jueves, 3 de junio de 2021

Que no se escapen las oportunidades

 


Cuando se tiene la sensación de que pasan los años como si se comieran pipas llega un momento en el que, a la vista de las cáscaras esparcidas, una debe plantearse si la manera de “comerse la vida” es la que realmente habíamos deseado que fuera. Dejando un buen margen para aceptar que no siempre las cosas salen como se habían planificado hay mucho espacio teórico (y cruza los dedos) para maniobrar todavía.

He escuchado mucho últimamente la frase: “un año perdido” refiriéndose al tiempo que llevamos peleando con el virus este dichoso que nos ha puesto todos los esquemas patas arriba. Y disiento totalmente. El tiempo es “perdido” cuando se queda en stand by, congelado, inoperativo, desconectado de su fuente, cuando el ser humano no reacciona a ningún estímulo que le haga sentir y emocionarse. No hay “tiempo perdido” por mucho que se empeñara aquel señor bajito y francés que necesitó miles de páginas para buscarlo, no encontrarse a sí mismo y matar de bostezos a quien haya intentado leerle, con perdón.

Ya no me importa demasiado lo que pasó el año pasado, ni hace un mes, ni tan siquiera lo de ayer mismo porque, a fin de cuentas, mi calendario –y el de todos- marca la fecha de hoy. Y hoy son habas contadas las que tenemos para tirar del carro este al que nos ha tocado estar uncidos.

Por eso pego un brinco de contento cuando veo salir el sol y derretirse la escarcha mañanera con la promesa –no siempre cumplida- de una temperatura bonancible que invita a salir (a donde sea) a estirar las piernas y despejar la mente. También para calentar el corazoncito que todos llevamos a cuestas mal que nos pese.

Por eso también aprovecho cada oportunidad que se me presenta con aspecto de venir envuelta en papel de celofán y me quito la murria de la pereza o la desgana de antes de la ducha. No dejo pasar ni una, como si fueran los pequeños granos de maná emocional de los que siempre me he alimentado.

Las expectativas suelo guardarlas en el cajón del medio del congelador y las saco de víspera cuando los dioses son favorables, no antes, porque se malgastan, se estropean si no están en el lugar adecuado en el momento oportuno y luego hay que tirarlas a la basura acompañadas de la rabia por lo perdido y la frustración por lo demasiado deseado.

Ahora mismo estoy aprovechando la oportunidad que me ofrece mi hija la rubia para caminar juntas durante unos días más. Y no digo que no: estoy disponible. Me pongo a su disposición. El amor incondicional siempre tiene condiciones sutiles que bien vale la pena aceptar para seguir siendo moderadamente feliz.

En esas estamos, arrancando el coche, lleno el maletero y el corazón de ilusión. No dejo escapar esta oportunidad porque el momento presente es lo único que tengo, lo único que todos tenemos aunque demasiadas veces se desperdicie soñando con un probable futuro que, demasiadas veces también, no llega nunca a ocurrir tal y como deseábamos.

Así que, hoy más que nunca, felices los felices.

LaAlquimista

*Fotografía sacada de Internet

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