domingo, 3 de julio de 2022

CANSANCIO

 

Cansancio

**Amanda Arrou-tea – Artist & muralist (amandaarroutea.com)

Hay etapas de la vida en que la energía que desarrollamos para enfrentarla, ese combustible sin el que no funcionan los motores internos, se va consumiendo ineluctablemente. Esto ocurre de manera natural con el cansancio propio de la edad provecta y, desgraciadamente, también cuando la enfermedad con toda su gama de achaques o dolencias entra sin llamar como un visitante maleducado.

Luego está el cansancio provocado, ése en el que nos sumergimos cada mañana buscando el vil metal o para satisfacer la necesidad (ésta mucho más peregrina) de obtener poder o reconocimiento. O la fatiga absurda -pero real- de llenar las horas y los días de actividad para vaciarlas de pensamiento.

Reconozco que ahora mismo me encuentro muy cansada; no solamente porque me ha tocado la china en todas sus modalidades en lo que va de año, (lumbalgia aguda y paralizante, rotura de menisco, Covid-19 (que me ha dejado para el arrastre desde hace un mes), dermatitis alérgica gracias a un suavizante de ropa venenoso, quistes inoportunos y recidivantes…y no sigo que me mareo) sino porque la contemplación del mundo que me rodea –y no digamos ya la participación en el mismo- me resulta estomagante.

Estoy cansada, muy cansada de dar explicaciones a quien se arroga el derecho de exigirlas; me cansa también  soportar los malos humores ajenos, los exabruptos estupidizantes (afortunadamente virtuales) y también de detener mis pasos ante los semáforos en rojo cuando no viene nadie y están mal sincronizados.

Se suele recomendar, incluso sin necesidad de tener título alguno colgando de la pared, “escuchar al propio cuerpo”. Pues yo tengo puesta la oreja desde hace mucho tiempo y lo que me dicen “mis carnes” tengo que pasarlo por el tamiz de la razón para no hacer ninguna tontería que me lleve a comisaría.

Quiero decir con esto que, -y no creo pasarme de frenada- llega un momento en que cuesta Dios y ayuda soportar tanta estulticia en los gobernantes y en los que quieren y no pueden gobernar. Cada vez que veo el rostro malencarado o escucho los ladridos de ciertos políticos (y ya no digo nada de las políticas con cara de muñeca y mente de Gorgona), de verdad de la buena lo digo, que me invade un tsunami de cansancio existencial que no sé qué hacer con él.

Pongo rumbo a mis refugios, esos lugares ideales de descanso que la mente guarda para situaciones de emergencia. Me refugio en mis no-pensamientos, intento hacer el vacío al aire malsano que me sopla en la nuca, incluso de forma física; aúllo llamando al silencio, busco lágrimas para lavarme, lo quiero todo no queriendo ya nada. Mi “bálsamo de Fierabrás” lo extraigo de la Madre Naturaleza y de la benefactora literatura.

Sé cuál es el problema y sé dónde está la solución. Ambas ecuaciones convergen en un único lugar que (ya) no tiene misterio alguno: yo misma.

¿Cómo conciliar los momentos en los que me amparo en la soledad con esos otros en los que tiendo las manos buscando un apoyo?

Tengo que reponerme del cansancio ya que el viaje a Ítaca no ha terminado todavía. Porque la vida es aprendizaje.

 

 

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias…

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes….

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.”

(Konstantinos Kavafis. ¨Itaca”. Extracto.

Felices los felices.

LaAlquimista

*Mermaid” Óleo sobre lienzo Amanda Arrou-tea

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