domingo, 29 de diciembre de 2013

La mejor loteria, la salud

“La mejor lotería, la salud”

2013 DICIEMBRE 26
por Cecilia Casado

 

Es esta una frase más vieja que el hilo negro. Se la estuve escuchando a mi amoña Julia una vez al año durante tantos como soy capaz de recordar y la reservaba para el día 23 de Diciembre, con el periódico extendido encima de la mesa del comedor, y después de haber comprobado –como todos los años- que las diversas participaciones que jugaba en la Lotería de Navidad habían quedado en pura ilusión de papel mojado. Entonces ella soltaba su “perla cultivada” y yo pensaba que menuda simpleza propia de…amoñas.

Pues resulta que, justo hace tres días, fui yo misma la que me quedé sorprendida, envuelta en un déjà vu, al escuchar después de tantos años esta frase…¡de mi propia boca!

Ahora ya no hace falta esperar al día siguiente para ir rastreando sobre el papel los números premiados y buscando “la pedrea”; basta con un clic en Internet y ya sabemos que…seguimos siendo igual de pobres que unas horas antes; o un poco más porque no vamos ni siquiera a recuperar el dinero jugado y puede que alguna ilusión haya fenecido de apoplejía ese mismo día.

De repente me di cuenta de que no sólo me estaba auto-consolando por el hecho de haber vuelto a tirar 60€ a la basura (un décimo de regalo para cada una de mis hijas y otro para mí) sino que REALMENTE creía en lo que estaba diciendo. Mi hija pequeña me miró con cara de…¡con la misma cara que yo le ponía a mi abuela hace cuarenta años!

¡Qué regalo tan maravilloso poder despertarse cada mañana sintiendo que no duele nada! Desayunar sin tener que echar píldoras en el té, ni apuntalarse la jornada con medicamentos diversos. Poder agacharme sin que me cruja todo si veo un euro en el suelo y recogerlo. Llevar las bolsas de la compra en plan “mula Francis” con bastante naturalidad; bajar las escaleras a pie –y son diecisiete pisos- cuando hayoverbooking en los ascensores y tengo prisa y llegar abajo con las pulsaciones superando cualquier límite permitido y…tan feliz.

Justo el otro día hablábamos de la salud física con un grupo de amigas de mi quinta más o menos. Eran ellas las que se manifestaban en sus dolores varios y parcheos diversos y yo callaba por aquello de que no me parecía correcto vanagloriarme ¿? de mi buena salud (toca madera) mientras ellas estaban dolientes y condolientes. La más lista de todas me miró y me dijo: -“claro, tú te callas porque tienes una salud buenísima y no has tenido que sufrir nada en la vida, como nosotras”.

Me callé, claro está. Pero pasado el tiempo de seguridad –ése que siempre empleo antes de manifestarme en alguna cuestión que puede levantar ampollas, pedí la palabra y les dije, que sí, que tenían razón, que yo no sufría males físicos, pero que los males “de otro tipo” que había sufrido durante muchísimos años de mi vida servían para compensar la bonanza actual.

Derivó la conversación sobre la influencia que la felicidad tiene sobre el cuerpo, es decir, si una persona feliz y en paz consigo misma, ahuyenta la enfermedad –la psicosomática supongo- o si, por el contrario, gentes torturadas internamente por heridas del pasado no cerradas o que alimentan rencor y rabia en su interior, son más proclives a padecer malestares físicos.

¿Existe una relación directa entre la infelicidad y el desequilibrio biológico? ¿Y de ahí pasar a la enfermedad? Cada una teníamos nuestra opinión porque, como suele ocurrir habitualmente, cada uno cuenta la feria según le va en ella. Y no puedo aquí contar los casos particulares ajenos por respeto y discreción, así que no me queda más remedio que hablar de mi propia experiencia.

Tengo la costumbre de decir que “no me duele nada porque soy moderadamente feliz”; esto puede ser una boutade de las mías o una gran verdad, según las ganas que tenga uno de polemizar. Volviendo la vista atrás, constaté sin duda alguna, que los desequilibrios corporales que me aquejaron se correspondían fielmente a desequilibrios internos, afectivos, anímicos y de falta de autoestima.

Es decir: un quiste en los ovarios coincidió con un divorcio traumático. Un tumor en el pecho se me presentó en el transcurso de una relación afectiva dolorosa y cruel. Las molestias gástricas que padecí durante años y años iban parejas a desencuentros familiares de gravedad.

Luego, como siempre sucede en la vida, todo pasó. Y solucionado lo emocional se curó definitivamente lo físico. ¿Casualidad o causalidad? A mí me da exactamente lo mismo porque lo que me importa es el aquí y el ahora, la paz interior y el proceso de autorrealización en el que estoy inmersa.

Así que, ahora puedo decir, como mi querida amoña Julia…”la mejor lotería, la salud”. Y sigamos jugando…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

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