento creyendo que se tiene derecho a ello es… es tan tonto como no darse cuenta de que el egoísmo ajeno es exactamente igual al propio. Como cuando estamos enfermos y nos molesta la música alta del vecino y no nos acordamos de la fiesta que hicimos hace poco y la bronca que armamos de madrugada sin preocuparnos del descanso ajeno.

Todas las personas somos egoístas; incluso los que no lo son.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

No hay comentarios:

Publicar un comentario