martes, 10 de enero de 2023

Empezar el año con buen pie

 

Empezar el año con buen pie

La adaptación al medio es lo que hace que las especies sobrevivan como conjunto. Pero el individuo como tal –solo, terriblemente solo, desde que nace hasta que muere- no lo tiene tan fácil, porque adaptarse a una sociedad que está enferma seguramente no es lo más sano que se puede hacer.

El último día del año todo son planes, proyectos y brindis sin más fundamento que la fe que uno quiera ponerle al asunto. Expresar deseos, beber alcohol, darse abrazos sin fin no es más que un folclore que se perpetúa año tras año en nuestra sociedad occidental. Y no digo que esté ni mal ni bien sino que me chirría la repetición de jugadas que se manifiestan como errores.

Mi entrada en el año 2022 fue nefasta –a pesar de que hubo uvas y brindis y algún que otro abrazo-. Tuve todo un año para pelearme con la vida y conmigo misma sin solución de continuidad. Un año cansado, vive dios, pero no por ello menos fructífero.

Mi entrada en el año 2023 ha sido bien diferente. En vez de acoplarme a un festejo nocturno ideé mi propio “festejo diurno”. Busqué –y encontré- a alguien como yo: con los pies en el suelo, la cabeza en su sitio y el corazón rebosante. Nos fuimos de paseo disfrutando del buen tiempo. Comimos de lujo en un sitio de lujo donde nos pusieron mucho cariño en el plato. Nos hicimos regalos. Brindamos mirándonos a los ojos y nos dijimos “te quiero” y abrimos la puerta a caminar el nuevo año con paz interior y alegría en el corazón.

Por la noche, cené sola (vivo sola) en mi casa una sopa de las que me gustan y me fui a la cama con un libro nuevo.

¡Feliz año 2023! Cohetes, ruido, fuegos artificiales, alegría de calendario… ¡Yo también estuve contenta! ¡Elegí “adaptarme a mí misma” y a mi realidad sin falsearla!

Al día siguiente, sin resaca, con el cuerpo en su sitio y el ánimo pinturero, respiré el aire puro del mar que baña mi ciudad; paseé entre la gente con la sonrisa puesta, miré a lo lejos y también en mi interior. Reconfortada por ver que todo seguía en su sitio, volví a casa (tengo casa, techo, calor) y cociné mi “menú especial de Año Nuevo”, el que desde hace muchos lustros inaugura mi tiempo por venir: unos huevos fritos con patatas y un caldo reconfortante. Nada más. Y nada menos.

Tengo todo los pertrechos necesarios para afrontar esta próxima etapa del viaje a Itaca que traerá aventuras sin fin y muchos cantos de sirena. Pero lo importante no es llegar –ni mucho menos- sino sentir que se vive el viaje intensamente.

He empezado el año con buen pie. Lo sé. ¡Ojalá que vosotros también!

Felices los felices.

LaAlquimista

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