domingo, 28 de febrero de 2021

¿Es contagiosa la estupidez?

 

Es contagiosa la estupidez?

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Leí el otro día la típica tontería en la red advirtiendo al personal de que no había que juntarse con personas estúpidas porque podían contagiar sus limitaciones mentales; nada demasiado interesante, la habitual boutade pretendidamente humorística en los tiempos que corren. Pero, a continuación, leí el inteligentísimo artículo de Rosa Montero titulado “La conjura de los necios” –como la obra única y genial de Jonh Kennedy Toole- que me llevó derecha al ensayo de Carlo M.Cipolla titulado “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”. Nada es casual en esta vida, adoro las coincidencias que son causalidades.

Dejemos claro que la estupidez humana no puede ser infinita, –como cacarean los estúpidos que no saben que lo son- puesto que el número de humanos vivos es finito. Tema solucionado, no volváis a repetir el chiste que se supone que hizo Einstein, por favor, que aquel señor no hizo un chiste en su puñetera vida: no tenía ni el más mínimo sentido del humor ni el menor atisbo de empatía. (Hay muchas biografías que lo demuestran)

Mejor sería leer el último libro que escribió Gustave Flaubert “Bouvard y Pécuchet” en el que se despachó a gusto sobre la estupidez humana de la mano de dos protagonistas que se las dan de sabihondos y no entienden nada de lo que ven. Ya en el siglo XIX la estupidez campaba por sus respetos con una tasa de incidencia igual de alta que hoy en día.

Pero volviendo al tema que me preocupa y sobre el que he estado rebuscando en la inmensa bibliografía que ha producido me quedo con el lúcido ensayo del antes citado C.M. Cipolla (léase Cipolha), historiador económico italiano que falleció en 2000 a la edad de setenta y ocho años dejando una serie de ensayos paródicos, divertidos, irónicos y muy inteligentes sobre cómo construir la metodología del ridículo.

En palabras nuestras, las de los simples mortales que no somos ni economistas, ni historiadores, ni tenemos una columna semanal en el periódico, resumiré lo estudiado para el examen. Lo primero que se demuestra en el lúcido ensayo aludido -y para que nos quedemos tranquilos- es que la estupidez nace, no se hace. Que es algo que viene de serie con el individuo, al igual que uno es rubio, alto, de complexión alfeñique o con aspecto de neandertal.

También conviene constatar que en todo grupo de humanos, de aquí o de allá, del norte o del sur, civilizados o sin civilizar, hay SIEMPRE un porcentaje invariable de estúpidos. En todas partes, en todas las clases sociales, intelectuales, económicas e ideológicas. Lo mismo entre los hombres que entre las mujeres, entre los pobres o los ricos, entre los que tienen diplomas colgados en la pared y los que escriben a duras penas su propio nombre. En todos los grupos se manifiesta de forma natural un porcentaje determinado de estupidez. Y un porcentaje determinado de inteligencia, por aquello del equilibrio.

Y de aquellos polvos, estos lodos, qué duda cabe. Y de ahí vienen las “Leyes fundamentales de la estupidez humana” que, aconsejo vivamente a todo aquel que se sienta inteligente y no lo haya leído, corra veloz al google más cercano para informarse de cómo acechan y habitan entre nosotros. Los estúpidos, digo.

El ser humano inteligente también lo es porque Natura así lo ha determinado; ni se hereda ni se hace: se nace. Otra cosa será “batirse el cobre” con lo que ha tocado en suerte y mejorarlo con tesón. O dejarlo aparcado y desperdiciado, lo que no será más que la demostración de que la estupidez es consustancial al individuo de nuestra especie.

El incauto, el inteligente, el malvado y el estúpido están aquí, a nuestro lado, todos somos alguno de ellos aunque no nos hayamos parado a pensar en ello. Curiosamente, el incauto reconocerá cuándo le engañaron, el malvado sabe a ciencia cierta el daño que hace, el inteligente comprende el Universo y el estúpido…suele ser el que hace daño sin obtener ningún beneficio a cambio o incluso procurándose un perjuicio a sí mismo. Ése que se cree que sabe las cosas sin haber movido un dedo para aprender nada o sin reflexionar. Curiosamente, este tema sobre la estupidez humana tan sólo suele interesar a las personas inteligentes… porque hay otros que piensan que la cosa no va con ellos.

Felices los felices. Y los que se cuestionan las cosas.

LaAlquimista

*(Hoy tampoco he hablado del bicho)

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