jueves, 3 de junio de 2021

Pretendientes


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A ver, que esto no es un chiste sino algo muy serio, incluso a mi provecta edad, vaya la aclaración por delante, que cosas más extrañas se han visto sin que el personal se rasgue las vestiduras. Quizás sea el momento para pararse a pensar  en lo que casi nunca pensamos y es que la vida da muchas vueltas y por la boca muere el pez. (Vaya lío de prolegómeno para entrar a por uvas en un tema que no tiene edad y que lo llevamos incorporado como a las moscas en verano.)

A veces me salen –como diría mi amona Julia- “pretendientes”.; como a nadie le amarga un dulce –aunque yo sea más de salado- suelo dejar la puerta entreabierta a ver qué pasa no vaya a ser que me pierda algo bueno por dármelas de resabiada en estos conspicuos temas del amor.

Como tengo la edad que tengo, que los 60 ya no los cumplo, doy el perfil para los señores de 70 años –o más- que buscan, desean y se interesan por mujeres más jóvenes que ellos. Ahí pinchamos en hueso porque a mí también me pasa lo mismo, vamos, con permiso, que como no me chupo el dedo también me gustan los hombres más jóvenes que yo. Llamémosle igualdad o animus iocandi.

Si me pidieran que hiciese una lista de las cualidades que valoro en una hipotética pareja en estos momentos, me quedaría pensativa como cuando me presentan la carta en un restaurante que me la leo de arriba abajo y siempre acabo eligiendo mal; debe de ser algo muy común por lo que me han contado, que conste.

Sin embargo, un señor de 70 años quiere lo que quiere de una mujer (salvo excepciones que habrá pero de las que no tengo constancia), a saber: que siga interesada en el sexo (pero con ellos, claro), que esté muy bien “cuidada” físicamente y que sea muy, pero que muy “femenina”. Que no esté abducida por hijos o nietos, que no dé el turre con pretensiones de ir a bailar o de hacer un crucero y, last but not least, que esté predispuesta a una dedicación generosa y sin horarios para cuidar de la salud, achaques, manías, patologías y demás etcéteras del interfecto.

Un chollo, vamos. De aquellos polvos, estos lodos y no hay manera humana (parece) de arrancarnos la garrapata de la educación heteropatriarcal.

Ah, que no quería hacer un alegato pseudo-feminista porque paso olímpicamente a estas alturas de la película de repetir consignas de hace cuarenta años que tengo más que incorporadas a mi modus vivendi. Que llega un momento –creo que nos llega a casi todas (y a todos, también) de que ya sabemos perfectamente lo que NO QUEREMOS y nos resbalan los requerimientos casposos y viejunos que campan por sus respetos en redes sociales y páginas de contactos.

Yo, por pedir que no quede, preferiría compartir los sueños que me quedan con una persona que mirara hacia delante y no me mirara a mí de arriba abajo para ver si le gusto lo suficiente o tiene que ponerme a dieta porque “me sobran unos kilitos”. Que seguimos creyéndonos con el “derecho” de pretender cambiar al otro, moldearlo según los estándares estéticos personales y seguir repitiendo ad nauseam el modelo relacional irrespetuoso que no termina de marcharse por muchas patadas que le den.

Esto sigue pasando a los 70 y a los 20, que andan muchos chavales diciéndoles a sus chicas cómo tienen que vestirse, a donde pueden ir o no y qué tienen que hacer para que ellos estén contentos. Digo yo que serán los nietos de esos señores mayores que siguen buscando una mujer que les haga la ola a estas alturas de la vida. En fin. Que me río por no llorar de lo poco que hemos evolucionado.

Felices los felices.

LaAlquimista

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