lunes, 30 de marzo de 2015

Primer Acuerdo. "Sé impecable con las palabras"



Hace varios años que descubrí a Miguel Angel Ruiz, un “nahual” mexicano que ha sabido profundizar en la filosofía tolteca y la comparte de manera comprensible y sencilla. Casualidad que viva en Teotihuacan, al pie de las pirámides sagradas; casualidad que yo estuviera allí hace unos meses. Causalidad pura y dura todo lo que me ha ocurrido desde entonces (y antes, pero quizás yo no era del todo consciente).

Miguel Ruiz escribió un libro en 1997 “The Four Agreements” (“Los cuatro acuerdos” Ediciones Urano) cuyo mensaje y contenido se extendió como la pólvora entre quienes quieren ir un poco más allá o simplemente mejorar la vida que tienen en este más acá. Yo lo descubrí hace cuatro años –un año por cada acuerdo- y no hay día que transcurra sin que pueda aplicar su filosofía tan peculiar sobre la vida.
 
Son “cuatro acuerdos”, ni de lejos parecidos a esos “Diez Mandamientos” tramposos y con tantas fisuras por donde hacer escapar a la propia conciencia. Son cuatro acuerdos voluntarios, personales, asentados plenamente en el libre albedrío del ser humano.

Me los sé de memoria y me gusta ponerlos en práctica; me complace sorprenderme (todavía) a mí misma dándome cuenta de que hay tantas y tantas ocasiones en el día a día en las que se pueden aplicar estas “normas básicas”, que ni siquiera son normas porque nadie te obliga, es una asunción de responsabilidad desde la pura libertad del individuo.

1.- “Sé impecable con tus palabras”.

2.- “No te tomes nada personalmente”.

3.- “No hagas suposiciones”.

4.- “Haz siempre lo máximo que puedas”.

Sencillo, elemental y entendible. Pero… ¿Somos capaces?

El Primer Acuerdo es el más difícil de entender. ¿En qué consiste eso de la impecabilidad de la palabra? Evidentemente no se trata de “hablar bien” sino de NO HABLAR MAL…a los demás ni a uno mismo.

Lo que nos diferencia básicamente de nuestros amigos los animales llamados no-racionales es la palabra: ese don (divino en unos casos, maligno en muchos otros) que nos convierte en seres casi mágicos, con capacidad para modificar la vida, el mundo; ese poder que nos permite influir, manipular, modelar, dirigir, levantar o destruir a otros seres humanos.
 
La palabra de Jesús de Nazaret; la palabra de Adolf Hitler. Palabras al fin y al cabo. Palabras de amor, palabras de desprecio. Mensaje de paz, levantamiento a la guerra.

Pero nosotros somos seres humanos sencillos, anónimos casi siempre, nuestra palabra… ¿qué valor tiene?

¡Inmenso! Con la palabra somos capaces de levantar a quien ha caído o de tumbar en la lona a quien está sufriendo. “!Tú sí que puedes, tú eres capaz!” y esas palabras de ánimo se convertirán en una fuerza REAL. Por el contrario: “No sirves para nada, eres un desastre” y quien escucha percibirá cómo el frío de la palabra vestida de energía negativa se introduce en su alma, en su mente, para dejarlo todo arrasado a su paso. Animar a las personas en sus proyectos o criticarlos y tirarlos por tierra ANTES de que los lleven a cabo. Palabras.

Proyectar hacia fuera la propia debilidad, dar por sentado que algo va a salir mal, vociferar la baja autoestima expulsando por la boca –o a través de un teclado- el veneno de la propia cobardía. Atreverse a expresar el propio pensamiento letal, considerar que hay derecho a contagiar a los demás con la propia decepción, compartir desde la inconsciencia una visión del mundo y del ser humano indigna. Palabras.

Palabras que ofenden, palabras que denigran al otro; cotilleos, maledicencias, calumnias. Bilis. Palabras.

Su poder es TAN grande que basta una sola para decidir la ruina de un corazón humano. “Ya no te amo”. “Eres un inútil”. “Vete a la mierda”. “No te soporto”. Palabras cotidianas, palabras sociales, palabras inmundas revestidas de supuesta sinceridad.

Ser impecable con las palabras significa utilizarlas únicamente como herramienta para el crecimiento y no como espada para abatir a otro ser humano.
 

Palabras que, una vez pronunciadas, quedarán para siempre en el corazón herido, aunque le cuenten el cuento de que se las ha llevado el viento. Palabras que no se olvidan. “Nunca llegarás a nada”, me dijo alguien hace muchísimos años… y lo recuerdo sobre todo cada día en que me siento feliz.

Mi Acuerdo conmigo misma es intentar ser yo también impecable con las palabras. Callar las que puedan dañar al prójimo, reflexionar sobre las que pueden dañarme a mí misma. Utilizarlas para ayudar a extender las alas, que puedan ser bálsamo de las heridas del amor o suave brisa en un atardecer melancólico; y también compañía amigable en la soledad, susurro enamorado que llena el alma… Elegirlas, cuidarlas, no decir ni una sola que enturbie la paz interior.

Un acuerdo magnífico que se puede experimentar hoy mismo, simplemente poniendo atención en nuestras palabras. Que HOY sean IMPECABLES.

Y sobre todo, hablar menos y abrazar más.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

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