martes, 31 de diciembre de 2013

La esperanza es lo último que se pierde


Ya me gustaría a mí saber quién dijo esa tontería que tan sólo sirve para situaciones extremas y según y cómo.

¿Quién puede seguir teniendo la esperanza de que el ser humano cambie para que el mundo cambie? Hace treinta años éramos jóvenes llenos de ilusión que creíamos en un mundo digno, coqueteábamos con la utopía y lo anarco, nos llenábamos la boca y el corazón de frases y conceptos grandilocuentes y supuestamente hermosos.

Y en el transcurso de los años hemos visto cómo se iban cayendo una a una las hojas del árbol de la esperanza. Murieron unas guerras y nacieron otras. Prescribieron unas políticas y surgieron otros desmanes. El mapa cambió su geografía y con otras fronteras comenzaron nuevas locuras y violaciones. Quisimos unificar los pueblos y ahora hay un caótico babel en el que pocos se entienden y se desprecia al que ha llegado el último aunque lo necesitemos.

No, yo no quiero engañarme ya. Que estoy próxima a la edad de tener nietos y tengo que prepararme para no contarles cuentos como me los contaron a mí. Mi abuela me decía desde su taza de chocolate caliente: “ya verás, ya verás cómo todo esto se acaba y el mundo cambiará”. La pobre tenía la esperanza de que al haber acabado los cuarenta años de dictadura y opresión, resurgiría un mundo, unas gentes, una juventud –yo, nosotros- que viviríamos en la esperanza de un mundo mejor.

Claro que el mundo ha cambiado desde que mi abuela vivía con esa esperanza. Pero a peor, y me alegro de que ella no lo haya visto. Era muy sensible, mi abuela.

En fin.

LaAlquimista.

Foto: C.Casado -Enfermos en Lourdes-

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