jueves, 20 de abril de 2023

No me quiero poner enferma

 

No me quiero poner enferma

Los psicólogos dicen muchas cosas raras que suenan a chino para el común de los mortales, pero no pocas veces dan en el clavo. Lo que ocurre es que como “sensu stricto” no son médicos sus opiniones pocas veces sientan cátedra.

Una de estas ‘perlas cultivadas’ –en la que creo firmemente-  es que la mente puede originar multitud de enfermedades reales que afecten al cuerpo. Luego tú les crees o no les crees, pero cuando miras alrededor bien vale la pena pararse a reflexionar.

¿Acaso las personas felices no enferman? Pues claro que sí, porque la genética no perdona y el azar tampoco. Pero una persona que soporta tensiones psíquicas o dolores en el alma es caldo de cultivo para todas las flaquezas habidas y por haber.

Así –nos cuentan- que en la mujer el cáncer de mama y el de ovarios tiene relación posiblemente directa y en un alto porcentaje con la infelicidad, las pocas ganas de vivir y la insatisfacción. Y no digamos ya un cuadro depresivo que a veces viene de la mano de patologías bien identificadas (puramente endógenas)y haya que lamentar que poca gente se dé cuenta de que lo que puede ‘deprimir’ es sentirse solo, o abandonado, sin nadie que te abrace o te rasque la espalda.

Me interesa sobremanera que todas mis enfermedades (cuando llegan, que siempre lo hacen) estén encuadradas dentro de las patologías médicas comprensibles y definidas; es decir, que si he fumado durante cuarenta años, vale, pues acepto tener en los pulmones. O si el trabajo me obliga a posturas forzadas aceptaré que mis huesos se desvíen de su camino o se atrofien. También he de ser coherente con las agresiones que nos hacemos a nosotros mismos: adicciones, malos hábitos, alimentación insana, etc.

Pero de ahí a permitir que la angustia me cause un carcinoma, que el desamor me lleve al quirófano, que la traición de un ser amado haga que se me caiga el pelo o, mucho más común, que la vida y las gentes me resulten indiferentes y que para poder levantarme por las mañanas tenga que estar colgada de la medicación, hay un paso enorme.

Las “enfermedades psicosomáticas” no pueden ser diagnosticadas oficialmente. Ningún médico asumirá la responsabilidad de decirle a un paciente angustiado por una desgracia personal que su insomnio, sus cefaleas, la úlcera incipiente o “algo que sale en la ecografía” es consecuencia de, precisamente, esa desgracia mal gestionada. Eso sí: le llenará de fármacos la mesilla de noche y a tirar millas hasta que la enfermedad con mayúsculas fructifique en el terreno desvalido de su alma.

No quiero estar enferma. Así que ya sé lo que tengo que hacer. Y lo que no.

Felices los felices.

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