martes, 1 de abril de 2014

El arte de mantener la boca cerrada

 
A mitad de camino entre la filosofía zen y el desapego emocional se encuentra el arte de no reaccionar; la lucidez mental para tomar distancia de lo que realmente no nos afecta como personas y no merece por nuestra parte la más mínima reacción. No hablo de indiferencia, hablo de ausencia de reacción. Tendemos a tomar casi todas las cosas que pasan a nuestro alrededor como algo personal y las que ocurren lejos de nuestro cuerpo físico ni las consideramos.

Si quien está detrás de la ventanilla nos atiende sin sonrisa, si la persona que casi nos saca un ojo con el paraguas no se inmuta, si el conductor que no nos cede el paso nos grita, todas estas pequeñas nimiedades nos parecen una ofensa directa, como si de verdad nos importara un ápice la antipatía, el despiste o la mala educación del prójimo. ¿Que el otro está falto de modales, de cariño, de simpatía? Pues sinceramente, es su problema y ya va siendo hora de que nos demos cuenta de ello. Es “el otro” el que tiene que mejorar, corregir, reflexionar. A nosotros nos debe bastar con tomar la distancia adecuada y ser conscientes de que “no es un agravio personal”, que las personas que se comportan desabridamente con los demás no saben (o no pueden) actuar de otra manera; nada tiene que ver con nosotros.

Ayer me encontré con una “amiga” entre comillas; nos solemos parar en la calle cuando nos encontramos y muy de tarde en tarde quedamos para tomar algo. Así pues, nos saludamos con la cortesía educada de siempre y enseguida observé que había en ella un poso de tristeza.

- ¿Cómo estás? –le pregunté- te noto triste…

- Sí, -me respondió-, me acabó de separar de mi marido…

Mi primera reacción fue pensar que en el último año nos habíamos visto cinco o seis veces y nunca me había hablado de su matrimonio, ni de que tuviera problemas en el mismo… Enseguida me di cuenta de que ella me estaba situando en el lugar EXACTO que yo ocupo en su vida, es decir, en la periferia pura y dura. Reubicación instantánea se le llama a eso.

Pero me dolió saber que yo había tenido algunas confianzas con ella, que mi vida no le era desconocida, así que no supe callarme la boca y le dije: “vaya, pues nunca me habías contado que tuviérais problemas…” Cometí el error de “reaccionar” y tomarme como algo personal el hecho de que ella no hubiera tenido conmigo la misma confianza que yo le había demostrado en el pasado.

Si alguna duda podía tener acerca de la relación que teníamos esa persona y yo, quedó desvelada en un par de segundos. Le di unas cuantas palabras de ánimo y me despedí de ella lo más rápidamente posible. Luego tuve que hacer una pequeña reflexión del porqué me había yo tomado como algo personal su indiferencia hacia mí. ¿Acaso era mayor mi afecto por ella? No. No lo era. Así pues… hice mal en reaccionar, debía haber aplicado el magnífico arte de mantener la boca cerrada…

Que todo lo que nos interesa nos remueva por dentro, que lo que nos importa nos haga reaccionar con fuerza, con vehemencia incluso, sin poner freno alguno a las emociones, eso sí que es algo personal; el resto, la vida de los otros, esa vida de la que nos mantienen alejados…debemos saber apartarnos también y mantener la boca cerrada.

Diferenciar lo uno de lo otro es seguir aprendiendo.

En fin.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario