sábado, 2 de mayo de 2015

¿Cómo se hace para vivir sin amor?



 


“La carne se conforma con poco, pero el corazón es insaciable” Iréne Némirovsky

Ahora debería especificar que la del título, es una pregunta retórica, pero sé que no sería del todo sincera, así que vamos a por uvas que cualquier excusa es buena para poner las cosas (y los sentimientos) en su sitio.

Mi cuerpo es agua y mi espíritu amor. Mi mente ideas con luces y sombras y pensamientos que vuelan con el viento. Todo este conjunto se sostiene con la estructura ósea y las ilusiones. Sujeto por la piel y decorado con más o menos gusto y acierto. Pero mi cuerpo es agua y mi espíritu amor. Sé que mi esencia más íntima está compuesta de ese sentimiento que tanto nos cuesta definir,
-porque definir es limitar y tontería al fin y al cabo- y que se me torna inefable la mayoría de las veces que lo siento, cuando late en mi corazón y me marca el paso de los instantes en que me rehúye.

¿Cómo se hace para vivir sin amor? Y digo más: ¿cómo se hace para vivir sin el amor de un alma gemela? Pues muy sencillo: conformándose y con el consuelo de que muchos son los llamados y pocos los que escuchan la llamada.

¿Qué hilos invisibles hacen que unas personas conozcan a quien será su amor grande en la vida mientras que otras personas no coinciden con él? ¿Por qué en similares condiciones y circunstancias tú has encontrado el amor y yo no me lo he tropezado?

Aquí entraría el torrente de toda una serie de filosofía explicando que bla bla bla y otros dirán que ya basta con el amor que tenemos en nuestro interior, el amor a la familia, a los hijos, a los amigos, a la naturaleza, el amor a lo divino incluso… y todo aquel que recorra la vida de la mano de otro ser se encogerá de hombros mirando al que camina en solitario, pensando que algo habrá hecho mal el otro para tener que seguir cocinando sólo para uno…

¿Por qué si tenemos la posibilidad de trabar conocimiento con muchísimas personas, no aparece ÉSA en concreto que es con la que estábamos soñando? ¿Es un azar? ¿Es el destino? ¿Es la nada que llama a la nada? ¿No somos suficientemente buenos, suficientemente hermosos, suficientemente simpáticos o inteligentes?

Me he pasado la vida manifestando que “yo no sé vivir sin amor” y para demostrarlo, me he embarcado en unas cuantas “historias de amor” que, a la vista está, acabaron siendo una mezcla de tragicomedia y camarote de los hermanos Marx.

Ahora viene el discurso de las personas que viven felizmente en soledad sin sentir que les falta nada (ni nadie); ahora vienen los consuelos intelectuales de quienes prefieren no tener que cargar con lastres ajenos, y también el discurso compasivo –o casi- de quienes siguen con su pareja de toda la vida aunque estén llenos de cicatrices.

¿Es que hemos puesto el listón tan alto que ya nadie quiere jugar a saltarlo? (En mi caso, se me cuelan por debajo, que conste). ¿Es que nos hemos convertido en seres tan fríos por dentro que nos conformamos con el calor que dan las plumas de ganso nórdico? (Y no pocos, no tienen más que lo sintético).

¿Cómo se puede vivir esta vida sin el amor de la mano?  Las personas jóvenes me entienden y comprenden; ellos “saben” que el amor va a llamar a su puerta –si es que no ha llamado ya- y se visten de sueños compartidos y de quimeras ilusionadas, y también de alguna realidad confortadora.

Hemos crecido en una cultura en la que no se propicia la soledad del individuo, en la que –muchas veces a cualquier precio- se propugna la compañía aunque no sea del todo grata, aunque haya refranes que lo desmientan, como el “más vale solo que mal acompañado”. Y ahí nos duele a todos los que no hemos querido estar “mal acompañados” ahora andamos casi convencidos de que estamos bien así, de que no necesitamos a nadie al lado, de que podemos vivir sin amor finalmente.

Y eso es una falacia. Y espero que el tiempo me dé, no la razón, sino una buena ración de amor romántico antes de que sea demasiado tarde.

En fin.

LaAlquimista

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