miércoles, 11 de noviembre de 2020

Cumplir sueños y no años

 

Cumplir sueños y no años

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Me lo había propuesto, lo tenía en mi agenda mental de “pendientes”, el hecho de que cuando llegara mi cumpleaños del año 2020 iría poniendo al día la lista de sueños que me quedaban por cumplir. Ejercer de abuela, el viaje a Japón, darle una oportunidad  -al fin- al amor que de vez en cuando llama a mi puerta; abandonar el ladrillo y el cemento, comprar un SUV para viajar cómoda, y aprovechar todas las oportunidades que el Universo pone a mi alcance sin desperdiciar ni una sola.

Soy Virgo y he tenido todo el año para ir haciéndome a la idea de que mis sueños, a corto/medio plazo no iban a poder pasar por la línea de salida por culpa de la pandemia de coronavirus que padecemos globalmente. Este convencimiento, esta bofetada de realidad me ha hecho reflexionar como no tenía previsto hacerlo en el sentido de que supongo que es ahora el momento preciso en el que hay que echar mano de toda la resiliencia de que seamos capaces para manejarnos en esta terrible realidad que se ha colado en nuestra vida sin tan siquiera llamar a la puerta.

Mi adorada nietecita queda cada vez más lejos en su tierra yucateca; Japón también está lejísimos y los planes turísticos parecen absurdos, fuera de lugar, insolidarios incluso. El amor no va a querer tocarme ni con un palo por miedo a que el virus se acueste con nosotros. El ladrillo y el cemento serán mi cementerio habida cuenta de que hay un éxodo generalizado hacia las viviendas en la naturaleza, tal es el miedo a un eventual nuevo confinamiento: las inmobiliarias del Baztán y aledaños “ya no tienen nada disponible”, todos queriendo abandonar las ciudades en busca del aire limpio que pueda ser respirado sin filtro alguno. El coche sí que lo he comprado; más bien me lo han vendido para aligerar stocks, para salvar de la ruina la industria automovilística. Algo es algo y alimento es caldo.

Con esta perspectiva no me queda otro remedio que hacer el guiso con los ingredientes de que dispongo, es decir, con más alubias que “sacramentos”. (“Sacramentos” le llamamos en mi tierra al condumio añadido que se come con las judías, alubias o frijoles: morcilla, chorizo, tocino, berza con ajos y guindillas picantes).

Puedo seguir pintando mis pequeños óleos como expresión de algo que tengo metido dentro y que se convierte en colores al chocar con el lienzo. Puedo seguir escribiendo este blog como terapia (no siempre gratuita porque por todo hay que pagar un precio) para despiojarme de malos pensamientos. Puedo leer todos los libros que quiera sujetándolos entre mis manos amorosamente. Y también puedo hablar, reir, cantar y gritar enfadada si es eso lo que toca.

Y marcharme con mi coche lo más lejos que pueda del ladrillo… aunque luego tenga que volver. No todo está perdido, voy a guardar los sueños como oro en paño para ir recuperándolos según el Universo vaya haciendo sonar mi flauta de la suerte particular. El ser humano cuando no pudo soportar la crueldad de la realidad se inventó la esperanza y de ella se sigue alimentando como de un maná generoso. Seguimos, quería decir.

Por cierto: ¿si no se celebra el cumpleaños se queda el contador inmóvil? No es mala idea…

Felices los felices.

LaAlquimista

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