miércoles, 11 de noviembre de 2020

Vuelven las bulas

 

Vuelven las bulas

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Estaba yo ya un poco mosqueada por el hecho de que se vendan bulas para no usar mascarilla cuando el BOE dice que es obligatoria bajo multa de no sé cuánto y las autoridades sanitarias la recomienden con tanto ahínco. Pero primero aclaremos conceptos. BULA: “Privilegio que libera de una carga u obligación”. Se puede decir más alto, pero no más claro, sobreentendiéndose que para acceder a ese “privilegio” hay que pasar primero por caja.

Así las cosas y viendo el percal hostelero que se lleva por todas partes en este país –bares, terrazas, restaurantes, chiringuitos y demás lugares de esparcimiento gastronómico- y habida cuenta de que SI CONSUMES TE PUEDES QUITAR LA MASCARILLA**, he agarrado la calculadora y echado mis cuentas de a cuánto sale la “bula” en un bar del barrio que tiene una terraza grande tirando a muy grande.

** La Ley indica que la mascarilla puede ser retirada de la cara del consumiente para permitir el acto de beber o comer, pero TODOS sabemos que esto no se respeta en la práctica. Que ya en el momento de sentarse en la terraza o similar, la gente se quita el bozal y se lo guarda hasta el momento de levantarse de la silla. La ley y su cumplimiento en este aspecto son muy laxos para regocijo del gremio y de sus derechohabientes.

Un cortado cuesta 1,40€ al igual que una caña pequeña o zurito que le llamamos por esta tierra. Si me tomo un café a media mañana y la cervecita a media tarde gasto 2,80€/día, que multiplicado por el calendario se eleva a 84€ al mes. A cambio adquiero el PRIVILEGIO de pagar por respirar durante las horas que me apetezca (mientras no me echen de la terraza del local).

Parco estipendio es este a cambio de respirar a gusto y socializar con quien me dé la gana, convivientes o no, al aire libre, al calorcito mañanero o a la fresca de la tarde, a elegir. Si la cuenta corriente permite aumentar el presupuesto mensual ya la cosa toma visos de ser un chollo respiracional/social. Podemos añadir el pincho de tortilla (2€ más) o el bocata de jamón pequeño (3€). O café con leche con cruasán o gintonic con mucho hielo. De hecho podríamos pasarnos el día entero en la calle sin mascarilla a base de ir de “terraceo”.

¿Una boutade? Pues no por cierto, que lo estoy viendo cada día en todas partes. Ya hasta hay que reservar mesa en una terraza para tomar los marianitos del aperitivo o las cañas del atardecer, con vistas al mar o al aparcamiento de coches tanto da.

Cuestión de dinero, insisto, como todo en esta pena de perra vida que nos está tocando vivir. Y digo lo de “pena” con retranca porque las penas son para unos y los privilegios para todo aquel que pueda pagarlos.

Mi amona Julia, cuando se quejaba de que había subido el precio de algo imprescindible –el pan, por ejemplo- sentenciaba: “Hay que ver, cualquier día nos van a cobrar hasta por respirar”. Pues eso. Que ese día ya ha llegado para alivio de hosteleros y consumidores. Nunca se habrán visto en otra como esta los “bareros” de mi barrio que no dan abasto… hasta que alguien da positivo en coronavirus y les cierran unos días el chiringuito entre crujir y rechinar de dientes.

Como anécdota simpática añadiré que hay varias terrazas en el parque aledaño a mi casa; pues bien, hay que ver a la gente con bula sin mascarilla bebiendo o comiendo y, justo al lado, a los jubilados de siempre sentados en los bancos, embozados como asaltantes de caminos. Es una estampa que me da un poquillo de vergüenza, lo confieso, pero son cosas mías.

Felices los felices.

LaAlquimista

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