miércoles, 25 de febrero de 2015

¡Milagro! He dormido ocho horas




Dicho así parece una boutade por mi parte, pero para quien está acostumbrada a las cinco horas como máximo, dormir ocho horas de tirón es algo fuera de lo habitual, una especie de regalo que me hace el cuerpo (y el espíritu).

Dormir poco es una de las peculiaridades de la edad más que madura que tengo a la que he tenido que acostumbrarme y darle la vuelta con inteligencia para no ponerme histérica cada vez que me despierto, completamente despejada, a las cuatro y media de la mañana. Siempre lo he atribuido a que es el inconsciente el que se pone a meter horas extras (y nocturnas) y va sacando de sus escondrijos los problemillas sin resolver, los chirridos sin engrasar, las basuras sin sacar y como está concentrado y en silencio –el inconsciente- puede realizar su labor de “escaneo de virus” con total efectividad e impunidad.

Así que, esta mañana, hace un ratito, cuando me he despertado y he comprobado con asombro que había permanecido ocho horas en mi cama descalza y sin comer (es una de mis tonterías recurrentes) me he dado cuenta enseguida de cuál era el motivo de tan fastuoso descanso.

Es algo así como esos zapatos carísimos y buenísimos que nos compramos en un pequeño rapto de locura y que, ya desde el primer día, no se acomodaron como esperábamos a nuestros pies. Y lo intentamos una y otra vez, pero nada. ¿Será posible que unos zapatos de este precio, de esta calidad, de esta marca, no me sienten como zapatillas? Y nos los seguimos calzando porque, a ver, faltaría más, con lo que me costaron y lo bonitos que son, pero no, me hacen un gesto en el empeine que me mata al cabo de un par de horas con ellos y ya la única satisfacción que tenemos es… cuando nos los quitamos. Pero los seguimos usando…

Y un buen día, al cabo de mucho tiempo y en un rapto inusual de lucidez, -casi siempre a las cuatro y media de la mañana- decidimos que ese dolor constante en los pies…!es debido a ESOS zapatos! y saltamos de la cama y cogemos una bolsa de basura y metemos dentro el problema identificado y nos ponemos los vaqueros encima del pijama, y el abrigo encima de las legañas y bajamos a la calle, derechitas al contenedor de basura y ahí van, nuestros maravillosos zapatos de piel italiana y diseño torquemada.

Así que lo de dormir ocho horas ha debido ser porque ayer mismo tiré a la basura…unos zapatos italianos. Y el que quiera entender, que entienda.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien quiere contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

*Post escrito hace un par de años, pero vigente todavía.






No hay comentarios:

Publicar un comentario