viernes, 11 de febrero de 2022

Visita al "doc" yucateco

 

Visita al “doc” yucateco.

Después de un viaje de treinta y cinco horas desde Donostia hasta Mérida (Yucatán-México) mi rodilla derecha parecía un globo a punto de estallar produciéndome mucho dolor en reposo. El calor (35º en pleno Diciembre) y la humedad (sobre el 90% cualquier día) no me ayudaban así que, siguiendo el consejo insistente de mi hija mayor, me fui al médico traumatólogo de una clínica privada. No es que tenga nada en contra de la sanidad pública mexicana, pero aquí las cosas no funcionan como en España, así que hice lo que me dijeron al pie de la letra. Mi yerno llamó al médico por la mañana y a las cinco de la tarde ya estábamos en su consulta.

Después de las preguntas de rigor y de que le contara la vida de mis rodillas destrozadas en un accidente de moto hace veinte años, me pidió que se las mostrara. Como llevaba pantalones me preguntó si debajo llevaba unos shorts y ante mi cara de estupefacción me aclaró que “las mujeres cuando vienen al médico siempre se ponen unos shorts” y yo le dije que lo sentía, pero que debajo de los pantalones llevaba lo que ellos llaman “calzones” y punto.

No sé, a mí nunca me ha dado vergüenza desnudarme delante de un facultativo, sea éste hombre o mujer, porque entiendo que no se puede hacer una tortilla sin cascar los huevos y mucho menos intentar curar el cuerpo sin mirarlo y tocarlo. El caso es que ahí estaba yo descalza y con los faldones de la camisa hasta los muslos haciendo flexiones para comprobar hasta qué punto podía manejar las rodillas.

Me pidió que me sentara en la camilla que había en el consultorio y sin mirarme a los ojos y con gesto contrariado –que adiviné detrás de su mascarilla- me alargó una especie de esterilla de papel para que: “se tape usted el pudor”, refiriéndose obviamente a la zona que va de muslos arriba hasta el ombligo.

De repente me cayeron encima siglos de cultura mexicana de cómo se ve, cómo se trata y maneja el cuerpo femenino en circunstancias cotidianas, a años luz de ese desparpajo que tenemos las europeas para quitarnos lo que haga falta cuando nos viene en gana.

Comprendo también cómo en las playas que he conocido en este país el topless está, si no prohibido, peor que mal visto, algo así como lo que pasaba en los años sesenta en las películas de Alfredo Landa y las suecas en Benidorm. Te das cuenta entonces de por qué las mujeres van recatadas con sus huipiles anchos o sus camisetas y vaqueros prietos pero tapando lo máximo posible a pesar de los calores de horno panadero que son habituales por esta zona.

Ahora comprendo también por qué a las mujeres que amamantan les regalan una especie de pañoleta o mantita para que se cubran si tienen que alimentar al bebé en público o por qué miran a las europeas descocadas –para ellos- con sus top, mini shorts o vestidos que muestran la anatomía con generosidad.

No voy a decir que me sintiera avergonzada por mi falta de vergüenza y desenvoltura ante el doc –mucho más joven que yo-, pero sí que comprendí –una vez más- que es regla de oro esa de “donde fueres haz lo que vieres” y no hay que pretender dar a nadie lecciones de lo que tú crees que sabes y los demás deberían saber.

En varios estados de México se sigue practicando el matrimonio infantil a pesar de que las leyes generales del país prohíben casarse hasta los 18 años y las niñas celebran la gran fiesta de  “los quince”, que no es otra cosa que magnificar la sexualidad de una niña que pasa a ser mujer con todas las consecuencias…no siempre beneficiosas para ella misma.

Al final, qué duda cabe, soy una española –quizás una “gachupina”- con costumbres y formas de comportamiento que a ellos les daría mucha “pena” adoptar (pena, significa vergüenza). Quizás sea éste un resabio machista o una puntada más del tejido heteropatriarcal que nos asfixia a las mujeres con la excusa de abrigarnos. Quién sabe nada y para qué buscarle los tres pies al gato. Si aquí ser feminista está en el filo del delito social, si son incontables las mujeres que cumplen condena por haber abortado. Las leyes de cada país condicionan la moral de sus ciudadanos y parece que los valores éticos bailen al son de los plumazos constitucionales. A ver si ponen al día de una vez por todas las leyes que lastran las libertades y los derechos humanos en MI país…y en todos, que en todas partes cuecen habas y en mi casa al caderadas.

Felices los felices, aunque sea con bursitis.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Escultura: Laura D’Angelo Gambino

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