jueves, 20 de abril de 2023

"Turismo social". Mi primera vez (I)

 

“Turismo Social”. Mi primera vez (I)

El término turismo social apareció a finales de los años cuarenta y a principios de los años cincuenta del siglo XX, e indicaba las actividades turísticas promovidas por organizaciones que operaban sin fines de lucro a favor de la «clase obrera»”. Es lo que ahora, en el siglo XXI, se llaman “Viajes del Imserso” (Instituto de Mayores y Servicios Sociales).
Como ya he confesado con anterioridad -y con los consiguientes golpes de pecho- que sigo teniendo prejuicios, intento de vez en cuando darles algún martillazo y como no hay nada como meter el dedo en la sopa para saber si está caliente y por coherencia para poder hablar de lo que conozco y no de lo que imagino o me cuentan, me apunté a un “Circuito cultural” del IMSERSO. Yo sola y sin conocer a nadie. Con un par.

Ya he ido y ya he vuelto. Escribo desde mi txoko, con el pc y buena conexión wifi. Tengo en la cabeza un totum revolutum de sensaciones y experiencias. Han sido seis días –cuatro si descontamos el viaje de ida y la vuelta- en grupo humano compacto. Numerados, controlados y protegidos, que para eso somos “mayores” e imprevisibles y algo anarcos cuando se nos cruza el cable.

Un viaje en bus por tierras de Castilla-León plena de arte románico, de embutidos sabrosos y de reyes con corona o descabezados que conformaron la historia que no conviene olvidar. Allá que me fui con una mezcla de emoción de pretéritas excursiones colegiales y resquemor ante el rebaño que se moverá al silbo del pastor que toque, aunque en este caso fue una “andereño” (profesora) cariñosa y profesional la que nos “cuidó y guio” durante todo el recorrido.

Llegué a la estación de autobuses de Donostia a la hora indicada, di mi nombre y me asignaron un número de asiento, el mismo para todo el recorrido. Me sentaron al lado (pasillo) de una señora amable que se durmió justo al salir de la dársena. Yo hice lo propio. Eran las nueve y media de la mañana de un domingo helador.
Hora y media después hubo una parada técnica “para tomar un café e ir al baño” –esa premisa que mantiene que a partir de cierta edad hay que estar colgados del wc que, por cierto, no llevaba incorporado el vehículo que nos transportaba-. En estas situaciones pienso siempre en las “urgencias y emergencias” del síndrome del colon irritable y las pejigueras de las próstatas, pero en fin. Pues bajamos e “hicimos los deberes” con más nervios que ganas y ya empezamos a mirarnos los unos a los otros en la barra del bar de carretera. En el bus, con la mascarilla puesta, poco identificables éramos…

Matrimonios que viajan en grupo de amiguetes. Matrimonios de la mano. Mujeres que comparten con amigas. Mujeres que viajamos solas. Hombres solos, ninguno. (Qué raro, vaya por Dios. Luego me dijeron que “para ligar” hay que ir a los viajes de Benidorm). Una cincuentena larga de viajeros con ganas de pasarlo bien, bonito y barato durante los próximos días. Viajar siempre es emocionante y el que no lo siente así es el que se queda en casa; es la otra opción, la otra cara de la moneda de la vida.

A las doce y media, parada para comer en los aledaños de Burgos. Sin protestar y sustituyendo el vinito del aperitivo por una sopa castellana y unos filetes de lomo, comenzamos el periplo gastronómico incluido en el programa. Menú cerrado, para todos igual. Pensión completa, vino tinto a tutiplén incluido, vamos a romper los récords de colesterol, hipertensión e ingesta desaforada de comida en el bufé del desayuno.

Pasadas las tres de la tarde ya estábamos en Salamanca, alojados en un hotel de cuatro estrellas que sobrevive fuera de temporada con estos y otros grupos de “turistas sociales”. Opcionalmente estaba organizada una visita a la ciudad previo pago. Pero… ¿Qué se supone que puedes hacer en Salamanca un domingo a las cuatro de la tarde a finales del mes de Enero? Opté por acondicionar mi campamento base y terminar de digerir el lomo con patatas, siesta mediante. Luego me fui a “apatrullar la ciudad por mi cuenta hasta la hora de la cena. 
Con respecto a la ocupación de habitaciones, el precio pagado (menos de 275€, transporte, alojamiento y pensión completa) da derecho a “habitación doble compartida”, siendo evidente que si viajas sola vas a compartir tu intimidad durante cinco noches con una persona desconocida, lo que puede devenir en una “experiencia única e irrepetible”, pero como soy de mal dormir y peor despertar, aboné el suplemento por ocupación individual (25€/noche) y aquí paz y después gloria.

A la hora de la cena, en el gran comedor del hotel, la gente empezó a saludarse, conocerse o reconocerse. Me encontré con la amiga de una vieja amiga –porque Donosti es un pañuelo- y después de ingerir unas vainas y mirar de lejos a un muslo de pollo (que no comí) me fui a la cama casi como las gallinas. Al día siguiente, a las nueve y media de la mañana y con una temperatura prevista de cuatro grados bajo cero, se perfilaba la “Visita guiada a la ciudad” que presumí me saltaría olímpicamente puesto que me traje de casa una tos pertinaz que no permitía locura térmica alguna.

Me llamaron mis hijas “a ver qué tal” y les dije que me sentía extraña estando sola y acompañada a la vez. Que soy un “verso libre” que rima en asonante, pero que quiero conocer y saber y experimentar y no instalarme en el prejuicio absurdo de criticar sin conocer desde dentro, que no quiero ser como (algunos) que hacen crítica literaria sin haber leído el libro o como los curas que hablan del matrimonio desde el púlpito de la soltería. Cosas mías, por supuesto.
Lo voy a ir contando, malgré tout.

Felices los felices.

LaAlquimista

*Fotografía de portada sacada de Internet.
Resto de fotografías, propiedad de la autora.
Te invito a visitar mi página en Facebook.

No hay comentarios:

Publicar un comentario