lunes, 19 de julio de 2021

El auténtico sentido de las vacaciones

 

El auténtico sentido de las vacaciones

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“Vacación: suspensión temporal del trabajo, del estudio o de otras actividades habituales para DESCANSAR.”

Si damos por buena esta definición nos encontramos rápidamente con el sinsentido que en demasiadas ocasiones lleva agarrado a la chepa este concepto, y si no que se lo pregunten al ama de casa que –con vacaciones o sin ellas- sigue con su trabajo de rutina (comprar, cocinar, limpiar y ordenar) para que los miembros de su familia que “están de vacaciones” puedan disfrutarlas.

O como aquel que decía que los jubilados “no tienen derecho a vacaciones” dando por sentado que el hecho de no fichar en el trabajo suponga que a uno le lluevan del cielo todos los beneficios del bienestar.

Los estudiantes lo tienen claro mayormente: no dar un palo al agua entre curso y curso se acerca bastante a la enjundia del concepto. Otra cosa es que les llueva el maná del cielo o tengan a su disposición al ama de casa citada en el párrafo uno.

En lo personal, “vacaciones” significa “descansar de uno mismo”, que no es poco. Aflojar las normas, soltar las riendas cotidianas, dejar de intentar “hacerlo todo como Dios manda” y destensionar lo cotidiano que, en demasiadas ocasiones, está lleno de horarios y reglas como si fuera un espacio castrense en vez de un lugar donde uno se siente cómodo y feliz.

La contradicción viene de la mano del afán por romper las rutinas y “hacer cosas”, aunque esas “cosas” sean demoledoras para el equilibrio anímico. Aquí cada quien podría hacer su propia lista de “horrores vacacionales” para risa o escarnio del prójimo. Desde los que salen del ladrillo en el que viven y se encierran en un bloque gigantesco y flotante en el que vivirán encerrados a precio de oro surcando los mares, hasta los que cambian sus cuatro paredes habituales por otras mucho menos acogedoras pero lejanas pagando un alquiler desorbitado. Unos subirán montañas para hacerse la foto y otros se quedarán en casita ganduleando mientras haya alguien que les haga la comida y les lave la ropa –ver párrafo 1- contando los días que faltan para volver al trabajo y dejar de aburrirse viendo la televisión. De todo habrá, como en botica.

Descansar de uno mismo no es fácil; digamos más bien que es un empeño titánico puesto que somos como caracoles que cargamos con todo lo que somos hasta el momento final en que se nos cae la concha espiral. Para aliviarnos de la carga cotidiana –la mental, emocional y física que nos agobia- buscaremos una autopista (de pago) bien señalizada o una carretera secundaria, un camino que huya de cualquier GPS y que permita llegar a ese pequeño lugar (casi siempre interno) donde hay paz, armonía y buenas intenciones.

Y silencio, para escuchar lo que la voz interior nos ha estado diciendo durante todo el tiempo en que hemos estado dedicados a nuestros afanes sin tiempo ni fuerzas para escucharla. Cuando lleguen las vacaciones puede ser el momento perfecto.

Descansar el cuerpo y la mente. Y todo lo demás.

Felices los felices.

LaAlquimista

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