miércoles, 11 de noviembre de 2020

Te respeto si me respetas

 

Te respeto si me respetas

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Todavía hay muchas personas que piensan sinceramente que “hay que respetar a todo el mundo” porque esa es la manera civilizada de relacionarse e insisten en convencer al resto de la bondad de su criterio. Cuando me pillan con la guardia baja e intentan darme “esa” estocada, yo ya no digo nada, me callo y me aparto lo máximo posible porque sé que es ridículo tratar de enseñar a cantar a un cerdo ya que perderás tu tiempo y fastidiarás al cerdo. (Esto es un refrán de toda la vida y me sirvo de la analogía)

Volviendo a mi pequeño espacio de  “filosofía en zapatillas” no puedo dejar de pensar en cómo sigo encontrándome con personas que exigen del prójimo un MÁXIMO respeto y, a cambio, tan sólo están dispuestas a dar las migajas de su consideración o una sombra de lo que podría ser interpretada como solidaridad.

Ayer mismo escuché decir que “la mascarilla debajo de la nariz porque si no se ahogan con lo que ellos mismos expelen al espirar” y no se paran a pensar que quien está frente a ellos recibe sus efluvios y su falta de respeto en la cara misma. Que se les respete y punto, dicen. También pueden alegar que no vienen a tu casa porque “a ver si se van a contagiar” o se niegan a dar un abrazo a su propio hijo por los mismos motivos.

Es el cansino discurso de: “yo hago lo que creo que tengo que hacer y exijo RESPETO”. Pues no, conmigo que no cuenten. Así de claro lo digo y lo mantengo. Yo también hago lo que creo que tengo que hacer pero procuro que esa declaración de intenciones vaya precedida de unos minutos de reflexión; o contar hasta cien muy despacio, que sirve lo mismo.

Ya tengo un poco atragantada la dichosa palabreja que lo mismo sirve para un fregado que para un barrido cuando es utilizada por un cínico y con ella lo arrasa todo o cuando la enarbola como pica agresiva una persona egoísta en grado superlativo y te quiere tapar la boca y la dignidad con su discurso acerca de lo que entiende por respeto hacia su persona, que pocas veces coincide con lo que tú entiendes que es el respeto hacia ti mismo.

Que me molesta mucho estar con alguien que fuma y entiende que le tengo que respetar su gusto y afición y, que si no me gusta, pues que me vaya, faltaría más. Es el momento culminante de la película cuando la chica le dice al chico: (o al revés) “es que eres un intolerante”. Toma ya.

Soy persona educada en el respeto hacia los demás, me viene por mi casa; pero también me enseñaron a dilucidar quién se merece el auténtico respeto y quién no debería tenerlo jamás de forma gratuita ya que si no es recíproco uno de los dos platillos de la balanza va a verse perjudicado y, como es obvio, salir perdiendo en el resultado final.

Yo te respeto si tú me respetas. Yo te respeto, sobre todo, si respetas a los demás, no únicamente a mí. Porque mi respeto está basado en el concepto de lo que a mi juicio es digno o indigno y ahí, como en cualquier escala de valores personal, no hay quien tenga el más mínimo derecho a meter mano.

Lo de poner la otra mejilla está obsoleto y si no está todavía enterrado con mucha tierra encima…debería estarlo. Tú misma. Tú mismo. Pero luego no vayamos quejándonos por ahí de que “no nos respetan”.

Felices los felices.

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LaAlquimista

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