sábado, 28 de marzo de 2015

Un prejuicio menos


 

Mi relación con los libros es una relación serena, equilibrada y fructífera tal y como aspiro a que sea mi relación con las personas-humanas. Ellos lo dan todo y piden poco a cambio, una filantropía que me regala la Biblioteca, nunca la librería; ellos se dejan ojear y hojear sin queja alguna y rechazo o aceptación no les tambalea –al igual que me ocurre a mí- la autoestima porque el autor no se entera de si lo meto al bolso o lo vuelvo a dejar en la estantería. Desgraciadamente ya apenas puedo comprar libros, y ahora es cuando digo (para quedar bien) que tengo más de tres mil y las estanterías a reventar, pero eso no es más que el veinte por ciento de la verdad o de la realidad observada con mi sueldo de prejubilada, ya que si leo una media de diez libros al mes no me salen las cuentas.

La mayor de las ventajas de la Biblioteca Pública –y hay unas cuantas en Donostia- es que si has errado en la elección o el contenido defrauda tus expectativas, puedes pasar por encima del prurito de llegar hasta el final del libro y, perdonándote a ti mismo, abandonar la lectura, a los personajes y al autor sin ningún tipo de sentimiento de culpa. Ni qué decir tiene que no hay “dolor de corazón” por no terminar un libro que cuesta casi siempre más de 20€…

A veces sé lo que quiero leer y no lo encuentro –y lo solicito y debo esperar- y otras, la mayoría, me dejo llevar por el instinto o el deseo del momento. Es como si entrara en una tienda de ropa de esas donde hay miles de prendas y pudiera llevarme a casa –sin costo alguno- media docena, probármelas a placer en la intimidad y disfrutarlas durante tres semanas; luego las paso por la “tintorería imaginaria” y las devuelvo. Improbable aunque seductora la idea ¿no?

Pues ese REGALO existe y no seré yo quien deje de aprovecharlo. En vez de “trapos”, libros. Casi nada…

Voy a la biblioteca los lunes para abastecerme para toda la semana,

-como quien hace la compra-, y en mi última incursión me llamó la atención un libro que fue publicitado exageradaente hace unos meses, cuando se publicó. Pensé: “ni hablar, ESO yo no lo leo”. Lo cogí, leí la contraportada y me reafirme: “que no, que no…” Pero me di los sesenta segundos de reflexión que cuando tengo un impulso siempre me impongo y llegué a la conclusión –sí, en un minuto se puede llegar a conclusiones- de que estaba dejándome dominar por un prejuicio.

Así que abrí el libro al azar y leí lo siguiente: “Si crees que equivocarte y fracasar es terrible para ti y daña gravemente tu autoestima, harás todo lo que puedas por evitar situaciones que sientas que te vienen grandes, o aquellas en las que no estés cómodo porque creas que escapan a  tu control o las percibes como arriesgadas. Esto te llevará a perderte muchas oportunidades de crecimiento y desarrollo en todos los aspectos de tu vida”.

Vaya, pensé de nuevo, ya con la nube del prejuicio alejándose de mi mente programada, esto promete. Así que me lo llevé y lo dejé al fondo de la bolsa, como renuente todavía a leerlo, pero la meteorología se puso a favor de la autora y he pasado el fin de semana tomando notas, -no puedo subrayarlo porque no es mío-, reflexionando, dejándome empapar por las vivencias de una mujer de nuestro tiempo, denostada y vilipendiada, a la que han colgado sambenitos gratuitamente la maledicencia, la envidia y la estulticia patria.

Es un libro que habla del sufrimiento, de la vida, de la muerte, del apego, del dolor, del miedo y de la cobardía. Una autocrítica hecha con humildad por una mujer a la que muy pocos conocen y muchos se han permitido el lujo de criticar y tantos otros de juzgar (y condenar).

No me han interesado apenas las fotos en colorines que van en el centro del libro, ni los datos que rozan el supuesto cotilleo, ya que es indudable que una tercera edición del libro se está apoyando en lo superficial, pero espero que quienes lo lean se den cuenta de que ese “amar demasiado” de la protagonista es común a casi todas las mujeres de esta zona de la geografía física y emocional por educación, imperativo social y sobre todo, chantaje afectivo/moral.

Rompo mi lanza a favor de “Por ti lo haría mil veces” de Isabel Sartorius y le deseo lo mismo que deseo para mí misma, constancia para encontrar el camino hacia el interior donde habita esa niña pequeña a la que nunca deberíamos haber dejado de amar…

En fin. Ya tengo un prejuicio menos.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:


 
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario