lunes, 15 de febrero de 2021

Televisión, el enemigo en casa

 

Televisión, el enemigo en casa

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Decían los pacifistas del siglo pasado que hay que levantar la voz a favor de lo beneficioso en vez de alzar el puño contra  lo que es dañino; en algunos casos tuvieron razón, pero el balance llenó las cárceles de disidentes porque no siempre razones y argumentos valen tanto como un buen lobby de abogados. No sé yo si esto se puede seguir defendiendo en este punto preciso de la vida de la humanidad como tal. ¿Hay que estar a favor de la paz o en contra de la guerra? ¿Hay que aplaudir la honestidad o combatir la corrupción? ¿Tener santa paciencia con quien machaca al prójimo o darle un buen revés para que deje de fastidiar?

El tema que lleva provocándome urticaria mental desde hace un año largo es algo con lo que ya no puedo –ni quiero- contemporizar; estoy tan harta de ver el daño que hace, los conflictos que provoca y la estupidez que genera que me he decidido a hacer un manifiesto en contra; de cuartilla y media y sin colarlo de madrugada en ningún grupo de whatsapp.

No, no me refiero a las boutades que barbotean los variopintos gobiernos que nos (des)gobiernan poniendo cara de hablar ex cathedra, ni de la decepción provocada por los políticos que mucho han prometido mientras cruzaban los dedos a la altura de sus posaderas; a fin de cuentas, si le dices a un quinqui que te guarde la cartera mientras te bañas en el mar ni siquiera podrás luego denunciarlo porque se te reirán a la cara la autoridad competente y el sindicato de manguis.

Hoy necesito manifestarme en contra de la televisión como “el quinto elemento” que llegó a la Tierra y habitó entre nosotros con el muy loable fin de manipular mentes y controlar vidas, haciendo y deshaciendo sin que ningún héroe marveliano le pare los pies. Dentro de poco se cumplirán cien años del invento, casi nada.

Lo primero que se debe hacer cuando se está en contra de algo es utilizar la coherencia, así que tengo la televisión del salón precintada, investigada, imputada y condenada por intento de corrupción de mi cerebro. Sin fianza ni posibilidad de recurrir a otro tribunal, puesto que en mi casa soy la jueza suprema y dueña absoluta del mando (a distancia).

Según me cuentan y leo por ahí, la televisión en este país tiene muchos tenderetes y desde todos ellos se dedica a vociferar consignas aturdidoras y a vomitar estadísticas apocalípticas para que “los proles” –referencia a “1984” de Orwell- sientan cómo el miedo corre por sus venas a la vez que se atropella a empujones con los glóbulos rojos. Y una vez conseguido el fin justificado por los “medios”, -se supone que aterrorizar al personal y tenerlo en un ay-, le endilgan el espectáculo denigrante e inacabable de tener que contemplar a ciudadanos escupiéndose (previo pago) unos a otros en tertulias morbosas a cuyo lado una jaula de grillos sería un coro de niños cantores en Navidad.

Los ciudadanos, la gente, la humanidad en general, se sienta frente a aquella mal llamada “caja tonta” -que ha demostrado ser de lo más lista- y permite que le entre por los ojos la miseria ajena creyendo que así se librará de padecer la propia, que le aconsejen abandonarse a la estupidez en todas sus formas y tamaños y que la incorporen a la propia vida como un pequeño electrodoméstico más para convertir en puré un “alimento” envenenado.

Como no me gusta criticar sin aportar soluciones, aquí van unas cuantas alternativas por si alguien quiere “cambiar de dieta”.

  • Disfruta de la literatura y viaja con el pasaporte de la imaginación a mundos más amables que este.
  • Escucha la música que amansa a la fiera que todos llevamos dentro (y que Fraga llevaba por fuera)
  • Vuélvete a enamorar de las películas de tu juventud. Están todas en las plataformas.
  • Habla cordialmente con quien tengas al lado –incluso si es un familiar- de intereses compartidos.
  • Sé diferente, peculiar, único y superviviente. Pero no hace falta que lo comentes con ningún cuñado; estas pequeñas rebeliones hay que hacerlas en secreto para que tengan mejor sabor y den buenos resultados.

En cualquier caso, si vas a seguir viendo basura contaminante por televisión haciendo uso de tu inalienable derecho a la libertad de amargarte la vida como mejor se te antoje… no necesito ni quiero saberlo. Vamos, que no me llames para contármelo porque me he puesto en modo OFF. O en modo ZEN, según se mire.

Felices los felices. Y los documentales de La2.

LaAlquimista

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*(Hoy tampoco he hablado del bicho)

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