lunes, 15 de febrero de 2021

En pie de guerra

 

En pie de guerra

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En lo que a mí respecta, hasta aquí hemos llegado. Ya no doy más de mí misma ni tengo aguante para seguir pensando y hablando en modo monotemático, sea con los vecinos en el ascensor, sea con la cajera del colmado de la esquina. Se acabó. Finito. Rien ne va plus. Me levanto como puedo de la trinchera en la que nos han metido por obra y gracia de una pandemia del siglo XXI y salgo a campo descubierto… pero en dirección contraria. Vamos, que deserto con todas las de la ley.

Nunca me ha faltado imaginación para irme de viaje con las alas desplegadas cuando he estado atada a la pata de alguna cama o “quebrada” de alguna manera. El vuelo de mi mente me ha salvado de un naufragio, dos terremotos, tres derrumbamientos y media docena de explosiones controladas. Y a buen entendedor, pocas analogías bastan.

** Pallas Atenea. Gustav Klimt (1898) Diosa griega de la guerra y de muchas otras cosas.

Así que he decidido ponerme en pie de guerra. Mi guerra particular, pequeñita como las de Gila, pero a la que necesito alistarme sin remedio si no quiero acabar como veo alrededor que está acabando la gente: en un pozo. Y los pozos no me gustan porque hay poca luz, hace frío y no llega el wifi. Prefiero más el campo abierto aunque te pueda caer un misil en la cabeza o lo que les sobra por la popa a las gaviotas.

Lo primero que he hecho ha sido ponerme el uniforme para que quede claro de qué voy. Aunque estemos en invierno y la gente se vista como de luto he rebuscado entre mis trapos los que tienen colores de puro verano: una bufanda roja, las zapatillas del Lidl, el abrigo con capucha y manguitos de piel sintética, la gorra con la calavera y el paraguas de los chinos. Una lady inglesa en toda regla. Es importante esto de la vestimenta, qué duda cabe que a la señora Ágata se le van la mitad de las penas cuando abre el armarito donde guarda sus trapitos. Así que nada de grises, ni marrones. El negro sí, que estiliza la figura, pero con mucho Mondrian.

Los pelos tienen que ir siempre limpios y bien puestos en su sitio. ¿Qué es eso de pasar del tinte porque total para qué? !A la “pelu” como está mandado cada cuatro semanas.! Y la manicura, por favor, bien limadas las uñas y de rosa chicle, que las verdes de silicona a lo Rosalía sólo quedan bien si has nacido en el hemisferio sur o no tienes que fregar una perola donde se hayan pegado las lentejas.

Resumiendo: con la cara lavada y recién “peiná”, vestidita de alegría y con las arrugas sonrientes ya estamos listas para salir al mundo; no a comérnoslo, pero por lo menos a que no nos coma. Los chicos, pues lo mismo, pero a su gusto, que no sé cuál será porque hace mucho que nadie se deja la tapa del váter levantada en mi baño o me pregunta por su camisa de rayas.

Importa mucho el empaque y la actitud en esto de ponerse en pie de guerra, que digo yo que hay que ir pisando fuerte y con el ánimo bien amarrado. E ir tanteando el terreno antes de salir, como buenos estrategas, no vaya a ser que nos caigamos en una zanja de las que hacen los zapadores sociales y nos pringuemos otra vez del “barro mediático”.

Mi guerra de andar por casa es, más que nada, defender mi terreno, no conquistar el ajeno. Dejar de permitir que me pisoteen el ánimo con cifras, estadísticas y negatividad ad nauseam. No por cotorrear en bucle sobre lo que ocurre en el mundo –o en el portal de al lado- voy a solucionar nada; más bien, al contrario, me voy a caer en ese pozo al que veo que vamos todos como los búfalos en las películas del oeste: en una estampida incontrolable hacia el precipicio inevitable.

Este blog es mi pequeña palestra para desahogarme sin que (de momento) nadie me haya puesto ningún límite; quizás ocurra esto porque yo no soy mucho de traspasarlos, los límites, digo. En cualquier caso, como esta redacción es de “tema libre”, a partir de ahora –ya empecé el otro día con los caracoles- levanto mi puño o mi espada o lo que sea que haya que levantar ahora, a favor de las huestes que quieran librar batalla contra la negatividad, la depresión, los agoreros, los mendaces, el desconcierto y la contradicción. Y las cifras, los porcentajes y las estadísticas.

Yo vengo a hablar de lo mío, como aquel señor de la bufanda que quería hablar de su libro.

Felices los felices.

LaAlquimista

*(Hoy no he hablado del bicho.)

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