jueves, 13 de mayo de 2021

Demasiada información

 

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Recuerdo cuando mis niñas eran muy niñas y se vacunaba a las criaturas “de todo” lo que había en su momento. Que si la triple vírica, la polio y no sé qué más –ya no me acuerdo-;pero de lo que sí me acuerdo es de que mis bebés tenían meses cuando procedí a aceptar el protocolo pediátrico en vigor. No puse pegas porque mi cabeza me decía que era lo mejor para ellas a pesar de que ya había voces disonantes en contra de las vacunas.

¿Les dije a los pediatras que me hicieran una comparativa entre las vacunas de los diferentes laboratorios y sus posibles efectos secundarios? No por cierto. Seguramente me habrían mandado a hacer puñetas si se me hubiera ocurrido plantear semejante cuestión. ¿Hice una investigación entre los diversos fabricantes de los virales? ¿Pregunté a amigos de la profesión cuál era la mejor vacuna? ¿O, simplemente, confié en el buen criterio médico y sanitario?

Ahora tenemos demasiada información y eso que no la hemos pedido. Creo que nos bombardean con datos y porcentajes por dos motivos: 1) para llenar de contenido todo espacio comunicativo y 2) para hacernos creer que nuestra opinión –derivada de la información- tiene algún valor.

Pues no. Los medios de comunicación nos lanzan txerrijana, lo que en euskera significa “la comida para el cerdo”, por extensión, las sobras que ahora tienen que ir al contenedor de lo “orgánico”. Es decir, esa mazamorra informativa que saciará el hambre de “saberes” para, al final, quedar ahítos y empachados de lo que es cualquier cosa menos el auténtico alimento…para la mente.

Personalmente me da igual qué vacuna me pongan –porque confío en el sistema sanitario- con tal de que me vacunen de una repajolera vez, que ya les vale con el circo que están montando echando balones fuera y distrayendo al personal con cuestiones secundarias o terciarias.

Cuando alguien viene a darme una lección magistral –y en estos últimos tiempos tenemos expertos en casi todo-, le miro a los ojos (a la boca ya no se puede mirar y mira que es lugar por donde se ve hasta el alma de la persona caso de que la tuviera o tuviese) y le digo: “creo que no necesito saber eso”. Y “eso” es el discurso del otro para contarme cuánto sabe y lo bien informado (mucho mejor que yo) que está.

La información que yo necesito…sencillamente, no me la dan. Ni a mí ni a nadie. Está oculta entre algunos pergaminos del Mar Muerto que todavía no han salido a la luz. Lo que yo quiero saber son cosas sencillas, a mi entender. Por ejemplo, por qué siguen mandando en el mundo representantes del latrocinio, la infamia, la crueldad, el odio y la ignominia.

Así de fácil lo pongo. Y son preguntas de trivial. Pero eso no me lo cuentan en ningún telediario ni en ninguna web periodística de pago. Bueno, en alguna sí, pero no les creen ni los fiscales de oficio…

Mark Twain nos dejó una de sus mejores perlas cultivadas que sigue estando de rabiosa actualidad: “Es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada”. Casi nada.

Felices los felices.

LaAlquimista

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