domingo, 22 de noviembre de 2020

"EL BAILE DE LA MASCARILLA"

 

“El baile de la mascarilla”

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Ya apenas paseo por mi ciudad. Para no tener que usar la mascarilla obligatoria me voy al monte o al campo a hacer mi rutina de ejercicio deportivo con la conciencia bien tranquila. En la punta del monte –aunque sea pequeñito- el aire limpio de coches, perforadoras y excavadoras da cuartelillo al agobio cotidiano de esquivar al enemigo invisible.

Suelo llevar los pinganillos en los oídos conectados a mi selección musical especial para paseos al aire libre aunque muchas veces quito el volumen y me deleito con los sonidos de la naturaleza que no son pocos si se sabe prestar atención. Voy sola y a mi bola ya que siempre me resultó difícil encontrar compañía que valorara los paseos en calma silenciosa que es un regalo para el espíritu. Para el mío, al menos.

Obviamente no soy tan lista como para haber descubierto lugares solitarios o inexplorados; sujetos como estamos a la prohibición de salir del municipio estos reducen a sota, caballo y rey las posibilidades, así que cada día somos más. Supongo que yo les molesto a la par que ellos me molestan a mí; o no, y nos saludamos al cruzarnos con ese “ápa” de toda la vida que tal parece que los vascos no sabemos decir “hola”, pero en fin.

Lo que me sorprende y me tiene más que mosqueada últimamente es el hecho de cruzarme con caminantes y/o deportistas haciendo cada uno el ejercicio que sus piernas le permiten llevando la mascarilla de bufanda o colgando de una oreja y que AL CRUZARSE con otra persona, se la colocan en su sitio. La retiran, la colocan, la suben, la bajan, la manosean y la contaminan con sus manos.

Yo veo que me miran con cierta animosidad puesto que voy a cara descubierta, como pensando, -oye tú, por lo menos podrías ponértela cuando te cruzas conmigo, ya ves que yo también me la pongo– y yo ya ni les miro aunque me miren no vaya a ser que alguno me llame la atención en plan poli malo y se me escape algún sapo de esos que todos llevamos en la recámara.

¿Por qué hacemos estas cosas? ¿Por qué creemos que el “baile de la mascarilla” ***sirve para algo aparte de para que se nos vea ridículos? Respeto a aquellas personas que en pleno monte quieren llevar la mascarilla atornillada al rostro porque así se sienten más seguras. No se me ocurre recordarles que no tiene sentido su precaución –sobre todo si caminan en solitario- ni darles la charla; allá cada cual con tal de que no intente obligarme a hacer lo mismo.

Cuando vuelvo al barrio para hacer los recados sigo fijándome; debajo de la nariz llevan la mascarilla muchas personas, sobre todo mayores tirando a ancianos;  de bufanda a la salida del instituto dos de cada tres, en los bancos del parque mientras toman café o lo que sea, cero patatero y en el colmado de la esquina se lleva calada hasta las cejas, pero no les importa empujarte para meter la mano desnuda en la caja de las mandarinas y sobarlas todas para elegir las mejores.

Con todos estos datos llego a la conclusión de que andamos más atolondrados que pollo sin cabeza, que nos hemos colgado en el pecho la medalla de “expertos en mascarillas” y que cada ciudadano “enmascarado” tiene su teoría y razón. Yo me limito a relatar lo que veo y a reir o llorar según el caso. Como esas mascarillas sobadas y con una buena capa de mugre que algunas personas se resisten a tirar y sustituir por otra nueva. Esas azules que dicen que sólo sirven para cuatro horas…o cuatro semanas, a gusto del consumidor.

En el súper hay paquetes de diez mascarillas que se venden como churros; pensando en que son más baratas que las de la farmacia que he venido comprando desde el minuto uno, leo la información impresa en el paquete. Literal: “ADVERTENCIA: Este dispositivo no es un producto sanitario en el sentido de la Directiva 93/42 o del Reglamento UE2017/45, ni un equipo de protección individual en el sentido del Reglamento UE 2016/425”. (Importadas por una empresa de Tarragona y fabricadas en PRC, que no es el Partido Regionalista de Cantabria sino las siglas de People’s Republic of China, conocida en español como República Popular China)

Ni idea de cuáles son esas normativas y prefiero no indagar, pero ahí lo tienes: el que avisa no es traidor y el que lo vende no engaña… si eres capaz de leer la letra pequeña que viene al final de las instrucciones. Esas mascarillas (10 por 3€) me temo que son tan eficaces como llevar en la cara un trozo de papel higiénico sujeto con dos gomas a las orejas.

Sigamos interpretando “el baile de la mascarilla” cada uno a su ritmo y con su propia música y si alguien tiene mala suerte y le toca bailar con el virus que piense si no ha hecho algo para merecérselo.

Felices los felices.

*** Si te quieres reír y comprobar que tengo razón, sugiero ver el vídeo de un tal Joaquín que juega en el Betis.

LaAlquimista

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