miércoles, 9 de abril de 2014

Balance de Fin de Año

 
El cierre de las cuentas del ejercicio suele ser la “bestia parda” de todo financiero que se precie. Ni se sabe la cantidad de ansiolíticos que pueden llegar a recetar los médicos de cabecera a tan arriesgados profesionales; sin embargo, ellos saben y yo sé, que la contabilidad es una especie de “magia potagia” consistente en hacer desaparecer partidas por aquí y sacarlas -cuando nadie se lo espera- un poco más allá; y a los que somos de letras, siempre nos la meten doblada, claro.

Pero en la vida real esas habilidades no sirven para nada, porque si en el ámbito empresarial le puedes engañar hasta al mismísimo ministerio del ramo, en lo personal no se la cuelas ni al más ingenuo de tus amigos.

Están por un lado los que cantan beneficios que no son reales; esa gente a la que todo le va bien o incluso de maravilla. Personas que pintan su vida de colores inventados, que se miran al espejo y hacen como un Dorian Grey cualquiera sin conciencia; maridos que aseguran seguir queriendo a sus esposas, mujeres que ponen los ojos en blanco cantando las virtudes de sus “santos”, esas madres que tienen hijas que no andan en malas compañías y esos padres cuyos hijos ni fuman ni beben ni ná de ná.

Se da la mano este grupito con los que falsean la realidad inventando pérdidas que no existen para así repartir menos beneficios. Los que “van tirando malamente” y resulta que han cambiado de cochazo, se compran la ropa en esas tiendas donde lo más baratito es un pañuelo para los mocos de treinta euros y toman las uvas en un resort caribeño de super-lujo. Que junto con los que se están quejando todo el año del gobierno, de los sindicatos, de la patronal, de su pareja, de sus hijos, de sus padres, de sus amigos, de sus vecinos, del conductor del autobús y de la señora que limpia el portal, conforman la recua de quejicas oficiales del reino que aburren a un muerto.

Nadie dice la verdad –si es que se molesta en buscarla-, intentando mantener la imagen social a toda costa, engañando a los que le rodean con datos inventados –o acaso soñados-; en dos palabras, fingiendo ser lo que no son. Aunque claro, a mí me pueden engañar, (que me engañan) pero cuando se quedan frente a frente con su conciencia ante el espejo de la vergüenza… ¿se creen ellos mismos sus propias mentiras?

Así que, para mi balance personal de fin de año, ni puedo ni quiero hacer trampas. Esta vez, no. El año que termina dentro de unos días lo cierro con un balance saneado. Es decir, que no está mi vida moribunda todavía. He perdido un trabajo y un novio, pero he ganado amigas y amigos. Se han llevado los disgustos un buen trozo de salud, pero ya no está –mi salud- en números rojos. He pagado todos mis errores con intereses por aplazamiento de pago (tenía algunos pendientes desde ejercicios pasados). Un viejo corazón medio en ruinas lo he amortizado a valor 1 y he empezado de cero con un crédito de confianza y amistad a corto plazo. Mis gastos generales se han visto tan reducidos que he conseguido –para compensar- aumentar la partida de fondos de reserva para cuando vengan los malos tiempos. No le debo nada a nadie y tengo mis sentimientos en regla. Quizás sea el momento adecuado (afectivamente) para echar la persiana y retirarme a disfrutar de lo que me queda por vivir sin pensar en planes de gestión. Vivir el momento presente con todas mis fuerzas y borrar de mi vocabulario la palabra “futuro”.

Con esta pequeña reflexión y las cuentas pendientes de aprobación por los auditores del Universo, dejo el espacio abierto durante el fin de semana para que, quien quiera, le apetezca o necesite, plasme aquí su propio Balance de Fin de año. Conocerá otras realidades y diferentes opiniones para seguir creciendo. Quizás ayude a las pesadas digestiones de estas comilonas que se avecinan aligerar un poco la carga emocional.

Y que al menos en dos días no le hagamos daño a nadie… ni por casualidad.

Feliz Nochebuena y todo eso.

En fin.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista

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