domingo, 3 de julio de 2022

DEL CAMPING AL HOTEL. EVOLUCIÓN VIAJERA

  entre nosotros, tuve que cambiar de paradigma…o que el pasaporte se me llenara de telarañas. De repente había restricciones por doquier, dificultades en la reserva de vuelos, anulaciones no compensadas y mucha inseguridad para el viajero, así que me apunté a una agencia de viajes de confianza (y además donostiarra) y, en vez de esperar “a que esto pase”, he seguido moviéndome porque los meses (o años) perdidos no nos los va a devolver nadie. ¡Quién me ha visto y quién me ve! Toda la vida criticando los viajes organizados y ya tengo un par de ellos en mi haber (Alsacia e Islandia).

Cuando en “mi otro mar” contemplo las autocaravanas habitadas por parejas de jubilados, ya no siento ninguna envidia ni pienso que me he perdido algo. Mi cuerpo agradece un buen colchón, una buena ducha, una cocina para disfrutar de la comida. Dormir en silencio y no con los ruidos de un parking, no tener que cargar agua ni vaciar el váter químico y, en definitiva, las comodidades que me piden el cuerpo y la mente. Eso significa también hacerse mayor, envejecer sin problemas, sabiendo aceptar las limitaciones del cuerpo y cuidándolo con mucho mimo para que dure lo máximo posible.

Dame un buen hotel y dime tonta, bendita la tranquilidad de no tener que preocuparme de reservar nada para el día siguiente; qué gozada llegar a un sitio nuevo y tener esperándote el restaurante con la comida caliente, qué maravilla hacer miles de kilómetros sin machacarte el lumbago conduciendo ni los nervios esquivando conductores, qué gozada tan grande ir caliente cuando hace frío y fresquito cuando hace calor y, sobre todo, saber que alguien te está cuidando si tienes cualquier percance comprometido.

Mis hijas han viajado con mochila y por libre tal y como ha correspondido a su edad vital. Van por buen camino… aunque les vaticino que también llegarán al hotel con estrellas en la puerta en vez de dormir en el que tiene estrellas en el cielo. Porque todo tiene que cambiar y somos nosotros los que tenemos que permitir que cambie y no empeñarnos en seguir dando saltos a partir del momento en el que el cuerpo comienza a encender luces rojas de alarma y los huesos a emitir crujidos de película de miedo.

También quiero suponer que si tuviera pareja me habría costado mucho más dejar de lado el “viaje por libre”, pero he encontrado mi carretera secundaria para seguir disfrutando del subidón que me da viajar y hacer nuevas amistades en cada viaje. Un remedio buenísimo para quien tenga que pelear contra las hieles de la soledad no deseada.

Ahora mismo, con Ucrania invadida y la guerra en las puertas de casa, con Europa sobresaltada, me siento incapaz del todo de irme de turisteo por ahí. Precaución o desmotivación, no sé bien…pero me cuesta hacer como si no pasara nada. En fin. Cosas mías.

Felices los felices.

LaAlquimista

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