viernes, 11 de febrero de 2022

Noche de Paz...pero menos

 

Noche de Paz…pero menos.

Se le llama “paz” al acuerdo para poner fin a una guerra; o a la situación en que no hay lucha entre dos partes enfrentadas. Curiosas definiciones que dan por sentado que el estado pacífico es consecuencia de una circunstancia beligerante. Sin embargo, parece que no lo hemos entendido bien, o quizás sea que nos lo han explicado de manera torticera, arrimando el ascua a su sardina quien siempre está interesado en que haya confrontación entre los individuos para conseguir su propio –y maquiavélico- beneficio.

La famosa “paz” que nos deseamos los unos a los otros, esa “carta a los Reyes Magos” pidiendo que cesen las guerras para que todos vivamos inmersos en la calma que da la seguridad de que nadie nos va a sacar de la cama en plena noche a culatazos, esa “paz”, digo, entrecomillada, es como una pompa de jabón que no puede sostenerse en el aire más de unos segundos porque no hay ley física que la ampare.

El talante del ser humano está compuesto de fuerza, impetuosidad, violencia, rudeza, rigor y no sigo. Y no lo digo yo –aclaro- sino que es tan fundamental como las leyes de Newton que rigen el Universo y todo lo que se mueve. Si esto es así –y nadie me ha podido demostrar lo contrario en todos los lustros que llevo a la espalda- hablar de “paz” es como –y viene al caso por las fechas- creer en Santa Claus y sus renos voladores.

Hoy es Nochebuena y mañana Navidad para un tercio (¡sólo un tercio!) de la población mundial y tanto da para quien teme por su vida y la de sus hijos. ¿No será que nos hemos inventado todos estos conceptos –y muchos más- para sentirnos seguros frente a quienes no tienen donde caerse muertos?

No sé yo, la verdad, si no nos mereceríamos que saltara por los aires el maldito “estado del bienestar”, el consumismo, la globalización y hasta el “primer mundo”, en el que nos hemos instalado como atornillados a su sitial están los cardenales de Roma que son, junto con su jefe, los que más cacarean sobre la paz, el amor y el “dejad que los niños se acerquen a mí”.

Si pudiéramos ser, como declama Machado en su poema, “…más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”, entonces brotaría la paz desde el corazón de los hombres igual que la sangre sale y entra del mismo. Si hubiera bondad en vez de maldad, generosidad en vez de codicia y amor sencillo en vez de egos como rascacielos, quizás, la de hoy, sería una auténtica “Noche de Paz”.

Pero mucho me temo que seguirán alimentándose los posos de los reproches, las hogueras del rencor y la envidia por lo que el otro tiene y a nosotros nos ha sido negado o arrebatado. Mucho me temo también que no haya apenas más reflexión esta noche que hablar de si los manjares que se ponen en la mesa han desorbitado su precio o poner a parir a todo aquel que nos molesta con sus decisiones sin considerar la propia opinión. (Léase gobiernos y gobernantes)

Con pandemia o sin ella, no habrá paz en nuestros corazones si no somos capaces de ofrecer las manos abiertas como ofrenda de lo que puede ser en esencia un ser humano: un individuo que tiene alma y espíritu además de un cuerpo con mente susceptible de pensar.

El resto, los regalos y las viandas, no valen nada –no valdrán nada- si no nos brota una pequeña llamita de amor desde el interior para pedir perdón con humildad y a la vez perdonar con generosidad. Casi nada. Quizás por eso pasaremos rapidito por el trámite de la nochebuena y sus sacramentos deseando que llegue enero para volver a la vida de siempre: con poco amor y menos paz y las rebajas que tanto nos gustan.

Felices los felices, malgré tout.

LaAlquimista (desde Yucatán que no es lo mismo pero es igual)

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

 

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