jueves, 5 de marzo de 2015

Hadas




No quería creer en las hadas, pero las brujas de mi vida me hacían soñar con ellas, así que, incluso no teniendo ya edad para creer en casi nada, seguí guardando un pequeño y sagrado espacio por si aparecían. No las soñaba como las de los cuentos, aquellos en formato pequeño y rectangular de la infancia de post-guerra, en blanco y negro y rodeadas de princesas a las que dormían o inventando príncipes que las despertaban, no. Mis hadas comenzaron a visitarme cuando el recuerdo de los juegos había quedado atrás y mi vida se trazaba con el rotulador negro de lo racional; y entonces ocurrió el milagro, la fantasía que pensé no existía se hizo realidad y empezó a fructificar mis sueños y dulcificar mis días.

Vinieron de la luz y trajeron el sol a mi vida alejando de ella el frío, la oscuridad, la pena. No me dijeron pide un deseo, -porque ya me conocían y querían evitar que me equivocara- sino que leyeron en lo más hondo e hicieron la magia. Sin varita, que nunca se la vi, pero la fuerza de su mirada era suficiente para curar la tristeza, alejar los rencores y rebosar en cualquier tipo de amor. No sé cómo lo hicieron, aunque lo he ido intuyendo a lo largo de los años, pero consiguieron cambiar mi vida, cubrirla de pequeñas estrellas que brillaban cuando más lo necesitaba y velar mi sueño aunque yo sólo adivinara su sombra cálida junto a mi almohada.


Pequeñitas, caben en la palma de mi mano o en el bolsillo junto al corazón cuando están a mi lado, pero se hacen grandes, yo diría que inmensas, abarcándolo todo –cuerpo, mente, espíritu- cuando la purpurina mágica que las acompaña las lleva volando, siempre volando, lejos de mí.

Sé que en sueños vienen a visitarme porque me despierto a veces con lágrimas en los ojos, y los abro enormes en la oscuridad queriendo aprehender todavía un poquito de su esencia que siento flotando en mi habitación, pero es tan sólo cerrándolos cuando puedo verlas en todo su esplendor, es entonces cuando me habitan y me hacen feliz.


Las hadas con las que no jugué cuando fui niña aparecieron en mi vida y buscaron su lugar en mi corazón. Ahí siguen, cada día, cada noche, cada instante en que preciso de un pequeño toquecito mágico para seguir sonriendo a la vida, haciendo que mi existencia sea un cuento hecho realidad.

Y cuando aparece alguna bruja en el horizonte –con o sin escoba- ellas me susurran al oído palabras de amor para conjurar cualquier maleficio y librarme del mal.

Mis hadas. Mis amores que velan por mí.

LaAlquimista

Por si alguien quiere contactar:


No hay comentarios:

Publicar un comentario