lunes, 18 de enero de 2021

La decepción

 

La decepción

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La decepción es un desencanto que te sorprende desamparado como una racha de lluvia furiosa de viento que te aplasta contra la pared al doblar una esquina. Para la decepción no hay paraguas ni cobijo que valga; te deja presa del desasosiego, caído en ese pensar turbulento del “cómo no me he dado cuenta antes” o “jamás lo hubiera imaginado”.

Decepcionar al prójimo y que éste a su vez nos decepcione es el pan nuestro de cada día; lo amasan de madrugada los políticos y lo venden a sus horas los medios de comunicación. Decepcionar a la propia familia no acatando sus normas y verse decepcionado por los más cercanos que van a lo suyo y ni te miran ni te ven, es también moneda común y aceptada.

Los amigos también nos decepcionamos entre nosotros cuando inventamos expectativas que están más en nuestro deseo que en la realidad del otro. Si no soy como tú crees que tengo que ser te voy a decepcionar, así que igual me engaño un poco (y te engaño a ti también) por aquello de por la paz un avemaría.

Puede que sean pequeñas estas desilusiones de andar por casa y puede también que se conviertan en un desencanto que nos lleve a la contrariedad más grave. Según de qué hablemos, según la vehemencia que le demos al discurso y, sobre todo, según si ese discurso choca frontalmente con los valores que cada uno atesora en su interior.

Son ofensivas y condescendientes las posiciones que agreden el sentir del otro por mucho que se piense que –obviamente- la única pretensión sea “llevar luz a la mente oscura”.

Política, religión, valores humanos. Tu partido (político) está lleno de malhechores y el mío de justicieros; tus dioses (religiosos) son una porquería porque el mío es el único que vale la pena; blando mi orgullo como una espada para acallar tus palabras que no me interesa escuchar. En las conversaciones/discusiones amargas pasamos por encima del otro con alevosía de hacer picadillo el discurso ajeno, con la intención manifiesta de ganar esa estúpida batalla a base de elevar la voz y bajar la razón; victorias pírricas todas ellas.

Sé que he decepcionado a las personas que se han apartado de mi camino porque han cerrado la puerta donde antes me ponían alfombra roja. A cambio, yo también he sentido en  ocasiones que el mundo y sus gentes (alguna gente en especial) me decepcionan. Supongo que aquí habrá que decir: “lo comido, por lo servido”.

Será que esto significa hacerse mayor: comprender que estamos abocados a compartir la vida con decepcionantes seres humanos, incluyéndonos nosotros mismos… y a pesar de ello, buscar la grieta por donde entre la luz de una nueva ilusión, de la esperanza que nos empuja a seguir vivos.

Felices los felices.

LaAlquimista

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