viernes, 11 de febrero de 2022

Meter la pata tiene consecuencias

 

Meter la pata tiene consecuencias

En esta ciudad, Mérida, capital de Yucatán, me muevo a golpe de VTC (Vehículo de Transporte con Conductor), que no sé por qué les llaman así si cualquier autobús o tren también lo es, pero siempre hay alguien que inventa la pólvora –una vez más- por aquello del marketing. El caso es que es una aplicación del teléfono inteligente que te geolocaliza y tú sólo tienes que escribir el destino al que quieres ser transportado.

Como todavía me lío con las calles que habitualmente no tienen nombre sino número, busco algún edificio emblemático que esté cerca de donde quiero ir y con eso me apaño. Así que puse “Ayuntamiento de Mérida” y me monté en el auto que me vino a buscar. Enseguida me di cuenta de que me llevaba por un camino desconocido y se lo hice notar al conductor, quien me contestó que él siempre evitaba las zonas de mayor tráfico aunque tuviera que dar un rodeo.

Empecé a sudar a pesar del aire acondicionado y crucé los dedos encomendándome a mi ángel de la guarda particular. Al cabo de demasiados minutos y vueltas y revueltas, se detuvo el auto en una cochera cochambrosa en la que había un guarda de seguridad. –“Ya hemos llegado, señora”, me dijo el conductor y yo…-“¡Pero si yo no vengo aquí, que voy a la Plaza Grande, al Ayuntamiento!”. Y entonces mi Caronte particular me demostró mi metedura de pata porque al poner “Ayuntamiento” no me di cuenta de que elegía “Ayuntamiento Oficina de Asuntos Sociales”, que efectivamente estaba donde los padres de Pulgarcito abandonaron a su prole.

Le pedí disculpas y que me llevara al destino correcto…pero no hubo manera. Le rogué que no me hiciera caminar a pleno solazo quince cuadras o 3 kms. en plan travesía del desierto. Después le supliqué que me acercara, que tenía la rodilla inflamada y no podía apenas caminar. Todo en vano; como un auténtico profesional de lo suyo me dijo: “que no me hubiera equivocado” y me instó a abandonar el vehículo previo pago de la tarifa estipulada.

Como ahora mismo –en este estadio de mi vida- estoy en modo “aprendizajes intensivos de toda índole”- apechugué con lo mío y comencé a caminar piano piano en pos de mi destino final. Atravesé calles atestadas de meridanos realizando con febrilidad sus compras “decembrinas”, me ajusté la FPP2 a las ojeras y sorteé como pude la muchedumbre que invadía banquetas (aceras) y calzadas.

Tardé casi una hora en llegar al dichoso Ayuntamiento (donde había quedado con mi hija para tomarnos una horchata de arroz en Janitzio y visitar el MACAY (Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán) y me di un auténtico baño de inmersión en la “Mérida de verdad”. En esa ciudad que no sale en los videos que publica el Gobierno de Yucatán, pero que es más real que el agua que cae del cielo y la hierba que crece en el suelo.

Crucé mis pasos con miles de personas que ni se molestaron en mirarme –una gringa despistada, pensarían- y yo recuperé el gusto por deambular y perderme, de asombrarme para luego pensar, de sacar fotos sencillas, sin posado de por medio. El pueblo auténtico de cualquier país no sale en la misma foto que sus dirigentes, nunca lo ha hecho excepto cuando enarbola sus puños alzados y eleva sus voces airadas.

¡Qué contraste entre los horrendos centros comerciales globalizados y el comercio a pie de calle, el que no usa tarjetas de crédito sino que vende a “paguitos” un celular o “a fiado” los juguetes de los niños para la Navidad!

Agradecida le tengo que estar –malgré tout- al conductor “cabeza cuadrada” que no quiso ser amable porque no le dio la gana. Igual es que lo suyo fue una “venganza en diferido”, que vaya usted a saber los recovecos del alma humana.

Meter la pata siempre tiene consecuencias y, a veces, no son tan malas si sabemos aprovechar la lección.

Felices los felices.

LaAlquimista

También puedes seguir la página de Facebook:

https://www.facebook.com/apartirdelos50/

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario