miércoles, 11 de noviembre de 2020

In memoriam "Neme Fociños"

 

In Memoriam. Neme Fociños “El gallego”

4

Entre radios y sartenes, cambiando la pila del reloj o buscando una buena oferta para un nuevo frigorífico, Neme, “el de los gallegos” me preguntaba por mis hijas, por mis viajes, por mi perro; me decía que nunca tenía tiempo para leer “lo que yo escribía”, que las cosas de Internet eran cosa del trabajo, pero que algún día (te lo prometo, Cecilia) te leeré, fijo.

Esas promesas que se hacen con el corazón lleno de buena intención a veces se cumplen de la manera más trágica porque… ¿y si me estás leyendo ahora, Neme?

El barrio se ha quedado conmocionado por tu súbita muerte, sin aviso alguno, como ese invitado al que nadie espera ni quiere recibir. Se te quebró el corazón de forma fulminante, en tu sitio “de siempre”, en la tienda en la que echaste la juventud, donde aprendiste el oficio y por la que suspiraste tus sueños. Esta tarde, -a las ocho- tus amigos y el barrio que te quiso, te harán un pequeño homenaje: con el silencio y los aplausos que serán como un abrazo enorme para ti, para tu mujer y tu hija y para quienes te quieren aunque “parezca” que te has ido.

Te dedico esta pequeña “escena muda sobre la muerte”. Sé que sonreirás al leerla… allá donde estés, preferiblemente en una “estrellita cariñosa” que yo conozco donde van las personas buenas.

             ESCENA MUDA SOBRE LA MUERTE.-

           “El  sol da  de lleno sobre los  pies de la cama a través de la ventana abierta y la mujer que en ella está, dormitando,  comienza a abrir los ojos. Sobre la mesa blanca reposa  una  bandeja   con  restos  de  comida. La mujer está un poco  escorada sobre la almohada y los cojines que la sujetan están medio caídos.

        Un hombre se halla sentado en una butaquita de plástico, con la vista fija en los árboles que decoran la tarde, quieto él también durante minutos silenciosos. De repente se vuelve, sobresaltado, ha percibido un movimiento en el lecho. Sonriendo, se levanta trabajosamente, como si le doliera la espalda de una mala postura y se acerca a la cama.

        Ella le echa los brazos al cuello, casi se cuelga de él, momento que él aprovecha para recolocarle bien la almohada y los cojines. Luego, se suelta con suavidad del abrazo de ella y se tumba sobre la colcha, a su lado, muy cerca y le va dibujando el contorno del cuerpo con la mano. La mano sube hasta el rostro y lo acaricia como a una niña pequeña; besa los ojos medio cerrados y cierra él también los suyos, quedándose muy quieto, pegado al cuerpo de la mujer.

        De repente el cielo se nubla y la luz se torna cenicienta, la cortina se agita movida por una racha de  viento. La mujer se estremece y el hombre se levanta apresurado a cerrar la ventana. Ella abre los ojos, luego la boca e intenta decir algo, pero no lo consigue, su cuerpo comienza a temblar.

          El hombre sigue de pie, a los pies de la cama y no despega sus ojos de los de la mujer. Una sonrisa  se dibuja en su boca y lenta, muy lentamente, comienza a desabrocharse la camisa consiguiendo que la mirada de ella siga su gesto. Con el torso desnudo, continúa con su mirada prendida en la de ella que, levemente, ha comenzado también a sonreír. El suelta ahora la hebilla de su cinturón y baja la cremallera del pantalón; de un golpe, se deshace de él mientras los ojos de la mujer pestañean rápidamente y su boca se abre en un inequívoco gesto de complicidad. Cuando consigue hablar tan sólo una palabra sale de su boca reseca: – “Más”, le pide, sin desenganchar su mirada de la del hombre.

        Con un lento movimiento, éste, desnudo ya completamente, aparta las sábanas y se desliza cuidadosamente en la cama, calentando el estrecho espacio, muy junto al cuerpo de la mujer que se ha aovillado junto a su pecho.

        El silencio ha tomado posesión de la escena; al otro lado de la ventana los árboles inician la danza que les impone el viento y a este, tras el cristal, la vida se va adormeciendo envuelta en el abrazo cálido de la piel

       La puerta se abre y aparece una mujer con prisas en la intención, pero se detiene, sorprendida; mira hacia la cama y comprende en un instante el misterio del amor y decide dar media vuelta cerrando la puerta con suavidad a sus espaldas.”  

(Cecilia Casado)

Felices los felices.

Dedicado al muy apreciado Neme Fociños que ha abandonado este tiempo para gozar de otro mejor, más tranquilo, calmado y feliz. Se lo deseamos de corazón.

LaAlquimista

Fotografía: “Camino”. Valle Casado

También puedes seguir la página de Facebook:

https://www.facebook.com/apartirdelos50/

No hay comentarios:

Publicar un comentario