lunes, 15 de febrero de 2021

Yo quiero angulas...o nada

 

Yo quiero angulas o nada

Si es que le ponen a una de mal humor, de verdad, que no hay derecho. Pues nada, lo de todos los años por estas fechas, que llega San Sebastián, la fiesta donostiarra por excelencia y toca –una vez más- explicar a diestro y siniestro por qué no quiero ingerir (ni mucho menos pagar) ese triste remedo –hecho en una fábrica a base de yoquéséqué- de las exquisitas angulas de mi infancia y juventud.

-“Es que las tradiciones son sagradas” –ah, pues entonces, ponme angulas de verdad, que haberlas, haylas- que dejen de meternos en el cerebro la idea de que es válido auto engañarse  besando a un sapo en vez de a un príncipe o princesa.

Los tiempos cambian y las tradiciones o se renuevan o  mueren. Y esta de la que hablo debería enterrarse ya que lleva muchos años agonizante. No me parece de recibo pagar una pasta por una pasta de pescado (eso sí, de diseño) dependiendo de las virguerías de cada fabricante-. ¡Pero bueno! ¡Estamos tontos o qué! ¿A quién queremos darle gato por liebre?

A ver, que entiendo que la juventud, que no ha conocido las angulas, -que para quien no lo sepa son las crías de las anguilas que, curiosamente, al nacer son todas hembras y luego algunas cambian de sexo- se atreva a meterse entre pecho y espalda cualquier sucedáneo de lo que sea mientras se lo presenten atractivo –es decir, que no lo tengan que cocinar ellos- y con un sabor medianamente decente. Pero nosotros… los que hemos catado las angulas de toda la vida, los que hemos disfrutado durante años y años del delicioso “crus crus” que hacían en la boca mientras poníamos los ojos en blanco y dábamos gracias a todos los dioses por podérnoslo permitir…pues como que NO.

Quiero llevarme a la boca (y al estómago) los alimentos naturales que no hayan sido defenestrados por los japoneses o por los listos de turno que decidan acapararlos. El día que el jamón de verdad –ese que proviene de las patas del cerdo- deje de comercializarse porque lo tienen todo reservado para hacer la vacuna contra el cáncer (por aportar una idea que sea positiva para toda la humanidad), dejaré de comer jamón tranquilamente. Pero lo que no haré será ingerir un invento hecho con pasta homologada en la UE, comestible, coloreado y aromatizado y diseñado para “parecer” jamón.

Nos acostumbramos demasiado fácil a que las cosas no sean lo que deben ser y a aceptarlo como si lo fueran. Acabaremos creyendo que el menú de gala por excelencia se compone de huevas de no sé qué pescado (parecidas al caviar), palitos rojos de pasta de pescado (que saben “igual” que la chatka rusa original que es un cangrejo riquísimo), gulas con label de calidad (in memoriam de las angulas de toda la vida) y de plato fuerte chuletón de tofu (porque no quedarán bueyes ni vacas), todo regado con vino sin alcohol y champán sin burbujitas. Me niego.

Se empieza así y se acaba aceptando que da igual tener valores humanos que una conciencia retocada con photoshop.

Así que, lo dicho. Ya vendrán los tiempos en que nada sea lo que fue, pero de momento déjame disfrutar de lo auténtico que nos queda. Y si no lo puedo pagar porque va al obsceno precio de 700 €/kg., pues me quedo tan tranquila que ni he necesitado comer caviar Beluga, ni beber tinto Domaine de La Romanée-Conti para sentirme una mujer feliz.

Lamento que mis palabras sean tan drásticas, pero también soy muy consciente de que la libertad individual permite a cada uno con toda tranquilidad gastarse el dinero en lo que mejor le acomode y que para cuando se lea este artículo ya estarán los “manjares” para celebrar la no-fiesta de San Sebastián del 20 de Enero encima de la mesa o dentro del estómago.

Felices los felices.

LaAlquimista

También puedes seguir la página de Facebook:

https://www.facebook.com/apartirdelos50/

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario