miércoles, 9 de abril de 2014

Crisis de los 40. ¿Falacia o realidad?

 
Al diccionario oficial de la cosa me remito: a partir de los cuarenta se cambia la denominación oficial “quinceañero, veinteañero, treintañero” por la de “cuarentón, cincuentón, sesentón y setentón”. A partir de ahí se dulcifica con un ligero “octogenario, nonagenario, centenario” y luego se planta. Oficialmente nadie llega a los 110 así que para qué molestarse…

Las palabras tienen mucho peso y eso lo saben quienes manejan los hilos. No es lo mismo decir “treintañero” que “treintón”, que además de sonar a bicho raro adelantaría el trauma social una década y eso no interesa a quienes tienen que vender sus productos y sus ideas al sector “joven”.

Lógicamente, al cambiar de década y de denominación la autoestima del individuo se tambalea y se pregunta qué pasará a partir de esa fecha fatídica (los 40). Con cuarenta años ya no eres “oficialmente” joven desde hace diez años (ver ofertas de Crédito Joven de cualquier entidad bancaria, de…los 18 a los 30) y estás en la mitad teórica de tu vida útil –es un decir-, así que no te queda más remedio que mirar a tu alrededor y tomar buena nota de lo que les pasa “ a los otros”.

Y si observas detenidamente te das cuenta de que “no pasa nada”, o por lo menos no es un estigma que aparezca en mitad de la frente indicando que el individuo comienza a perder sus habilidades mentales, físicas y sociales. Si acaso se pierde alo de flequillo –en el caso de los hombres- y a las mujeres nos atrapa la Ley de la gravedad por los pectorales, pero poco más. El resto, son falacias. Falacias bien estructuradas para hacer que el individuo dirija sus miras hacia otros horizontes tales como el consumo de productos “rejuvenecedores” y empiece a creerse que empieza la cuesta abajo.

Las mujeres hacemos muchas alharacas a los treinta, pero cuando cumplimos treinta y uno, treinta y dos y vemos que no pasa absolutamente nada malo, que cada día podemos seguir desarrollando nuestra inteligencia, ampliando la espiritualidad y entrando de lleno en una edad plena, madura y satisfactoria, nos echamos a reir cuando los hombres empiezan con sus aspavientos al cumplir los cuarenta.

Yo creo que es una excusa que ellos mismos se buscan para acomodarse en el sofá y exigir el mando de la tele. Se sienten viejos –o caducos- porque la sociedad les ha dicho que es lo que tiene que ocurrir y aunque no ocurra, el poder de la mente es superior y se autopsicosomatizan; es el momento del comienzo del abandono físico y mental en muchos machos de la especie.

Sólo tiene arreglo en el caso de que una hembra joven (de menos de treinta) le diga poniendo ojitos que un hombre cuarentón es lo más de lo más y que son preferibles a los jovenzuelos sin experiencia. Entonces el “trauma” se pospone otros diez años y vuelta a empezar. A menos que el hombre sea inteligente, claro.

En fin.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista

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