domingo, 3 de julio de 2022

COMER, COMER Y COMER

 

Comer, comer y comer

*Fideus rossos. De los pocos platos catalanes por los que voy a un restaurante.

Soy muy tiquismiquis con lo que me meto entre pecho y espalda y más abajo; es decir, que mi estómago está para pocas tonterías a estas alturas de la vida y me gusta mimarlo. Como rico, muy rico, pero en casa. Y como sano, bastante sano, pero en casa. En cuanto me acerco a un restaurante ya sé que la voy a liar con mis jugos gástricos porque me van a adornar el plato con salsas de alquimista para disimular/compensar la ausencia de materia prima.

Cada vez como menos carne de todo tipo y concretamente el pollo y sus derivados me producen bastante “asquete”. Del cerdo, el jamón –y si el animal ha comido bellotas- y nada más. El pescado, si es de la mar –cosa rara en estos tiempos- me gusta mucho, pero con la condición de cocinármelo yo en mi casa para que no me hagan florituras en el restaurante poniéndome en el plato un trocito rodeado de puñeteras patatas panadera y que es tan sólo para un diente.

Los menús del día me chirrían en todas las claves del chirrido ya que, ¿qué me van a dar por 15€ y que les va a quedar a ellos de beneficio? Las cuentas no salen como no sea a base de lo más básico o lo menos sano. La comida insana es barata, eso lo saben todos los que no pueden permitirse comer “la otra”.

El caso es que, a pesar de todo lo que sabemos y de la información nutricional que tenemos, seguimos haciendo que nuestra vida gire alrededor de la comida…fuera de casa. Porque parece que no se celebra algo convenientemente si no vamos a un restaurante a invitar a parentela y amiguetes aunque aplastemos el presupuesto.

Sé cocinar lo suficiente como para no envenenar a nadie y es por eso que me gusta hacerlo para los amigos. Y por eso también sufro muchísimo cuando me invitan “por ahí” y, por no ser desagradecida y por no quedar como el culo, tengo que comerme lo que me ponen en el plato sin rechistar. Aunque… ¿por qué no voy a hacer como quienes tienen peculiaridades alimentarias y las defienden a capa y espada? Porque un vegano lo dice alto y claro: “que soy vegano y no como ni esto ni lo otro ni lo de más allá”. O un vegetariano al que no puedes satisfacerle con un pescado al horno o un marisquito a la plancha. Todos lo avisan: que soy alérgico a la lactosa o al gluten o que no puedo tomar azúcar o sal o lo que sea.

Los que no protestamos nos lo comemos todo y luego pasa lo que pasa. Igualito que con las relaciones personales, que hay que aguantar las chorradicas ajenas mientras que ocultamos las nuestras por pura vergüenza.

Como que los que fuman lo sigan haciendo a tu cara misma y tengas que disimular las arcadas que te da el humo. O el mal rollo de quien se empeña en salir por ahí y comerse un bocata en un bar, de pie y esnifando sudor ajeno y si sugieres otra opción te mira como si fueras una pija del demonio.  Y ya ni te cuento si tengo que beberme un vinazo que al segundo sorbo me avería el intelecto y tú, pues eso, que no te atreves a pedir un crianza por si te miran mal…

Todo gira alrededor de la comida y la bebida. Me da mucha rabia, sinceramente, no encontrar a alguien con quien poder compartir un buen paseo, una charla amena y luego, ya si eso, rematar la faena con algo rico “en tu casa o en la mía”.

Seguiré soñando, que no engorda ni da malas digestiones.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Fotografía: Cecilia Casado “Fideus rossos”.

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