viernes, 11 de marzo de 2022

Revival

 

Revival

 

Gracias a las redes sociales es más sencillo conservar la memoria de toda una vida puesto que aparecen las sombras (y algunas luces) de personas con las que mantuvimos una relación de amistad, de amor o de continuos desencuentros en el pasado. Cuando el recuerdo no está mohoso me gusta volver a la casilla de salida aunque sea por unas horas, soy una nostálgica un poco ñoña.

De esta manera tan “normal”, volvimos a encontrarnos A. y yo después de más de treinta años. (“A” es nombre de hombre). Vino a la ciudad de sus muchas raíces, otros tantos amores y mil recuerdos y también se acordó de mí, así que propiciamos un encuentro amable con la mejor voluntad por ambas partes.

Fueron cinco horas de intenso “revival” en las que tuvimos que condensar esos treinta años vividos separadamente para que la otra persona perfilara un poco el propio currículo. Me agradó sobremanera que el “tonillo” con el que intercambiamos datos, fechas y sobresaltos lo fuera todo menos condescendiente, en el sentido de que no nos perfumamos apenas. Eso me gustó.

Él me trajo una botella de Chardonnay de “cosecha propia” (o casi) y yo le correspondí con un libro de cosecha ajena. Y entre medio sesenta años (treinta suyos y treinta míos), varios amores con sus desamores incluidos, cuatro hijos y todas las heridas cicatrizadas o todavía abiertas.

Pensaba que hablaríamos de aquella juventud más o menos progresista compartida, de la gente que estuvo y se fue o de los que se quedaron y se amodorraron en una zona de confort que jamás imaginamos en los ochenta. Pensaba que haríamos una especie de “documental” verborreico de andar por casa de lo que fue nuestra juventud en una ciudad pacata con ínfulas de grandeza en los años ochenta. Pero no. Él me contó sus sueños truncados y yo desmenucé mis grandes equivocaciones. Fuimos dos libros abiertos trasvasando información apretujada, reducida con voluntaria intensidad a cinco horas llenas de palabras.

Luego, al llegar a casa, en el momento tranquilo de echar un vistazo somero al día que se acaba, se abrió una nueva “ventana” por la que se me coló una especie de viento que me hizo estremecer.

A veces, la vida, la propia quiero decir, todos los años de lucha, alegrías y penas, aciertos y errores, se puede meter en un pendrive imaginario y no demasiado grande. Cinco horas de “revival”. Casi nada, casi todo para reflexionar y tomar más conciencia todavía de lo efímero porque ya no tenemos la vida por delante sino por detrás…

Felices los felices.

LaAlquimista

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